Opinión
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Ruta Sonora

Scott Walker

Fiestas de fin de año

Q

ué mejor álbum para cerrar el año que Bish Bosch (2012), del hombre-leyenda Scott Walker, brillante compositor y cantante estadunidense-británico: obra tremenda, que evoca al apocalipsis con maestría, como sólo él es capaz.

Walker es una de las figuras más enigmáticas y fascinantes del rock anglosajón. Inició muy joven su carrera solista (Scotty Engel) a fines de los años 50; alcanzó la fama en los 60 con el trío The Walker Brothers (1964-1967), con canciones pop orquestales en las que destacaba la imponente voz barítona de Scott (tendrían un regreso afortunado en 1978 con el excelente disco Nite Flights). Su punto más alto lo tuvo de nuevo como solista entre 1967 y 1969, en que editó cuatro discos al hilo: Scott, Scott II, Scott III y Scott IV, maravillas (sobresale el último) con coqueteos al trabajo de Serge Gainsbourg, pero con detalles de experimentación sónica poco ejecutados en dicho género. Todo un crooner elegante, enérgico, cuyo espíritu futurista y de vanguardia tardaría décadas en despegar, pues aunque fueron buenos discos, las bajas ventas lo desalentaron. Salvo fallidos intentos de volver al lado de sus Brothers, Walker se perdió en las sombras. Su último disco antes de transformarse fue Climate of Hunter (1984). Luego desaparecería una década más. Sin embargo, Nite Flights y Climate… llamaron la atención de David Bowie y Brian Eno, quienes se encargaron de que no quedara en el olvido.

En 1995 reapareció con una obra inesperada, deslumbrante: Tilt, primer disco de la trilogía que formaría con The Drift (2006), otro disco impactante, y el actual Bish Bosch, con el que cierra el ciclo, a decir de él mismo. La procacidad, la angustia ontológica, las imágenes sórdidas, las experimentaciones sonoras, los cantos extremos, ubican esta trilogía lejos del pop y cerca de la música contemporánea. La belleza vocal de Walker colabora en alto porcentaje a transmitir emociones profundas, oscuras; pero conforme ha avanzado, los riesgos sónicos han crecido.

Así, Bish Bosch (título que combina el slang de “bitch”, puta, con el sobrenombre del renacentista pintor danés Hieronymus Bosch, El Bosco, adecuado a esta obra) toca el extremo del terror, como ya empezó a hacer en The Drift. Sin embargo, en aquél, el horror se mezclaba con melancolía. En su nueva pieza, el espanto lo es todo. De inicio a fin, es imposible dejar de sentir angustia, temor, perturbación, con menos elementos tímbricos que en los dos previos, donde el atiborre era parte de la propuesta estética. Ahora, transmite su pesimismo y desesperanza mundana (plagas, suicidios, prostitutas) mediante orquestaciones (cuer- das y metales) fastuosas al servicio, no de la alegría melódica, sino del desconcierto. Citas históricas, filosóficas, médicas, geográficas, ayudan a señalar la decadencia política, corporal, religiosa, que nos rodea. Cuchillos afilándose, cuerdas que se revientan, flatulencias armónicas, golpeteos con objetos metálicos, inter-cortes de energía, perros que ladran; percusiones tribales ocasionales, baterías y platillos disimulados; ocasionales guitarras eléctricas de timbre metalero, más como cortina de fondo para enfatizar momentos que como timbre central; sintetizadores siniestros que generan texturas ambient actuales; vientos que soplan, insectos electrónicos, crujidos digitales, ecos espectrales, cadenas y cascabeles; largos y estridentes silencios; imágenes de calabozo y oscuridad espirituales. Y al centro, la voz fastuosa, teatral y deliciosa de Walker. No se sabe si uno está en medio de un film noir o de un vericueto existencial de Ingmar Bergman.

Lo interesante es que el disco no es impenetrable ni pretencioso. Está tan bien ejecutado, con tanta claridad en sus objetivos, y con cierta ironía suavizante, que no le falta ni le sobra nada. Es del todo disfrutable y, sobre todo, excitante. Discazo que rompe esquemas y exhibe que es posible seguir sorprendiendo, aun a los casi 70 años de edad. Documental harto recomendable sobre su vida: Scott Walker: 30 century man (Stephen Kijak, 2006).

SPR, Rebel Cats, más rockabilly, Ibero crew

Viernes 28: 1. San Pascualito Rey y su angustia potente, al lado de Un Mexicano Enojado. Caradura (Nuevo León 73, Condesa); 21 horas, $150. 2. Día de los Inocentes con el rockabilly deschongado de los Rebel Cats. Imperial (Álvaro Obregón 293, Roma). 22 horas, $120.

Sábado 29: 1. Más y más rockabilly: Los Rebeldes Locos, Los Black Jacks, Los Pardos, Eddie y los Grasosos, Leopardos, Desenfrenados. Bar El Cuartel (Atenas 32, Juárez); 17 horas, entrada libre. 2. Fiesta La última y nos vamos con la crew de Ibero 90.9: EsaMiPau!, DaBid y Anna Stephens. Imperial (dirección citada), 22 horas, $100. (más recomendaciones: patipenaloza).

Twitter: patipenaloza