Opinión
Ver día anteriorViernes 19 de octubre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Martirio moderno
G

anadora del premio a mejor película en la sección Un Certain Regard, del festival de Cannes de este año, Después de Lucía es el segundo largometraje del realizador mexicano Michel Franco y marca su progreso expresivo en una depuración del estilo distanciado que ya había mostrado en su desigual Daniel y Ana (2009).

Después de Lucía narra el difícil proceso de adaptación de una adolescente, Alejandra (Tessa Ia), cuando ella y su perturbado padre Roberto (Hernán Mendoza) se mudan de Puerto Vallarta al Distrito Federal tras la muerte de Lucía, la madre, en un accidente automovilístico. La chica se adapta a su nueva escuela y hace amigos pero, durante un fin de semana de disipación, un escarceo erótico con José (Gonzalo Vega Sisto) es grabado a escondidas por este con su teléfono celular. El video se difunde de manera viral, como ahora se dice, y pronto Ale pasa a ser la paria de su preparatoria.

La adolescente se convierte así en una víctima de ese fenómeno llamado bullying, a falta de una traducción exacta del término. Sus compañeros y ex amigas se la pasan ideando nuevas formas para humillarla y vejarla, en una progresión del insulto circulado por Internet al abuso físico. Aunque Ale opone resistencia en un principio, no querer alterar más a su padre –quien en todo momento parece una olla express a punto de explotar– la lleva a una pasiva resignación a su martirio. Una excursión escolar a la playa conduce ya a actos criminales y Ale decide huir.

Con un guión de su propia autoría, Franco resuelve su relato sin asomos de morbo explotativo. Así como mantuvo su distancia sobre un caso de fijación incestuosa en Daniel y Ana, la puesta en cámara mantiene su función expositora respetando la dignidad herida de su protagonista. El ritmo narrativo es deliberadamente pausado mientras la acumulación de hechos deriva en un inevitable acto de venganza. Franco no intenta explicar la sicología de sus personajes, ni mucho menos hacer explícitas sus emociones (en ese sentido, funciona bien el hecho de que la película carezca de música). Así, sin trucos, Después de Lucía va creciendo en tensión dramática, misma que no encuentra su descarga en el terrible acto final de Roberto.

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Tessa Ia durante un acto de promoción de la cinta que protagonizaFoto Ap

Si Daniel y Ana pecaba de inverosimilitud, a pesar de estar basada en hechos reales, Después de Lucía hace en todo momento palpable la vigencia y propagación de un problema auténtico. El bullying se ha vuelto uno de los rituales insalvables en las preparatorias y universidades del mundo occidental, por lo menos, y cada vez más los casos trascienden a través de la nota roja. Las facciones inocentes de Ale le ponen un elocuente rostro a las miles de víctimas de esa nociva práctica. En gran medida, lo conmovedor es la nobleza intrínseca y vulnerabilidad que a su personaje le confiere la joven actriz Tessa Ia.

Pero la película no sólo retrata el bullying, sino lo sitúa en un contexto más amplio de violencia y hostilidad nacional que se han vuelto cotidianas. De esa manera, la resolución final parece la única probable en un país donde acudir a la ley o a la autoridad carece de sentido.

Después de Lucía: D y G: Michel Franco/ F. en C: Chuy Chávez/ Ed: Antonio Bribiesca/ Con: Tessa Ia, Hernán Mendoza, Gonzalo Vega Sisto, Tamara Yazbek Bernal, Paloma Cervantes, Juan Carlos Barranco/ P: Pop Films, Lemon Films, Filmadora Nacional, Stromboli Films/ México, 2012.

Twitter: @walyder