El espejo mapuche:
los “palestinos” de América
Situado en el extremo del sur y del dolor, el país del pueblo mapuche sufre ahora una de las ofensivas más brutales entre las muchas que hostigan a los pueblos indígenas de las Américas. Gracias a una larga dictadura delincuencial, en Chile el Estado posee instrumentos de excepción “legal” para perseguir sin tregua a los mapuche, a sus organizaciones y a sus poblados, así como a sus migrantes en las ciudades. Son los despojados en un país rico: los palestinos de América. Y la sombra de lo que enfrentan se cierne sobre todos los pueblos, de Argentina a Canadá, con varios epicentros de agresión neoliberal y resistencia popular: la Mesoamérica nahua, la mixteca y zapoteca, la maya en México y Guatemala; los Andes tan andados por la lucha; las heroicas Amazonias de Ecuador, Perú y Bolivia. Y Wallmapu, la austral Araucanía.
Tito Tricot escribe sobre la actual cacería legal contra su pueblo: “La muerte tiene ojos de escarcha o de frío montuno. Nadie quiere mirarla, pero todos lo hacen tarde o temprano. Nadie la busca y todos la encuentran en una esquina de cerro. Nadie la desea y vive sola, más siempre está acompañada del dolor”. Por eso la de dos agricultores sureños, el matrimonio Luchsinger-Mackay, “es lamentable”, “nadie merece morir así”, apunta. “Sin embargo, hay que decir las cosas por su nombre: el mapuche ha estado muriendo de a poco por casi dos siglos, cuando el Estado chileno invadió su territorio” (Amlai Latina, 8 de enero).
“El mapuche no sólo ha sentido a la muerte de cerca, sino que la ha vivido a balazos, torturas y violentos allanamientos en una sistemática política de exterminio”, añade Tricot. Así ha sido siempre. Se les consideró salvajes. En la actualidad, terroristas y delincuentes, “como ha enfatizado el presidente Sebastián Piñera, quien además anunció la implementación de una zona especial de control y seguridad con la presencia permanente de 400 policías. ¡Pero si hace al menos 15 años están haciendo lo mismo! Y ahí encontraron la muerte de súbito y sin advertencia alguna tres comuneros mapuche”.
Tricot, quien dirige el Centro de Estudios de América Latina y el Caribe (cealc), recuerda: “Por la espalda los asesinaron, con un balazo en la frente los mataron. Matías Catrileo, Alex Lemun, Jaime Mendoza Collío sabían que la muerte tiene ojos de escarcha y no quisieron encontrarla, pero ésta se vistió de policía, se ocultó entre los cerros y disparó sin vacilación”.
Catrileo fue asesinado en las cercanías del Fundo de Luchsinger. Se conoce al ejecutor y “se legitimó su accionar”. No se conoce a los del matrimonio. “No obstante, inmediatamente se culpa al pueblo mapuche”. Se sabe el nombre del asesino de Lemun, pero fue absuelto “y sigue en la policía”, ascendido a teniente coronel. “La muerte le ha servido para consolidar su carrera luego de haberla incrustado alevosamente en la cabeza de un joven de 17 años”.
“Nuevamente la muerte se apareció de repente, a la espalda de Mendoza Collío se apareció, de uniforme se apareció”, fustiga Tricot. Empero, el cabo que lo ejecutó está libre. Y no resiste la comparación con la dictadura. Lo de ahora “es demasiado parecido: deshumanización del supuesto enemigo, represión, montajes, falsos enfrentamientos, aplicación de la Ley anti-terrorista, cárcel, torturas”. Tal vez sea “mera coincidencia” que el ministro del interior Andrés Chadwick fuera “partidario activo” de la dictadura de Pinochet.
La muerte de los granjeros “es lamentable”, pero también que al pueblo mapuche “lo maten de a poco cada día y ahora le manden todo el poder de la muerte para que no olviden jamás sus ojos de escarcha”.
Como la de los zapatistas, los andinos y los amazónicos, la lucha de los mapuche es la de todos los pueblos de América.