Calderón, un desastre previsible
ingún presidente contemporáneo ha terminado peor su régimen que Felipe Calderón. Salinas esquivó el desastre financiero desplazando su revelación y manejo a su sucesor. Lo más espectacular es el fracaso de la guerra contra el narco, que saturó de horror al país, provocó 120 mil muertes y una secuela de torturas, desapariciones, vindictas, amén de la destrucción de medio millón de familias y la descomposición de las fuerzas de seguridad. A cambio: cero reducción del tráfico y consumo de enervantes.
Su administración fue desastrosa en todos los campos, con excepción de los controles macroeconómicos impuestos con un costo social brutal por los ortodoxos funcionarios del viejo régimen. Al repasar el escenario nos encontramos un avance espectacular de la corrupción con el más pobre desempeño en la economía, más inseguridad, deterioro de la esperanza y calidad de vida, y de la cohesión social. No es un daño menor la derrota del PAN, en peligro de caer a menos de 20 por ciento del voto. Los malos resultados eran previsibles desde que tomó posesión el primero de diciembre de 2006, por varias razones:
1. Carencia de legitimidad. Es muy difícil echar a andar un proyecto de gobierno cuando más de la mitad de la población cree que te robaste la elección. Lo peor es que Calderón no tenía legitimidad ante sí mismo. Producto de una cultura clerical, vive en una conciencia culpígena que seguramente lo irritó al punto que quiso compensar lo perdido en las urnas con una guerra santa de exterminio del mal, sin objetivos estratégicos: una decisión enfermiza y autodestructiva.
2. No estaba preparado para gobernar México. Se movía muy bien dentro del PAN, pero su desempeño como coordinador de la fracción panista y como jefe del partido fue mediocre. El PAN se estancó y perdió el impulso que le había dado Salinas. Su paso por la administración pública durante el foxismo fue breve e irrelevante. ¿Cómo podría una persona así, sin grandes luces, conducir la compleja administración pública federal? Además, Calderón es un hombre resentido, rígido, iracundo e impulsivo; le gustaba provocar a sus adversarios y ofender a los priístas, de quienes ahora depende. ¿Cómo, con esas prendas, podría ser buen presidente?
3. Es un panista clásico, sin vocación de poder. El PAN, donde creció y se educó, no se proponía alcanzar el poder. Pretendía formar conciencia entre los ciudadanos y denunciar sistemáticamente al poder y los poderosos. Esto invalidaba a los panistas para ejercer el poder y sus riesgos. Esta debilidad ha arrastrado al PAN a una imitación de las peores cualidades del PRI que ellos criticaban con furia. Han caído en todas las corruptelas, simulaciones y disimulos que denunció Gómez Morín.