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Exhibe 30 obras, fotomurales y carteles, en el Museo de Arte Moderno del estado de México

El artista Héctor Cruz ofrece una nueva visión del paisaje en la muestra Presencia

Me formé al lado de los grandes maestros; esos eran y siguen siendo mis ideales, expresa

 
Periódico La Jornada
Domingo 17 de febrero de 2013, p. 6

Por fechas, el pintor Héctor Cruz (1932) pudo haber pertenecido a la generación de la Ruptura, sin embargo, su formación lo vinculó con la Escuela Mexicana.

“Me formé –como dice Raquel Tibol– al lado de los grandes maestros; esos eran y siguen siendo mis ideales”, expresa el paisajista, cuya exposición Presencia, de alrededor de 30 obras, además de fotomurales y una serie de carteles que hablan de su amplia actividad y celebran su 25 aniversario como artista, se presenta en el Museo de Arte Moderno del estado de México, invitado por el director del recinto, el dramaturgo Carlos Olvera, fallecido el pasado 28 de enero.

A Cruz, de momento lo conflictuaban los cambios que había de las tendencias estéticas que llegaban a México, pero reflexionaba y hacía lo que me gustaba. Es decir, pintar lo que me rodeaba. Por eso fue que insistí y creé mi propia manera de expresarme. Su obra, de hecho, pasó por varias etapas: de la Escuela Mexicana, del realismo simbólico que llamó visiones apocalípticas, así como su deseo de hacer pintura mural.

Por eso, en la exposición presenta una serie de ampliaciones fotográficas de los principales murales que ha realizado. Los últimos fueron en la Suprema Corte de Justicia en 2000, luego, hubo otro proyecto que le había encargado el ministro Mariano Azuela, que no se llevó a cabo. Se trataba de “dar seguimiento histórico a los murales que allí tengo, que titulé Génesis, nacimiento, una nación. Historia de la Suprema Corte”.

Ante la insistencia, ¿por qué paisaje, cuando hay quienes lo consideran anacrónico?, a lo cual, contesta: “Hay una mentalidad en la que al paisaje lo consideran de segunda. Lo he escuchado mucho. Siempre en mis visitas a los museos me atraen mucho los grandes pintores del paisaje, al igual que los que pintan figura humana. Bueno, me llamaban mucho la atención los paisajes de Monet, todo el impresionismo en el que el paisaje era básicamente el tema central.

“Estuve becado en Europa –en la época de José Gorostiza como jefe del departamento de Bellas Artes–, junto con Benito Messeguer, para estudiar los movimientos contemporáneos de arte. Me llegó mucho Monet. Claro, me llamaban mucho la atención los grandes pintores del Renacimiento; El Greco, por ejemplo, y Goya, son mis artistas preferidos. Bueno, no se diga José Clemente Orozco, los pintores mexicanos, unos verdaderos monstruos del arte. Me surgió la idea (de pintar paisaje) de ver a Monet y los nenúfares.”

Hace tiempo, Cruz acuñó el término una nueva visión del paisaje para referirse a lo suyo, porque trata de ser algo diferente al tradicional, anecdótico, costumbrista, de volcanes. Carlos Pellicer se refirió a esa idea del nuevo paisaje como viendo más hacia adentro que hacia afuera. Es decir, paisajes que nacen de la realidad, pero se transforman.

Nacido en la ciudad de México, el entrevistado fue registrado desde niño en Chimalhuacán, estado de México, de donde era su madre y donde vivió parte de su niñez. Posteriormente, su familia se mudó a la ciudad de México, a las colonias Romero Rubio, Moctezuma y Morelos. Asentado ya en la Guerrero, fue en la escuela primaria Juan Téllez Vargas donde atrajo la atención de Manuelita Cabrer, quien impartía clases de dibujo de imitación, por su dedicación al dibujo: “Prácticamente me adoptó y me llevó a su estudio. Era casi de las últimas alumnas de la Academia de San Carlos, alumna de Germán Gedovius y compañero de Antonio Ruiz, El Corcito. Por eso, después de un año de dibujar y pintar con ella, me llevó a inscribir (a la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda). Fue una fiesta y un mundo nuevo para mí.

“Conocí a Enrique Assad, a Manuel Rodríguez Lozano, a Alfredo Zalce, a Carlos Orozco Romero y, en la clase de historia prehispánica, a Salvador Toscano. Era una escuela extraordinaria, con grandes maestros. Por eso, salieron generaciones muy brillantes de artistas, como Pedro y Rafael Coronel, Francisco Corzas, Gilberto Aceves Navarro, Benito Messeguer y Alberto de la Vega.

“En esos momentos, por los años 50 del siglo pasado, había mucha actividad en el muralismo. Y, como no había dónde vender, no se podía vivir de la pintura, no había galerías, la única manera de subsistir era trabajando con los maestros. Trabajé con varios, Juan O’Gorman, José Chávez Morado y Federico Cantú. En mi época de estudiante trabajé con Diego Rivera, digo, como albañil. Con el maestro Flores Sánchez habíamos aprendido el oficio de la pintura al fresco, de los aplanados y de las mezclas. En ese momento Rivera pintaba en el comedor del hotel del Prado y fuimos a trabajar con él, a poner los aplanados y preparar los muros”.

Tras la clausura de Presencia el 17 de febrero en el Museo de Arte Moderno del estado de México, la exposición itinerará al Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, kilómetro 14.3, Carretera Federal México Los Reyes La Paz, Texcoco, donde la apertura será el 16 de marzo.