Sociedad y Justicia
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Una de cada seis víctimas en el país terminan suicidándose, advierten especialistas de la UNAM

El acoso cibernético, pese a ser grave, es un fenómeno poco atendido en México

Maestros, padres de familia y autoridades, si es on line, lo consideran como un juego, acusan

Urgen mecanismos de investigación más eficientes para identificar los casos, consideran

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En el fenómeno del acoso cibernético no se debe satanizar a los aparatos tecnológicos ni a las redes sociales, pues el origen de la violencia no está en ellos, sino en la sociedad, considera Pablo Rebollo Munguía, académico de la Facultad de Derecho de la UNAM y especialista en criminologíaFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Domingo 28 de octubre de 2012, p. 33

A pesar de su gravedad, el acoso cibernético (ciberbullying) es un fenómeno muy poco atendido en México, en gran medida porque los maestros, autoridades y padres de familia piensan que se trata simplemente de un juego, no prestan atención a las necesidades de sus hijos y no saben utilizar nuevas tecnologías de la información, lo cual provoca que uno de cada seis víctimas de dicha práctica en México terminen suicidándose.

Así lo advirtieron diversos especialistas en el tema, quienes subrayaron que para resolver este problema de salud pública, es necesario atender tanto a los menores agredidos como a los agresores –quienes no pueden ser criminalizados–, y desarrollar mecanismos de investigación más eficientes para identificar y castigar los llamados delitos cibernéticos.

10 millones de involucrados

El término ciberbullying, explicó en entrevista Luz María Velázquez, académica del Instituto Superior de Ciencias de la Educación del estado de México, fue acuñado en 1995 por el investigador canadiense Bill Bensley, quien se dio cuenta de que la práctica tradicional de acoso escolar se había potenciado a través de las nuevas tecnologías de la información.

El envío o publicación de material en Internet con el propósito de dañar a otra persona –que algunos especialistas rebautizaron con el término “violencia social on line”– es en realidad una práctica mucho más nociva que el acoso cara a cara, puesto que a través de la red mundial un sujeto puede estar anónimo y atacar a su víctima no sólo en una escuela, sino donde quiera que tenga acceso a una computadora o un teléfono inteligente.

Aunque no hay estudios recientes y confiables sobre el tema, se calcula que este fenómeno involucra en México de manera directa o indirecta a unos 10 millones de personas, contando a víctimas, agresores, maestros y padres de familia, indicó por su parte Julio Téllez Valdés, especialista en derecho y nuevas tecnologías del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Según cifras de la Procuraduría General de la República dadas a conocer el año pasado, recordó, una de cada seis víctimas de acoso en México termina suicidándose, aunque se calcula que hay una cantidad mucho mayor que nunca es reportada a las autoridades.

Cuando lastimar es divertido

Velázquez, autora de dos libros sobre ciberacoso, añadió que este fenómeno afecta mucho más a las mujeres, y que los agresores no tienen empacho al reconocerse como tales cuando son entrevistados, e incluso presumen de ello, por una cuestión de poder, pero también porque no consideran que sus actos sean más que una simple broma, un acto para divertirse.

Al estar frente a una pantalla y no ver la cara de sufrimiento de la víctima, no tenemos escrúpulos en lastimarla y pensar que la violencia es divertida. El filósofo austriaco Günther Anders dice que para nosotros un botón es sólo un botón, y lo mismo sirve para prender una cafetera que para mandar una foto por celular y desatar con eso a los cuatro jinetes del Apocalipsis. No entendemos lo que pasa, y nos hacemos irresponsables de nuestro comportamiento, señaló.

Pablo Rebollo Munguía, académico de la Facultad de Derecho de la UNAM y especialista en criminología, coincidió en que a pesar de que muchos niños y adolescentes agreden a otros con toda intención de dañarlos, nunca piensan en sus actos más que como un juego, aunque al mismo tiempo enfatizó que no es posible satanizar a los aparatos tecnológicos ni a las redes sociales, pues el origen de la violencia no está en ellos, sino en la sociedad.

En esa misma línea, Milagros Figueroa Campos, especialista en temas de acoso de la Facultad de Sicología de la máxima casa de estudios, indicó que los acosadores son por lo general personas de entre 10 y 20 años de edad, con mucha ansiedad, frustración y enojo, y expertos en el manejo de la tecnología, herramienta que les da una sensación de poderío y anonimato que aumenta su agresividad.

Padres y maestros, corresponsables

En la proliferación del acoso cibernético –que ya provocó varios suicidios de jóvenes, como el de la adolescente canadiense Amanda Todd, el pasado 10 de octubre– ni los padres de familia ni los maestros pueden lavarse las manos, puesto que tienen la responsabilidad de vigilar y supervisar a menores, atenderlos cuando identifiquen señales de angustia, e involucrarse en el manejo de la tecnología que a veces les resulta tan ajena, apuntó Rebollo.

Julio Téllez subrayó que la indolencia de las autoridades y de los adultos en el tema está presente en todo el mundo, como lo demuestra el hecho de que en Canadá no se había hecho prácticamente nada para frenar el ciberbullying, a pesar de que varias provincias tienen leyes contra ese fenómeno desde 2004. Los medios, los legisladores y los directivos de escuelas tienen allá una especie de sentimiento de culpa, porque sabían del problema y no hicieron nada al respecto, enfatizó.

La magnitud del acoso a través de Internet es tan grande, y es tan difícil controlar o identificar a los agresores, que los padres de familia y los jóvenes deben concentrarse en tomar medidas preventivas, coincidieron los especialistas consultados por La Jornada.

El dominio de los muchachos sobre la tecnología los hace un poco insolentes y se sienten invulnerables, por eso hay que sensibilizar a toda la población y que la violencia no nos tome desprevenidos, aseveró Luz María Velázquez.

Por todo ello, se recomienda colocar las computadoras en un lugar visible para los padres; bloquear ciertas páginas de Internet cuyo contenido puede ser riesgoso para menores de edad; platicar constantemente con los niños para identificar si ya están siendo agredidos, y acudir a un especialista para obtener ayuda sicológica en caso de ser necesario.

Algunas entidades en México ya tienen una regulación jurídica sobre esta problemática, pero es insuficiente, igual que la policía cibernética que combate estos delitos. Urge una regulación bien hecha, porque esta situación es apremiante y nos hemos acostumbrado a vivir en la violencia, sostuvo Téllez.