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La Muestra

En otro país

R

ohmer en las playas de Corea del Sur. En otro país, de Hong Sang-soo, semeja a las comedias del realizador francés de Un cuento de verano. Un tono festivo y picaresco preside las coincidencias y desencuentros de varios personajes coreanos que entran en contacto con Anne (Isabelle Huppert), una mujer francesa vista por todos ellos como el icono de sensualidad y refinamiento que se empeña en fabricar la fantasía local. Todo esto procede sin embargo de la fantasía de una guionista coreana que se divierte imaginando y contando tres historias distintas y complementarias, con personajes secundarios en común, cuyo motivo narrativo central es la llegada de Anne al puerto coreano de Mohang.

En su primera aparición Anne es una cineasta francesa que viaja a Corea para encontrarse con un amigo realizador local con quien alguna vez tuvo una aventura. El hombre la recibe en su hogar y ella vive un pequeño conflicto moral al ser objeto de la hospitalidad de la mujer de su amigo, embarazada e ignorante de los viejos lazos afectivos entre los dos, y de los renovados intentos de seducción que el cineasta le impone a escondidas. La aparición de un simpático salvavidas, despreocupado y joven, funcionará como elemento de distensión del posible conflicto. El esquema se repite con mínimas variaciones en dos episodios más. Anne se transfigura en esposa de un industrial francés en Corea, a quien engaña con un cineasta ya maduro, y después en esposa abandonada por otro hombre rico, y llega siempre a la playa de Mohang, para olvidar sus penas o permitirse el lujo pasajero de la infidelidad. En los tres episodios aparece, como motivo humorístico, el mismo salvavidas (Yoo Jung-sang), interpretado por un actor fetiche en el cine del coreano. En otro país posee un formidable espíritu lúdico. Es un comentario irónico, sin filo de sarcasmo, sobre las fantasías masculinas en torno a un ideal femenino diseñado por la mercadotecnia occidental. Imagen de exportación del glamur francés femenino: hace unas décadas, Brigitte Bardot, emblema nacional, Mariana con gorro frigio; poco después, Catherine Deneuve, elegancia en cine de autor y en la publicidad de perfumes; hoy, Isabelle Huppert, prototipo de la mujer independiente, segura de sí, bella en su madurez satisfecha, y a todas luces inasible. (Huppert, a años luz de sus personajes atormentados en cintas de Chabrol y Haneke). El resultado: Hong sang-soo y sus protagonistas masculinos capitulan ante la irresistible tiranía de esta turista francesa que reacomoda el mundo sentimental de cada quien, encontrando holgadamente en él acomodo.

Esta confrontación cultural sirve al director para reafirmar los valores de una tradición coreana (música, hospitalidad, gastronomía, hasta un disfrute sereno y jocoso de la virilidad), frente a un imaginario local que afanosamente busca en Occidente las claves de su propia modernidad. Lo que propone el cineasta es la libertad imaginativa de su relato fragmentado, la asimilación y nueva significación de la influencia europea en su quehacer artístico, y el gusto por una comedia del absurdo que con inteligencia y buen pulso organiza sus narraciones para contar una misma vieja historia de amor con variaciones infinitas.

Además de la Cineteca Nacional, la muestra prosigue su recorrido en salas de Cinemex, Cinépolis, Lumiere Reforma y sala Julio Bracho del CCU.

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