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Huitzitzilin, unidos por la cultura Aideé Balderas Medina DGCP-CONACULTA Mi región está completa de belleza y tradición. El municipio de Tepetzintla, Veracruz, está ubicado al norte del estado y forma parte de la Huasteca veracruzana. Sus habitantes, como muchos otros de la región, cuentan con pocas ofertas culturales. Frente a este escenario poco alentador surge el grupo Huitzitzilin. Unidos por la Cultura. Huitzitzilin (palabra en idioma náhuatl que en español significa chupa rosa o colibrí) se forma en el año 2000 con un grupo de amigos que desea ofrecer actividades culturales a los vecinos de Tepetzintla y de las localidades más cercanas. Con el paso del tiempo, el entusiasmo, el trabajo y las necesidades se han incrementado, por tal motivo el grupo decide constituirse como asociación civil. La capitana del barco es doña Antonia Vera Baltazar, quien navega las intempestivas aguas de la cotidianidad y junto con un grupo de apasionados voluntarios, busca crear alternativas reales desde la comunidad y para la comunidad. Uno de los ejes rectores de este grupo es fortalecer la identidad de sus habitantes en torno a lo huasteco. Para lograrlo tienen diferentes frentes de acción, entre ellos destacan los talleres de huapango, danza de la Malinche, bordado, clases de náhuatl, la Fiesta Huasteca, el encuentro de niños y jóvenes huapangueros conocido como Chiquihuapangueada, la misa huasteca y la fiesta de los elotes. Todos los fines de semana los jardines de la casa de doña Antonia se llenan de música y más de 30 niños vuelan como mariposas a ritmo de huapango. Los maestros de vocalización, violín, jarana y guitarra quinta huapanguera son don Fernando Méndez, Julián Cuervo, Yuyultzin Pérez, Luis Miguel y Daniel Santiago. Ellos ofrecen con mucha dedicación su tiempo y su conocimiento sin recibir remuneración económica. De hecho ningún integrante del grupo recibe retribución monetaria alguna.
Los gastos del grupo son solventados con la venta de artesanías, donaciones voluntarias, rifas y apoyos de alguna fundación o institución pública como el Instituto Veracruzano de la Cultura, entre otras. Como resultado de estos talleres de música se han formado algunos tríos de jóvenes y señoritas, entre los que destacan Los Cantores del Son y Son de Luna Nueva. El éxito de los talleres ha sido tal que Huitziztilin atiende a niños no solamente del municipio de Tepetzintla sino también del de Tantoyuca. Para mostrar el resultado de las actividades que se realizan durante todo el año, se organiza La Fiesta Huasteca, la cual abre sus puertas a la participación de los huapangueros de toda la región. Se escoge una temática, por ejemplo la paz, el agua, la mujer, la tierra, etcétera. El tema sirve como pie para que los poetas y trovadores improvisen versos. Las actividades inician con un sabroso desayuno que ofrece la comunidad; desde las ocho de la mañana van llegando las cazuelas repletas de platillos propios del lugar: enchiladas de pipián, de chile seco y de ajonjolí; bocoles; hongos silvestres; zacahuil; jacubes con frijoles y cueritos de puerco; palmito con camarón, y una gran variedad de tamales. Mientras los invitados se deleitan con un rico café con piloncillo, la banda de viento anuncia que es tiempo para compartir. Este año la fiesta ha llegado a su emisión número 12 y tuvo como sedes Tepetzintla, Copaltitla y Tecomate. Un acierto de los muchos que ha tenido el trabajo de Hutzizilin ha sido formar a los niños de manera integral, de tal modo que en un futuro cercano ellos puedan desempeñarse también como promotores, ya que la organización de la Chiquihuapangueada recae directamente en los alumnos. Esto les permite saber el trabajo que implica una fiesta en todos los ámbitos. Frente a la situación de violencia que actualmente esta viviendo el estado de Veracruz, Huitzizilin ofrece alternativas reales para fortalecer el sentido y el trabajo comunitario, promueve valores de respeto ycontribuye a la formación de niños y jóvenes tepetzintlecos y tantoyuqueros. Según palabras de doña Antonia, “si un niño agarra una jarana , tenemos la confianza que no agarrará un arma”. Hago un reconocimiento a todos los integrantes del grupo Huitzizilin, en especial a doña Toñita Vera que frente a la adversidad, centra su corazón y su energía en busca de alternativas que permitan la construcción del mejor de los mundos posibles. El Katinikaaspahun: para que no falte agua en el mundo
Claudia Guerrero Robledo Son las dos de la mañana, en lo alto del cerro Tepexquite se espera el momento adecuado, el sacrificio de las aves se acerca, los hombres aguardan ansiosos el momento más importante de este acto de reciprocidad con los no humanos: el momento en que los Cerros “pintaran” con la sangre de las aves el porvenir de la comunidad. El fresco de la madrugada se empieza a sentir, el violín y la huapanguera no han parado de entonar sones de costumbre desde la mañana anterior. El negro de la noche reaviva el resplandor de las estrellas, en este momento no hay ninguna duda de que los Cerros vecinos han llegado a presenciar el acto... Nos encontramos en Tecomajapa, comunidad con aproximadamente 600 habitantes, ubicada dentro del municipio de Zontecomatlán, al norte del estado de Veracruz. Su idioma es el tepehua y la gente que lo habla se dice a sí misma masipikní, “gente o dueños del cerro”. El grupo entoligüístico tepehua cuenta en la actualidad con alrededor de 10 mil hablantes distribuidos en aproximadamente 29 localidades de los estados de Hidalgo, Puebla y Veracruz.
