¿Y dónde está la oposición?
reo que vivimos un (breve) regreso a la partidocracia que precede la inevitable emergencia de una oposición verdadera. El desplome financiero de 1995 obligó a Zedillo a autorizar la alternancia
. Muchos ingenuos creímos que en México tendríamos una transición de terciopelo a la democracia. Pero el debilitamiento del Estado nacional a favor de una estrecha oligarquía (proyecto de Salinas) puso límites insalvables al proyecto democrático. Fox frustró una nueva alternancia hacia la izquierda. No era, ni es verdad, que AMLO representara un proyecto chavista
o populista
. La razón fue que el tabasqueño era insobornable y sus reformas modernizadoras, muy moderadas, no eran compatibles con las duras predilecciones de los grupos de interés.
No creo que Peña quiera restaurar el poder del Estado o establecer una economía de mercado sana o una democracia verdadera. Intentará consagrar los privilegios, las ventajas y corruptelas del sistema oligárquico sustentado en el poder de los monopolios, la concentración de recursos y oportunidades, la eliminación de la competencia, la alianza con los grandes consorcios extranjeros y el manejo de instituciones y partidos por un grupo de potentados. La propuesta de Peña, en particular el Pacto por México, para un liberal como yo, son un infundio. Carece de marco presupuestal, de consenso con la sociedad, de madurez política. No se trata de una reforma profunda y seria. Es políticamente imposible que Peña desafíe a los poderes fácticos que lo encumbraron. Puede intentar quebrar a Elba Esther Gordillo para ganar legitimidad
, pero no podrá ir contra quienes le dieron el dinero suficiente para comprar la elección.
Una multitud de organizaciones y líderes de opinión están dando su apoyo entusiasta a Peña. Los partidos de oposición parecen querer sumarse al proyecto del mexiquense. Niegan la existencia misma del sistema democrático, que es la contradicción. En lugar de distinguirse y ofrecer opciones quieren diluirse en un consenso optimista
. Comprendo que el PAN lo haga, arrastrado por el desaliento. Lo difícil de entender es que el PRD estreche su cercanía con Peña y tome distancia de AMLO, a quien debe casi todos los millones de votos, las curules y gubernaturas que hoy disfruta. La explicación: la nostalgia por la partidocracia: la hegemonía del PRI-gobierno, que mandaba mientras ellos recababan parcelas mucho menores de las que una oposición fuerte, segura de sí misma, pudiera lograr.
Es evidente que el PRI no quiere transformarse y Peña no puede cumplir los 95 compromisos con que ha embriagado temporalmente a la opinión pública. Cuando pase la resaca, los actores políticos mostrarán su estatura y habrá campo para una oposición verdadera.