De cruzadas y de hambre
on la cruz ideológica en ristre, los cruzados de hoy atacan el hambre como si se tratara de una enemiga extranjera. Pero el hambre no les es extranjera, sólo les es extraña, porque no la han experimentado en cuerpo propio. En cambio, ellos son parte activa y consciente de la política que ha hambreado a más de 7 millones de compatriotas. Pero autodenominarse cruzados, evocando una guerra santa contra un enemigo, no puede ser casual ni inocente: disfraza la acción que consiste en llevar a lugares políticamente estratégicos acciones paliativas equivalentes a la de poner curitas sobre heridas profundas que los mismos curadores causaron directa o indirectamente... y que seguirán profundizando.
Una verdadera cruzada sería la de millones en la calle: ancianos sobrevivientes, mujeres con pechos secos, niños famélicos, hombres minados en cuerpo y alma; acompañados por objetores de conciencia que nos negáramos a consumir nada fuera de lo estrictamente necesario para no sucumbir, y esto no sólo por solidaridad, sino para llevar a la quiebra a productores y vendedores de lo inútil, obligándolos a invertir en la producción de alimentos sanos y de tradición mexicana, destinados a todos, incluso a ellos mismos.
Una manifestación millonaria que, a través de todo el territorio nacional, no pidiera sino exigiera: a) Certeza y ampliación de la tenencia de la tierra comunitaria y ejidal; b) paralela reducción de las extensiones de monocultivos para el mercado, cuya pretendida mayor productividad se basa en mecanización y agrotóxicos; c) prohibición absoluta (como la de las armas nucleares) de transgénicos trasnacionales y en especial del maíz, en todo el territorio mexicano; d) inversión inmediata en el saneamiento de suelos en barbecho; e) inversión paralela en la producción de los pluricultivos ancestrales, llamados milpa, y que han sido la base de la alimentación de los mexicanos (incluso de los multimillonarios y hasta de residentes extranjeros); f) protección del maíz y frijol, sustrayéndolos del Tratado de Libre Comercio de Ameríca del Norte mediante la declaración unilateral de la MILPA como EXCEPCIÓN CULTURAL
, con base en el compromiso que el Estado mexicano contrajo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, al aceptar, en 2010, las medidas de salvaguarda necesarias para asegurar la supervivencia de la cocina tradicional mexicana como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad; g) aplicar la sabiduría china contemporánea, o sea, exportar los productos de alta tecnología y emplear la mano de obra nacional en la producción de consumo interno y en especial de alimentos y, h) no poner sobre las espaldas y responsabilidad del consumidor, al que le meten todo tipo de cosas innecesarias, e incluso dañinas, la tarea de paliar el hambre con dádivas y compra de conciencias individuales, seduciéndolo para que aparezca como el héroe de la historia
(Adolfo Sánchez Rebolledo dixit).
Porque la hipocresía en la lucha contra el hambre nos puede alcanzar a todos en mayor o menor medida, incluso a la izquierda militante en cuyo discurso aparecen la desigualdad y la pobreza como un conjunto de indicadores, pero no el hambre como la prioridad máxima de toda política social. No vayamos a caer también en la barbaridad de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), que comienza ahora su campaña mundial Piensa, aliméntate, ahorra
contra el desperdicio de alimentos, justo cuando poblaciones europeas, aun correctamente vestidas, escarban en los basureros en busca de algo para comer… Siendo la FAO a la que se debe que en África subsahariana, entre otros pueblos, existan hambrunas por la destrucción de los sistemas tradicionales alimentarios para introducir revoluciones verdes
. La FAO, que denuncia el desperdicio de 300 millones de toneladas al año por desecho de alimentos no aptos para el consumo… ¡sin mencionar los excedentes agrícolas que se destruyen para preservar los precios!