19 de enero de 2013     Número 64

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Puebla

UNITONA: defender el territorio, defender la vida

Blanca Alejandra Velasco Pegueros* y Milton Gabriel Hernández García** 
* ENAH **ENAH/CEDICAR

La Unidad Indígena Totonaca Náhuatl (Unitona) es una red de organizaciones nahuas y totonacas de la Sierra Norte de Puebla que desde hace 13 años ha venido luchando por los derechos de los pueblos indígenas y por la defensa de la biodiversidad y la espiritualidad del maíz nativo frente a las amenazas transgénicas, entre otras causas.


FOTO: Archivo

Referente de lucha en la defensa del territorio, junto con otras organizaciones de la región, hoy día la Unitona se enfrenta a los intereses de empresas nacionales y extranjeras que intentan despojar a las comunidades indígenas de su modo de vida, históricamente configurado en torno a una espacialidad delineada culturalmente. Las modalidades contemporáneas de acumulación de capital, caracterizadas por el despojo, se expresan en la región en la voracidad capitalista de la minería, así como en el control y la privatización del agua por medio de plantas hidroeléctricas, sustentadas en las políticas de control del territorio y de desplazamiento forzado que se pretenden materializar en las Ciudades Rurales Sustentables o Centros Integradores de Servicios.

En la Asamblea General de Unitona, celebrada el 4 y 5 de enero pasados, en Zapotitlán de Méndez, la directiva de la organización denunció que existe una avalancha de proyectos mineros y de presas hidroeléctricas en diferentes municipios como Ahuacatlán, Zacatlán de las Manzanas, Olintla, Bienvenido H. Galeana, Xochitlán, Zautla, Ixtepec, Ixtacamaxtitlán y Tetela de Ocampo. En algunos se verifica un avance significativo en el proceso de implementación y en otros casos, se sabe sólo de las concesiones que se han dado a diferentes empresas como Frisco, Comexhidro y Grupo México, entre otras. Para la Unitona, existe una clara correlación entre los proyectos mineros, hidroeléctricos y de reubicación territorial, cuyos efectos serán irreversibles en la transformación del espacio, en la conservación de la biodiversidad y en la identidad cultural de los pueblos originarios de la región: “Todo tiene qué ver, las mismas hidroeléctricas, las mismas mineras van a provocar un éxodo de población donde estos centros integradores de servicios o ciudades rurales van a ser centros receptivos de esa gente que está migrando de sus lugares de origen. O sea, lo que se mira a profundidad es una catástrofe territorial de toda la región, porque en el fondo lo que se observa en términos del concesionar los ríos, pues es la privatización del agua (…) y con las mineras es toda la contaminación porque hacen grandes huecos en las poblaciones (…) toda la pérdida de biodiversidad y de la parte también espiritual, porque el río para los pueblos no simplemente es un río, sino que es algo que representa vida para la gente. Aparte de que hay centros ceremoniales que representan mucho para la espiritualidad de los pueblos. Todo eso está en riesgo y es donde los pueblos precisamente en su preocupación, pues luchan porque no se lleven a cabo esos proyectos, porque lo que representan es la pérdida o la exterminación de los pueblos como indígenas”.

La Unitona y otros actores que aglutinan a diferentes fuerzas políticas de la región, como el Consejo Tiyat-Tlalli en Defensa de Nuestro Territorio, han identificado las estrategias que siguen las empresas promotoras del “desarrollo” en la zona. El mecanismo consiste en llegar a los líderes comunitarios por medio de sus operadores, prometiendo mejoramiento en los caminos, en los servicios de educación y de salud y en general en las condiciones de vida de las comunidades. Al respecto, señalaron los integrantes de Unitona: “La experiencia que tuvimos es que llegan a los líderes de las comunidades, como son los doctores, maestros, misioneras, sacerdotes y personas que tengan algo que ver con la comunidad; de allí les plantean el proyecto de hidroeléctrica. En este caso tenemos la experiencia de Ahuacatlán, donde el discurso que se dio es que va a ser para beneficio de la comunidad, que traen además proyectos alternativos para el pueblo”.

Se han dado ya en el pasado inmediato dos interesantes procesos de resistencia contra estos proyectos de muerte. Uno en la comunidad de Tlamanca, del municipio de Zautla, donde la población expulsó organizadamente a los trabajadores de una minera china. Otro digno ejemplo en esta lucha por la defensa de la vida lo constituye el municipio totonaco de Olintla, donde la población impidió la entrada de la maquinaria que sería destinada a la construcción de una hidroeléctrica. La moneda está en el aire: la persistencia de un histórico modo de vida campesino-indígena que se sustenta en la producción y reproducción de la vida humana y del ecosistema, o la imposición de la lógica de acumulación que vive de la muerte de todo aquello que cosifica en este inmenso mar de mercancías que es la sociedad capitalista.


