México, fábrica de pobres
Con FC, 15 millones más
Oportunidades, clientelar
on la novedad –por si alguien no lo supiera o padeciera– en este país de pujante clase media (Ernesto Cordero dixit) la fábrica de pobres es la única realmente productiva. Con Felipe Calderón en Los Pinos, el número de mexicanos en tal condición se incrementó en 15 millones, y todavía el muy descarado llegó a presumir que mi gobierno cumplió
en eso de mejorar el nivel de bienestar de los habitantes de esta República de discursos, porque vamos por el rumbo correcto
.
Aún no se conocen las cifras oficiales definitivas sobre el incremento de la pobreza en el país durante el gobierno que a los mexicanos prometió vivir mejor
, pero ayer, como adelanto, el subsecretario de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio de la Sedesol, Javier Guerrero García, tuvo a bien informar que cuando menos un millón 300 mil mexicanos se incorporaron al ejército de personas en extrema pobreza, y ello sucedió sólo en el último bienio del calderonato, con lo que al cierre del segundo sexenio perdido al hilo (el primero fue el de Fox), 13 millones de personas en el país se encuentran –oficialmente– en tan precaria condición.
El número de pobres a secas será divulgado en fecha posterior, aunque de acuerdo con estimaciones preliminares se puede adelantar que a estas alturas alrededor de 60 millones de mexicanos se encuentran en tal condición (cifras oficiales, por lo que el balance real debe ser mucho peor), de tal suerte que la aportación calderonista al bienestar de los habitantes de este país fue sumar 15 millones al ejército nacional de pobres en apenas seis años, a razón promedio anual de 2.5 millones (algo así como 6 mil 850 por día de estancia en Los Pinos).
Aunque en los hechos la diferencia entre un mexicano en pobreza extrema y otro en pobreza a secas es una fantasía (alrededor de 13 pesos por día), el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) divide las categorías y las define así: el primero es aquel que tiene tres o más carencias, de seis posibles, dentro del Índice de Privación Social y que, además, se encuentra por debajo de la línea de bienestar mínimo. Las personas en esta situación disponen de un ingreso tan bajo que, aun si lo dedicase por completo a la adquisición de alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana
.
Y el segundo es aquel que tiene al menos una carencia social (en los seis indicadores de rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación) y su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias
. Pero cualquiera que sea la definición, o el juego de palabras empleado, el hecho es que la fábrica de pobres en el país produce a plena capacidad, y todo indica que no hay forma de frenarla mientras se mantenga el modelo económico, y dentro de él, el fallido esquema asistencialista que consume miles de millones de pesos y no reduce la depauperación, pero sí genera clientela para los partidos políticos y muchos votos.
Las cifras oficiales del Coneval (se espera que a mediados del presente año actualice la información) sólo dan cuenta del número de pobres en el país hasta el cierre de 2010, fecha en la que se reconocía la existencia de 21.2 millones de mexicanos en pobreza alimentaria, poco más de 30 millones en pobreza de capacidades y 57.7 millones en pobreza patrimonial, un aumento de 6.5, 8 y 12.2 millones, respectivamente, con respecto a los existentes en 2006. También oficialmente en ese lapso el presupuesto canalizado a desarrollo social –en especial al programa Oportunidades– creció y creció, pero los resultados fueron inversamente proporcionales a los recursos canalizados. Y falta por conocer el cierre sexenal, aunque se estima que en el último bienio del calderonato adicionalmente 3 millones de mexicanos obligadamente se incorporaron al ejército de pobres.
Con tales cifras (insisto, al cierre de 2010) se puede constatar que con todo y los miles de millones de pesos que se han canalizado (o cuando menos eso han dicho) a programas asistencialistas como Oportunidades, a lo largo de los años el número de mexicanos en pobreza lejos de reducirse va en aumento: en 1992 oficialmente sobrevivían 46 millones de paisanos en esa condición; en 2010, casi 58 millones. ¿Dónde quedaron los recursos presupuestales?, porque aun si se utilizaron para lo que el Congreso los aprobó, el resultado obtenido es por demás espeluznante.
Hasta eso, el subsecretario Guerrero García se refirió a un aspecto por demás elemental si es que la intención real es comenzar a superar la pobreza en el país: “en el gobierno federal estamos totalmente convencidos de que no se podrá rebasar una visión meramente asistencialista si no se incorpora la salida productiva… capacitación, empleos, crédito, actividades productivas, empresas sociales, cooperativas… Esto nos plantea varios retos. Primero la necesidad de revisar el enfoque con que hemos instrumentado las estrategias y políticas de desarrollo social. Planteamos la necesidad de que podamos incorporar un enfoque de derecho y fortalecer los instrumentos de transferencias”.
Con todo y suculentos presupuestos para desarrollo social, por mucha propaganda que le metan a Oportunidades, lo cierto es que a estas alturas no son pocos los municipios que tres décadas atrás reportaban índices de pobreza que afectaban al 80-90 por ciento de su población, y que hoy registran exactamente lo mismo, o más.
Entonces, urge un cambio de modelo económico (tres décadas al hilo de fracaso son más que suficientes) para generar plazas laborales con salario remunerador que libere a los pobres y les permita mejorar, por sí y sustentablemente, su perspectiva, y no dádivas y migajas electoreras que no les permiten salir del hoyo y que sólo eternizan su dependencia del gobierno (el federal y los estatales), los partidos políticos y su banda de crápulas, siempre en busca de votos y sólo para reproducir el circuito de la pobreza que a ellos tantos beneficios les ha generado.
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