eo en El País del pasado 27 de enero un artículo que revivió antiguos terrores vividos en España durante la Guerra Civil, precisamente en Barcelona, en marzo de 1938.
El titular del artículo es más que expresivo: 21 aviadores sin piedad
y se refiere a los bombardeos ejecutados por aviones italianos en lo que fue una ofensiva sobre la ciudad en que se encontraba el gobierno de la República, que evidentemente perseguía generar terror entre la población civil como un mecanismo para provocar la rendición de la República.
Los De Buen, por virtud de las responsabilidades de mi padre, Demófilo de Buen, como magistrado, presidente de la sala de lo civil del Tribunal Supremo, al trasladarse el gobierno a Barcelona, tuvo que hacer lo mismo obviamente en compañía de toda la familia, mamá, Paz, Odón, Jorge y yo.
Ocupamos un departamento en las calles de Balmes (si no me equivoco). Me parece que en un cuarto piso. En esos días se desató una ofensiva aérea en contra de Barcelona, obviamente sin objetivos militares. Las sirenas alertaban sobre la proximidad de los bombardeos, no siempre con puntualidad ya que muchas veces las bombas eran más expresivas.
Una noche, tal vez alrededor de las 11, una enorme explosión nos despertó a todos. Instintivamente nos tiramos al suelo y de milagro no nos pasó nada con los vidrios estrellados. Mis padres salieron de su recámara que daba a la calle. Nos dimos cuenta de que había caído una bomba en el edificio de enfrente y la metralla se estrelló en nuestro departamento. A mi padre no le pasó nada de milagro, porque en el momento en que abandonaba su cuarto un pedazo de metralla se estrelló a su lado.
Entonces creíamos que quienes nos bombardeaban eran aviones alemanes, los famosos Junkers pero ahora, al leer el artículo me encuentro con la sorpresa de que eran italianos.
Al parecer se ha planteado en Barcelona un juicio contra los responsables. La ha iniciado un grupo denominado Memoria Histórica, encabezado por Marcelo Belloti, que forma parte de la Asociación Altraitalia y que hoy persigue identificar y, en su caso, procesar, a los pilotos italianos que tripulaban los aviones. Claro está que por el tiempo transcurrido, muy pocos sobrevivirán.
Me dolió la lectura del artículo porque me recordó los terrores de aquellos tiempos. Yo nunca me acostumbré a los bombardeos y admiraba la tranquilidad de Odón, mi hermano, que no bajaba al sótano y se quedaba tan tranquilo en el departamento. En cambio yo era el primero en llegar al sótano y el último en salir.
Como consecuencia de aquello papá nos llevó a Francia, a un bello pueblecito llamado Banyuls-sur-mer, que estaba en la base de los Pirineos. El se regresó a España hasta el final de la guerra.
Mi recuerdo ha cambiado. Por muchísimos años odié a los alemanes, a quienes creía que tripulaban los Junkers. Ahora resulta que eran aviones italianos y mis odios han cambiado de destino. Pero conservo el terror histórico. Eso no se olvida.