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Penultimátum

Sorpresas papales

J

oseph Ratzinger, como se sabe, es uno de los más importantes teólogos de la Iglesia católica. Alguien que no duda en dejar sin sostén lo que se creía era verdad revelada en directo por el Altísimo. De igual manera no se anda con rodeos en respaldar asuntos de revelación terrenal, como los motivos por los cuales el sacerdocio está negado a las mujeres: porque Jesús no escogió para apóstol a ninguna mujer. Más claro, imposible.

Antes, en 2007, resucitó de nuevo la idea del infierno, desestimada durante su reinado por Juan Pablo II, quien vinculó el infierno no a un castigo físico sino a una situación espiritual metafórica en la que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, fuente de vida y de alegría.

Mas para Ratzinger, el infierno existe y es eterno. Dejó así vivo el dilema de o te salvas o te condenas. Con las llamas esperando a los últimos. Dante en todo su esplendor.

Tras años de intenso debate (según fuentes generalmente bien informadas) el Vaticano, de la mano de Ratzinger, también resolvió eliminar la idea del limbo. Ese inmenso lugar sin tormento pero alejado de Dios, al que iban los niños recién nacidos que no tuvieron la fortuna de recibir el sacramento del bautismo, de lavar la culpa del pecado original del hombre en el Paraíso. Es decir, la inmensa mayoría de la humanidad.

Y a principios del año pasado, Ratzinger aseguró que el purgatorio no es un lugar del espacio, del universo, sino un fuego interior, que purifica el alma del pecado. Nada entonces de tormentos. Ya no más rezos, limosnas y misas para librar a las benditas almas del fuego que todo lo quema. Por eso el Papa pidió a los católicos rezar por los difuntos para que puedan gozar de la visión de Dios. De paso los invitó a prestar una mayor atención a los pobres y más necesitados.

El teólogo convertido en pontífice contra su voluntad (su ideal era pasar sus últimos años escribiendo, acompañado de sus gatos y la música de Wolfgang Amadeus Mozart), acaba de sorprender con un nuevo libro editado por Rizzoli: La infancia de Jesús, cuyo tiraje en italiano consta de un millón de ejemplares a 220 pesos cada uno. Está lista su distribución en 70 países y 20 idiomas.

Y como ocurre con un bestseller, con la más avanzada mercadotecnia el Vaticano se encargó de adelantar algunas revelaciones del libro. Por ejemplo, que Jesús no nació en ningún portal de Belén, y menos acompañado de una mula y un buey. Y que nació bajo la conjunción de Júpiter, Saturno y Marte seis o siete años antes de lo que la propia Iglesia tiene establecido.

Tampoco la estrella que supuestamente guió a los magos de Oriente era una supernova. Eso sí, reafirma el teólogo, el niño fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de Santa María Virgen.

Espere más sorpresas papales.