Uno de los costumbres más importantes en Tecomajapa es el katinikaaspahun, “la fiesta del cerro”, el cual tiene como finalidad pedir lluvia. Se lleva a cabo una vez al año, inicia alrededor de las diez de la mañana del martes posterior al 15 de agosto y termina al día siguiente, aproximadamente a las tres de la tarde. Este ritual de tipo agrario es de los llamados “costumbres grandes”, por su duración y porque es realizado en lo alto del Tempexquite, el Cerro patrón de Tecomajapa, Cerro dador de vida, pues es de este sitio de donde provienen todas las especies vegetales comestibles que existen sobre la Tierra: “todo lo que se come en el mundo lo dio el cerro”, “el cerro nos da vida y es el que nos mantiene”, “el cerro está mal acostumbrado y si no se le hace la ofrenda no falta que cosa pueda pasar”, escuchamos constantemente decir a los habitantes de este poblado. A partir de las 11 de la mañana, en lo alto del Cerro un grupo de hombres construye la galera donde se llevará a cabo el costumbre: estructura hecha de troncos amarrados con bejuco y cubierta toda de hojas de papatla.
En este ritual sólo participan hombres, quienes inician la subida al Cerro alrededor de las cinco de la tarde. Después de una serie de ofrendas dirigidas al Maíz y al Agua, llega el momento en que las aves son sacrificadas, la galera se va llenando cada vez más, ninguna mujer se hace presente. Del lado sur de la galera son enterradas en el suelo siete varas alineadas de las cuales se sujetará una manta que tendrá que quedar bien tensa a modo de pantalla, pues en ella se espera que las aves sacrificadas “brinquen” y “pinten” con su sangre. Los Cerros han llegado del este, no se sabe el momento ni la hora exacta en la que han cruzado el arco con flores construido para darles entrada, lo cierto es que en el instante mismo del sacrificio no hay duda de que están presentes. La galera de papatla está a su máxima capacidad, humanos y no humanos se han dado cita para presenciar el acto en que el futuro será revelado por medio de la sangre de las aves: se trata de un guajolote, una guajolota y un gallo, los cuales serán colgados de las patas para darles muerte. Tal episodio inicia con el guajolote. Un hombre toma con ambas manos la cabeza del animal, tira con gran fuerza y no dejará de hacerlo hasta que la cabeza sea arrancada del cuerpo; logrado esto, se liberan de inmediato las patas del ave para que ésta caiga y, ya sin cabeza, “brinque” hacia la manta y “pinte” con su sangre algún “dibujo” que posteriormente será descifrado por los asistentes. El mismo procedimiento es usado para dar muerte a las otras dos aves. Entre los “dibujos” que dejaron los Cerros, está la Sirena, se dejó ver también un ave, para algunos un guajolote, para otros un pato, las espigas de las plantas de maíz y nubes cargadas de agua, imágenes que fueron vistas con beneplácito, pues son indicio de bienestar y buen augurio para el porvenir del pueblo. Después del sacrificio de los animales, los músicos continúan tocando toda la noche, la mayoría de los asistentes se retiran, poco a poco la galera va quedado vacía, los hombres se van perdiendo en la oscuridad de la noche, regresan a sus casas con la tranquilidad que les da el saber que el Cerro no los abandonará a su suerte, un año más les proveerá de buena lluvia y por lo tanto de buena cosecha. No se olvida de ellos, les seguirá dando vida y los seguirá manteniendo, tal como lo ha venido haciendo desde la época de los “antiguos”.
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