in duda el personaje más conocido del notable grabador José Guadalupe Posada es la calavera conocida como La Catrina, que inmortalizó Diego Rivera en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Nos enteramos por el historiador Agustín Sánchez González que el personaje era en realidad la india garbancera
, como se nombraba a las ladinas que querían ser gachupinas como sus patronas. Decía el versillo que la acompañaba: hay unas gatas ingratas, muy llenas de presunción y matreras como ratas, que compran joyas baratas en las ventas de ocasión
.
Posada nació el 2 de febrero de 1852, en Aguascalientes. Desde pequeño mostró disposición para el dibujo. A los dieciséis años ingresó en el taller profesional de Trinidad Pedroso, reputado maestro de quien aprendió los secretos del arte litográfico.
En estos primeros años de aprendizaje manifestó una facilidad innata para la caricatura, por lo que su mentor lo introdujo en el mundo del periodismo. Trabajó algunas caricaturas para el periódico político El Jicote; pero al regreso al poder del cacique Jesús Gómez, se vieron obligados a exiliarse en León, Guanajuato, donde fundaron una nueva imprenta. En el año de 1872, la modesta empresa quedó en manos de Posada.
A los 25 años contrajo matrimonio con María de Jesús Vela y ocho años después consiguió una plaza de maestro de litografía en la Escuela Preparatoria de León. A raíz de una terrible inundación se trasladó a la ciudad de México.
Establecido ya en la capital y precedido de cierto prestigio como ilustrador, contrató sus servicios en la empresa editorial de Irineo Paz, en la cual realizó dibujos y grabados para La patria ilustrada, Revista de México, El padre Cobos, El Ahuizote y Nuevo siglo.
Fue tal su éxito que sin dejar a Paz instaló su propio taller, en el número 2 de la calle de Santa Teresa hoy, Lic. Verdad, para cambiarse más tarde al número 5 de Santa Inés, hoy calle de Moneda. Ahí realizó caricaturas políticas y hacia la crónica de los sucesos extraordinarios y de la vida cotidiana que observaba en el barrio de la Merced.
Posada manejaba con maestría a la vista del público el buril, expresándose en madera, zinc o plancha de metal. Fue el creador del grabado al ácido en relieve. Conoció al editorialista Antonio Vanegas Arroyo, quien fue determinante en su vida y en su muerte. El editor fundó en 1880 una editorial especializada en literatura para las masas, con lo que inició una labor de divulgación de los acontecimientos políticos y sociales del país, que incluía desde anuncios del fin del mundo hasta canciones populares.
Posada junto con Vanegas, el grabador Manuel Manilla, el poeta y redactor oaxaqueño Constancio Suárez, que fue quien expresaba las ideas de los editores, formaron un equipo que inundó el país con una abundante producción nacionalista y popular. Posada ilustró también las famosas calaveras
, versos alusivos a la muerte que se distribuían en periódicos y hojas sueltas
La Revolución de 1910 fue una inagotable fuente de inspiración. El trabajo de Posada trasciende la categoría del grabador popular, para lograr manifestar en su arte una nueva concepción expresionista y liberal de la vida cotidiana de país.
Terminó sus días enfermo y pobre; al morir, su amigo Antonio Vanegas Arroyo de su peculio sufragó los gastos de su sepelio en el Panteón civil de Dolores. Aquí reposaron sus restos durante siete años; en 1920, al no haber quien pagara el derecho a la perpetuidad fue exhumado y depositado en la fosa común.
En este lugar hoy a las 12, le vamos a rendir un homenaje en la Rotonda de las Personas Ilustres, en donde sus restos deberían de reposar. El acto lo organiza la Red Mexicana de Estudios de Espacios y Cultura Funerarios AC, la delegación Miguel Hidalgo y la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco. Va a acompañar el acto la Orquesta Sinfónica Juvenil de la delegación y... se acabó el espacio.