Codhhso: Derecho a vivir
con tranquilidad

Comité de Derechos Humanos de las Huastecas y la Sierra Oriental (Codhhso)


Casa de Codhhso, Tecoluco FOTO: Zapateando

Los derechos humanos para nosotros no son solamente aquellos que hacen respetar nuestra vida, sino que imponen el respeto a vivir con tranquilidad, que respetan nuestros recursos y tradiciones. Dicen los muchachos en la región: “ya sabemos qué son los derechos humanos. Todos tenemos derechos a tener vida, a tener salud, educación, al vestido, la vivienda, pero también el derecho a tener un ambiente sano, todo esto ya sabemos”.

El Comité de Derechos Humanos de las Huastecas y la Sierra Oriental (Codhhso) se conformó el 26 de mayo de 1992, producto de la lucha agraria de los pueblos indígenas en la Huasteca. Principalmente se ha enfocado al registro de testimonios sobre los numerosos agravios acaecidos contra campesinos y comunidades indígenas de la Huasteca hidalguense y veracruzana, presentados a las Comisiones de Derechos Humanos estatales y ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), así como a organismos internacionales, buscando castigo a los responsables y algún tipo de resarcimiento a las familias de los afectados. Por otro lado, no deja de hacer frente a abusos contemporáneos, por ejemplo la esterilización forzada que se practicaba hasta hace menos de una década en la Sierra Oriental.

El Codhhso es una organización solidaria que ha participado en procesos jurídicos comunitarios y mantiene una campaña permanente de denuncia ante cualquier tipo de violación a los derechos fundamentales.

Muchos de los indígenas privados de su libertad están en esa circunstancia por cometer supuestos delitos que en su gran mayoría se vinculan a las condiciones de pobreza en que viven. Casi ninguno cuenta con recursos para tener un abogado que los defienda o para pagar la fianza que se les asigna. Aunado a ello está el desconocimiento casi total de sus garantías, otorgadas por la Constitución Política, lo que nos hizo ver la necesidad que tienen los indígenas de la región de conocer sus derechos para que, en todo momento, puedan defenderse.

Desde los años 90’s, hemos documentado más de 200 asesinatos en la región vinculados a la lucha por la tierra, junto a diversas violaciones a derechos humanos: desapariciones forzadas, maltrato y discriminación, esterilización femenina sin consentimiento, así como excesos cometidos por cuerpos policiacos estatales y por el Ejército Mexicano. Por medio de talleres, formamos una Red de Monitores en Derechos Humanos, lo que ha implicado la constitución de una estructura organizativa paralela que abarca varios municipios de Hidalgo y Veracruz. La Red de Monitores surgió como una necesidad impulsada a partir de 2003 para ampliar la zona de atención y tener mayor presencia en la misma. Los talleres empezaron en ese año y finalizaron en 2006.

Una de las líneas de acción a la que últimamente hemos enfocado diferentes esfuerzos es la relacionada con el derecho al desarrollo. Derecho negado a las comunidades y violado en casi todas las formas de intervención estatal en la región. Ante ello, se impulsa el “autodesarrollo”, que si bien no niega del todo apoyos gubernamentales, sustenta su fuerza en la socialización del trabajo y sus excedentes: en la faena, la organización cooperativista y la capacitación a pobladores.

Como Comité, vemos todas las necesidades que se tienen a nivel regional. En los años recientes la cuestión ecológica ha ocupado nuestra atención. Un medio ambiente sano es un derecho que tenemos como pueblos. Desde hace más de cuatro años hemos realizado investigaciones que tienen que ver con los problemas que trae consigo el proyecto petrolero Paleocanal de Chicontepec, y estamos trabajando con el equipo del relator especial de la Organización de las Naciones Unidas sobre Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, para mantenernos alerta y detener cualquier daño que afecte las fuentes de agua de las comunidades o las parcelas de los campesinos de la región. Tenemos los ríos, tenemos los manantiales, tenemos los montes que generan humedad para la siembra, pero si la gente no se prepara, no sabrá cómo defenderse. El monte y todo lo que es verde se está destruyendo, hay que protegerlo.


¿Qué pasa con los huastecos
de Tamaulipas?

no somos los indígenas que los antropólogos quieren estudiar


FOTOS: Jacobo Castillo Cervantes

Jacobo Castillo Cervantes

No nos han visto. Al parecer no somos parte de esa Huasteca “espectacular”, pintoresca, donde trabajan los estudiosos de la región. Ha de ser que somos mestizos (aunque las lenguas ancestrales tuvieron representantes hasta principios del siglo XX) y los vestidos que portan nuestras abuelas no tienen la gracia de una blusa chiconera o un quexquemetl potosino, sino la de la toalla con la que se cubren del sol. O nos creen “norteños”, aunque el bagaje cultural norestense es bastante diferente del nuestro. Ni siquiera aquellos que dicen representarnos, esos de los bailes académicos de huapango, nos voltean a ver, porque lo mostrado en sus eventos se parece a todo menos a nosotros.

