l descubrimiento freudiano es algo más que hacer surgir verdades, es tratar de remediar dolores en un nuevo espacio síquico: el lenguaje. Se inicia con un eco lejano y confuso, como entre sueños, luego, sonidos inarticulados, rumores, suspiros y susurros, palabras desconectadas, frases inconexas, sin orden. La palabra no ha nacido todavía, cuando la articulación no es ya el grito, pero no es todavía discurso, la repetición es casi imposible y la lengua en general: separación de concepto y sonido, significado y significante diferencia entre alma y cuerpo, amo y esclavo, dios y el hombre
(Jacques Derrida).
De esa separación nacerá lo que llamamos el lenguaje del cuerpo: gestos, relajación o rigidez corporal, acompañamientos del lenguaje; tonalidad, ritmo, armonía, herederos de llantos, susurros, suspiros, etcétera. Lentamente, el lenguaje que se va a estructurar y a la larga dará pie a la creación, cura
a la caótica depresión y a la melancolía.
Símbolos que integrados en el lenguaje son magia demoniaca-freudiana escrita en espacios inestables, abiertos, indecibles, en un discurso en el que mi madre (el otro) se convierte en indispensable. Espacio imaginario lingüístico que se da donde el narcisismo indiferenciado se vacía y el amor aparece permanentemente como constructor de espacios de palabras. Hechicería, misterio freudiano del amor renovado en ese contrato lingüístico, soledad desdoblada orientada hacia el uno, que hace de mí el otro y torna la sicología individual en social.
Búsqueda desesperada de un espacio síquico, representación de fantasías, sueños, imágenes ancestrales; renacimiento cotidiano del amor. Encuentro y ruptura siempre presentes en la sexualidad, objeto del deseo, ella, que no cumple a cabalidad mis expectativas. Imaginación que une noche a noche, en la habitación del espacio que es la palabra, quizá sólo verbo o sólo sueño, ella en mí, en mi espacio, signo confuso de mi dolor por la ruptura que reclama.
Verbo sólo nombre que requiere de la representación imagen de la espera, esperanza idealizadora que nunca concuerda con el encuentro. Palabra que integra la imposibilidad de eternidad de la pareja. Espera que sólo se da en el espacio nuevo; el lenguaje, juego de enlaces y articulaciones de signos, movimientos que varían los significados en que muere y nace el deseo, donde nadie canta pero se canta, nadie ha nacido porque nadie puede nacer pero nace y nadie puede morir porque no ha nacido y vive.
Lenguaje negro, demoniaco, articulación de lo fragmentado inacabable y deseo de la representación palabra, integradora, opuesta a la representación cosa, muerte vacío de no ser más que uno, identidad síquica perdida, melancólica, insoportable, no representable. Extranjero de un mundo terrorífico, delirio en espacio de poder omnipotente y deseo de reinventar el sexo con ella. Sólo lenguaje desarraigado en espacio imaginario, flotando entre murmullos que dan origen a una música polivante, infinita, inacabable, creación interior, plena, reflexiva, dueña de pérdidas y duelos.
Rencuentro con mi madre, fuente de excitación inimaginable, piel suave, roce tierno, hueco que apenas formado se funde y se articula al calor del abrazo y el contacto con el pecho terciopelo y el tierno pezón. Sentimiento oceánico, nueva ruptura y búsqueda desesperada de ella, ellas
, afuera, en mí. Idealización, omnipotencia garante suprema contra la aburrición, máscara superficial de la depresión.
Mi madre en el fondo y la forma. El fondo en el papel del elemento intuitivo y la forma del racional. Forma que se adecua al fondo. Vehículo en que lo instituido imaginario en el nuevo espacio síquico se concreta en un lenguaje revelador del inconsciente, sentimiento negro, oscuro, de la nada, representación de lo esotérico, el objeto cosa intuición sexual con tiempo fuera sólo el campo interno, en el lenguaje, telepatía, breve levedad del ser, posibilidad de renacer eternamente al sufrir el dolor y la pérdida
, nuevas telepatías y espacios imaginarios. Cimentados en la carencia de ella, quien es uno mismo. Palabra de reconciliación con el otro espacio, el cosmos y, por tanto, con la vida. Intuición de lo ingobernable situado fuera del tiempo y el espacio externo, en nuevo tiempo y espacio imaginario del lenguaje.
Ese lenguaje único de la espera, ojos brillando como lunas decembrinas. Nuevos tiempos y espacios síquicos, que penetro, sin saber cómo, ni por dónde, mientras el deseo va creciendo y la carne se calienta en el nuevo espacio freudiano”, de permanente aparecer y desaparecer una fusión en mí mismo, de ella, fascinado con mi propia imagen. Pánico a la palabra que diferencia, corta, identifica y es base de la sicología freudiana, sicología del otro y, por tanto, anulación de la sicología individual, para dar paso a la sicología social: símbolo y lenguaje.