n épocas no tan lejanas, cuando éramos felices aunque no fuéramos competitivos, existía la sana costumbre de desearnos unos a otros feliz Navidad y próspero Año Nuevo. Hoy esa manifestación de buenos deseos se nubla ante el embate de la descomposición social, de la preocupación por el alto costo de la vida y la angustia por la inseguridad.
Arriba, entre los potentados, el objetivo no es la felicidad, sino el éxito y la ganancia, y abajo, entre el pueblo y la gente sencilla, apenas la sobrevivencia como meta exigida por la rudeza de la realidad. Y en esas difíciles circunstancias no parece oportuno desearse felicidades.
Vivimos en una economía deshumanizada y torpe, basada en el egoísmo y el espíritu de competencia, en el que algunos ganan y la mayoría pierde, y bajo un sistema político ensombrecido por violencia, autoritarismo y mentira; así, parece que desearse felicidades para el cercano porvenir es un contrasentido.
Pero no: desde abajo, como suceden los grandes cambios sociales, aparecen muchos signos de aliento a diversos niveles sociales, que hacen renacer esa virtud cardinal que tenemos marcada con fuego, que es la esperanza. Me refiero a muchas manifestaciones renovadoras, pero en especial al movimiento #YoSoy132; también a la sorpresiva y sorprendente marcha de las bases zapatistas en Chiapas, al surgimiento de una forma moderna de opinar y comunicar no sujeta al control estatal, a través de las redes sociales, y principalmente a la voluntariosa decisión de organizar un partido nuevo en 2013, con el comprometedor nombre de Movimiento Regeneración Nacional. Se trata de un movimiento que pretende ser, además, un partido político con posibilidades, a partir de 2014, de participar sin necesidad de registros ajenos en las elecciones, y esa es sin duda la buena nueva en estos tiempos canallescos.
No es una ilusión propia de estas fechas de euforia decembrina; es retomar lo mucho que sobrevivió a los esfuerzos anteriores para continuar la lucha por el cambio. Costará trabajo y sacrificio, pero es posible; será un partido que se propone ser diferente de los ya existentes y que pretende, además de llenar las formalidades complicadas exigidas por la amañada legislación electoral, conservarse como movimiento.
Sin medias tintas, Morena busca un cambio pacífico, pero radical; para ello es exigente con sus organizadores y simpatizantes, les da el honroso nombre de protagonistas del cambio, pero les exige trabajo. Es necesario que el año próximo tengan lugar 32 asambleas estatales que serán observadas con lupa por los funcionarios del Instituto Federal Electoral, que están para servir al sistema y no para facilitar la participación y la democracia.
Se exige esfuerzo, pero no hay trabajo sin fruto; el pueblo de México requiere un instrumento que rescate la esperanza. Ciertamente, los hechos repetidos en cada proceso electoral no son para animar a nadie, pero se necesita más que un fraude, más que la amenaza o la violencia para doblegar a un pueblo decidido que quiere gobernarse a sí mismo y superar los viejos vicios del sistema, que son la corrupción, la simulación y el autoritarismo.
Morena será una organización de ciudadanos que creen en los principios constitucionales y pretenden participar en política por ellos mismos; para ello el partido que está en vías de constituirse requiere de unos estatutos que en sus grandes lineamientos ya fueron aprobados, de una estructura orgánica que fue electa libremente y ya está trabajando, pero principalmente de principios.
El vicio de los viejos partidos, su error y su traición, consistió en abandonar principios y preferir moverse en el escenario político por puro pragmatismo. Para el común de los políticos, los cargos, puestos y porciones de poder son para figurar y disfrutar de ventajas y dinero. Morena no se propone, a partir de convicciones de justicia, de patriotismo, de equidad y de libertad, alcanzar el poder para emplearlo en la regeneración de la nación que está destruida por la perdida de valores y por los pésimos gobiernos que hemos tenido; se trata de regenerar, de rehacer lo destruido.
No sólo la estructura jurídica que debe corregirse; no sólo tampoco revertir las prácticas injustas en materia económica, que permiten la explotación de la gente y de la naturaleza, sino ir más allá y regenerar a fondo el sistema en su totalidad. Necesitamos leyes sencillas, fáciles de entender y justas; rehacer la economía a partir de una distribución equitativa de la riqueza, desterrar corrupción y codicia, pero principalmente buscamos restituir la vida de la nación a partir de valores superiores, defensa de la soberanía en las relaciones internacionales, responsabilidad, respeto, libertad y solidaridad en lo interno. A eso va Morena: a que México vuelva a ser un pueblo en el que todos podamos con alegría desearnos para el futuro cercano felicidad y prosperidad compartidas.