añana se va a conmemorar el nacimiento del Niño Jesús, fecha trascendente para el mundo cristiano. En nuestro país esta celebración comenzó en el siglo XVI, como parte del proceso de evangelización. Enterados de que las fiestas religiosas entre los naturales habían incluido cantos, bailes y rituales de efecto teatral, los frailes buscaron un medio semejante para despertar el interés de los indígenas en la nueva religión. Una forma idónea habrían de ser las posadas, que solamente se celebran en nuestro país y se originaron en las pequeñas piezas religiosas llamadas autos, que los misioneros componían en lengua mexicana. Uno de los primeros 12 franciscanos, fray Luis Fuensalida, escribió en náhuatl unos Coloquios entre la Virgen María y el arcángel san Gabriel.
El antecedente del novenario son las misas de aguinaldo que se celebraban en el interior de los conventos. Poco a poco fueron tomando forma las posadas como las conocemos y se instauró la costumbre de representarlas del 16 al 24 de diciembre, recordando la petición de posada y abrigo que hicieron José y María en la espera del nacimiento del Niño Jesús. A lo largo de muchos siglos fueron una costumbre generalizada entre la población de todos los sectores sociales; muchas crónicas antañonas hablan de ello.
Ya hemos hablado de que en las posadas se incluyó la costumbre de romper la piñata, tradición de origen chino, de donde fue llevada a Italia por Marco Polo. De ahí pasó a España para llegar a México, en donde tuvo tan amplia aceptación que prácticamente es el único país en donde continúa viva. Constituye una magnífica muestra de la creatividad popular. Admira ver la diversidad de formas que adopta; con su corazón de barro, se cubre con tiritas de papel de china, de multitud de colores, graciosamente rizadas, se convierten en estrellas, frutos, flores, animales. Ahora muy modernizadas, algunas adoptan las formas de personajes de moda entre los infantes y muchas ya son sólo de cartón pintado, éstas no las compro por nada.
Otra bella tradición es el nacimiento; fue san Francisco de Asís en los inicios del siglo XIII, el que tuvo la feliz ocurrencia de representar en vivo el nacimiento del Niño Dios, en el pequeño pueblo de Greccio, en Italia. Poco después se representó con figuras de madera vestidas con tela; eran famosas las de Nápoles y de Génova. La hermosa costumbre pasó a España y luego a México, en donde de inmediato fue acogida. Las monjas fueron de las primeras en colocar nacimientos y a algunas, como las del convento de la Encarnación, les gustó tanto la idea que los tenían todo el año en sus celdas, convirtiéndose en un motivo de competencia para ver quién tenía el más hermoso. Para lograrlo cada una sacaba sus mejores talentos y empeños para cubrir a las figuras con las ropas más finas y elaborar complicadas decoraciones.
Las iglesias montaban sus nacimientos desde la Navidad hasta la fiesta de Reyes, costumbre copiada en todas las casas, que según el presupuesto se instalaba con sencillas figuritas de barro o finísimas de madera, cerámica o cera, lujosamente ataviadas, en complicadas representaciones, con infinidad de personajes. La marquesa Calderón de la Barca, que en el siglo XIX escribió unas cartas memorables de su estancia en México, como esposa del primer embajador español, se fascinó con los nacimientos mexicanos y los describe detalladamente en una de sus cartas. No hay que perderse su libro La vida en México.
Otro tema es la gastronomía navideña que tiene muchas opciones, según los gustos y el presupuesto. Hay quienes pueden preparar un pavo con su buen relleno y bacalao a la vizcaína; otros festejarán con tamales y romeritos en un sabroso mole, pero cualquiera que sea el menú, el plato principal va a ser el amor y el gusto de compartir con la familia y los amigos un día especial del año, en que se busca la paz y la concordia que tanta falta nos hacen. ¡Feliz Navidad!