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Gustavo Pérez cerámica 2012, muestra de piezas sueltas, únicas, en Estación Indianilla

El barro tiene muchas formas de decirte que estás equivocado

Su proceso creativo es inconsciente: hay que hacer una pieza y seguir con la otra; no es hacer 20 al año profundamente pensadas

Prefiere asumir riesgos en su producción: no es necesario garantizar un buen resultado; esa búsqueda entiesa, hace miedoso, sostiene

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En el Centro Cultural Estación Indianilla, el alfarero ofrece un trabajo posterior y diferente a la obra realizada de 2005 a 2011 que se presentó hace un año en el Museo del Palacio de Bellas ArtesFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Domingo 16 de diciembre de 2012, p. 2

Gustavo Pérez cerámica 2012, exposición de más de 100 piezas que se inauguró ayer en el Centro Cultural Estación Indianilla (Claudio Bernard 111, colonia Doctores), ofrece un trabajo posterior y diferente a la obra realizada de 2005 a 2011 presentada en una exhibición apenas hace un año en el Museo del Palacio de Bellas Artes.

Pérez reconoce, no obstante, que esta diferencia no puede ser absoluta, hay continuidad. Aunque tiene que haber estas líneas de desarrollo que no se pueden romper de manera definitiva, también se necesitan nuevos tratamientos y desarrollos de esas mismas ideas. De allí que en Estación Indianilla habrá “algunas formas nuevas, hay quizá más esculturas –en Bellas Artes había pocas–, pero sigue habiendo vasijas, porque siempre las habrá en mi producción”. Se trata de piezas sueltas, únicas, todas. Algunas salieron del horno hace una semana.

Llama la atención que el entrevistado emplea la palabra escultura, porque siempre se ha dicho ceramista y no escultor. Sí, me contradigo, porque ha pasado el tiempo, al referirse a su exposición de 1999, en el Museo de Arte Moderno.

Apunta: En ese momento estaba desde luego muchísimo más en un desarrollo de las posibilidades de la creatividad en la alfarería; de pronto ahora me encuentro que esto se ha movido hacia la escultura. Entonces, quizás es propio llamarlo escultura. Hay muchísimas vasijas aquí, nunca dejará de haberlas, pero hay este movimiento hacia algo que ya no son vasijas de ninguna manera. Esto sucede desde hace bastantes años, pero ahora es más acentuado, quizás por eso lo puedo asumir con más naturalidad.

–Me imagino que es parte de un proceso.

–De la misma manera que me preguntan cómo se llaman las piezas: no tengo la más mínima idea. Si tuve algún problema para bautizar a mi hijo, que me pidan que lo haga con mis piezas se me hace absurdo, porque son tantas.

“De pronto sucede que alguna pieza me dice cómo se llama, entonces, asumo el nombre. Estas piezas me han dicho ‘somos esculturas’, no quería hacer esculturas, quería hacer piezas, vaya, lo que siguiera. Si son esculturas, bueno, las asumo como tales.

–Entonces, ¿la culpa es de las piezas?

–Sí, la culpa es de las piezas, claro. No, no es culpa, es como una evidencia, quizá se trata de que trabajo con una mínima intención de decir algo. No quiero decir nada, eso es muy importante. Juego con el barro, investigo posibilidades. En el texto que escribí para la exposición recuerdo esta declaración de Schubert que tanto me gusta por su ingenuidad y fuerza.

“Cuando le preguntaron sobre su sistema creativo dijo: ‘termino una pieza y empiezo la siguiente’, lo cual es algo que suscribo plenamente. Hay que terminar una pieza y hacer la que sigue sin más conciencia, no hace falta. Hay una conciencia de ciertos efectos que quiere uno generar, de ciertas posibilidades que uno quiere explotar más a fondo.

“Jaime Gil de Biedma hablaba de los efectos como algo característico de un lenguaje poético. En el caso de la cerámica esto funciona perfectamente. Me doy cuenta de que este pliegue o pequeño corte genera un efecto especial, eso que apareció a la pasada en una pieza es lo que voy a utilizar de una manera más clara –según yo– en la siguiente.

“La producción cerámica es un proceso largo en el caso de los que la asumimos como alfareros; es decir, una productividad grande permite esta investigación de una manera rápida. No es hacer 20 piezas al año que tienen que ser profundamente pensadas, no: hay que hacer muchas, pueden ser 20 al día, con las que hubo la posibilidad de probar muchas cosas diferentes. Al día siguiente habrá otras más.

Es importante ir al exceso

De esa manera quizás también se puede ser más espontáneo y directo en la toma de los riesgos, que no es necesario garantizar que habrá un buen resultado en lo que uno hace. Esta búsqueda de la garantía de la calidad, del resultado, es algo que entiesa, hace miedoso, el trabajo. He echado a perder muchas piezas. Es importante ir muy lejos, pasarse, ir al exceso, descubrir que te equivocaste, que debiste haberte detenido un poco antes. Bueno, pero como te pasaste ya sabes cómo es. De otra manera nunca te pasas cuando quieres esta seguridad, siempre conseguir el buen resultado, pues, quizás nunca conoces este límite que te permite saber del exceso.

–¿El barro nunca le permitiría hacer algo contra su naturaleza?

–Si le pides al barro algo que no está en su naturaleza se rompe, se cae, se funde, tiene muchas maneras de decirte que te estás equivocado. Cuando trabajas como al barro le gusta, reacciona muy bien. Pero, quizás lo que hace falta es tener esa capacidad de saber qué es lo que le gusta para desarrollar un trabajo a partir de eso.