Si ven, a veces, la Planicie Huasteca deforestada a mediados del siglo XX, antes de ser colonizada por migrantes del centro del país, produce una importante cantidad de granos y alimenta al ganado. Y sin duda, ven la urbe tampiqueña, enriquecida también por migraciones de todo el orbe.

Cierto, gran parte la Huasteca de Tamaulipas está poblada por migrantes llegados en épocas recientes a un medio ecológicamente alterado. Parece así que no hubiera una identidad. Sin embargo, no se puede hablar de una identidad huasteca como tal porque las hay muchas y muy diversas en una región tan vasta. Tenemos ejemplos de ello en los estados de San Luis Potosí y Veracruz, donde están muy próximas las áreas pobladas con migrantes recientes y las de población ancestral. En ambos existen muchos lugares hoy mestizados pero que conservan una identidad propia profundamente arraigada, aun después de perder la lengua antigua. Lo mismo pasa en nuestro estado.

En Tamaulipas, en los valles de la Sierra Madre Oriental (Ocampo, Llera, Gómez Farías, Antiguo Morelos, Nuevo Morelos, incluso zonas aledañas de El Mante y Xicoténcatl), hay comunidades donde la gente ha estado arraigada por muchas generaciones, en algunos casos desde que las habitaron pueblos como los pisones, los janambres, los pames, y desde luego, los teenek. Quien escuche una conversación campesina la encontrará plagada de teenekismos. Sabrá, por ejemplo, que la madera de chijol es especial para horcones, pero un aquiche bien cortado puede dar una viga; que los chéncheres hacen su nido en troncos viejos, mientras los tulinches invaden nidos ajenos; o que las hojas del chacloc remedian muchos males, y las del chicleque son tan suaves que sirven para el aseo personal; o que el palmar provee lo mismo palmitos para comer que techo para sus casas, y material para artesanías como canastas, muebles, o sombreros.

También verán que, por la orografía y una densidad de población relativamente baja, no en todos lados operaron las compañías desmontadoras (aquí se ubica la Reserva de la Biosfera El Cielo). En la masa forestal serrana, no tan vasta como antes, aún se obtiene chile, miel, palmilla, varas y madera para construcción, entre otros bienes, cuyo conocimiento y administración recae en los viejos que aún saben los secretos del bosque.

Los mismos viejos son agricultores y conservan celosamente las dos clases de maíz criollo. Dicen que ese maíz es el que debe comer la gente, y no el traído de lejos, que es para animales. Siembran sus milpas a estaca, con bestias, o con tractor, y en ellas hay calabaza borrada y de castilla, frijol de varias clases y teja, no lejos de las matas de plátano, mango, aguacate y cítricos, entre muchos otros cultivos.

En un cañón entre estas montañas existe una pequeña cueva, donde desde tiempos perdidos en el recuerdo colectivo, va la gente a pedir el agua en “la seca”; llevan las danzas de a pie, de a caballo y guadalupanas, tocan los minueteros y cantan los alabanceros para honrar a la imagen que mora ahí, en el Contadero.

Hay comunidades donde cada Semana Santa los demonios festejan la Pasión y Muerte de Jesucristo, y son devueltos ritualmente al infierno cada Sábado de Gloria. Incluso, quedan en la memoria de algunos ancianos ciertas celebraciones de Carnaval hoy perdidas.

Y no faltan, aunque sean muy sobrios, los arcos de las ofrendas con tamales, pan y frutas endulzadas, para recibir a los que ya se fueron, entrando noviembre.

Se han formado muchos estereotipos sobre toda la Huasteca que no siempre corresponden a la realidad. Pero en el caso de Tamaulipas, somos mucho más de lo que se muestra en los escenarios o se mira por la ventana del autobús. Quizá ya llegue el momento de vernos de otra manera.

No somos indígenas que los antropólogos suelen estudiar, pero quien se interese en analizar lo que pasa con los mestizos de Tamaulipas, y la Huasteca en general, conocerá nuestra riqueza cultural y caerá en cuenta que la contribución a la zona, va más allá de la dominación política y social. Hemos convivido con los que nos precedieron en diferentes ámbitos y maneras , incluso sufriendo a veces problemáticas muy similares. Somos, al fin y al cabo, también parte de esta gran región.

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