Opinión
Ver día anteriorMiércoles 17 de octubre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Violencia e irrealidad
D

e visita en el Reino Unido, como parte de la gira que realiza por Europa, Enrique Peña Nieto pretendió minimizar la catástrofe que enfrenta nuestro país en materia de seguridad pública, al afirmar que la imagen y proyección de México ante el mundo por el problema de la violencia es quizá peor de la que realmente se vive.

De esa forma, el político mexiquense retomó el alegato de la administración federal en turno de que la actual crisis de seguridad es principalmente un problema de percepción. Tal declaración es desafortunada, porque orilla a inferir que el gobierno que asumirá funciones a partir del primero de diciembre no sólo dará continuidad al diagnóstico equivocado del calderonismo en materia de criminalidad, lo que mina la perspectiva expresada por el priísta de variar la estrategia.

Lo cierto es que la visión cosmética de la realidad ha constituido, en el actual ciclo de gobierno, un lastre fundamental para atender los clamores ciudadanos de paz, contención del baño de sangre en curso y combate a la criminalidad con base en una estrategia inteligente, responsable y respetuosa de los derechos humanos y de las garantías de la población.

Por otra parte, parece un tanto ingenuo que el presidente electo difunda en el extranjero una versión edulcorada de la situación nacional, como si ésta no fuera reportada e informada por los distintos cuerpos diplomáticos acreditados en México a sus respectivos gobiernos, y como si los medios de comunicación y los organismos humanitarios internacionales no hubiesen dado cuenta, a lo largo de los recientes años, de la cuota diaria de asesinatos y levantones, de la zozobra social, del deterioro institucional que padecen las dependencias supuestamente encargadas de salvaguardar la legalidad y de la pérdida de control del Estado en varias franjas del país.

En cambio, el intento de Peña Nieto por minimizar el clima de violencia, inseguridad y descomposición que afecta al país proyecta, ante el conjunto de sus interlocutores internacionales, una imagen de poca seriedad y devalúa, por tanto, la investidura que aspira a asumir el mexiquense.

Para atender el problema de la delincuencia desbordada en el país se requiere, como primer paso, el reconocimiento sin regateos de una realidad que ha sido ampliamente documentada por las cifras del propio gobierno, por los reportes de los medios de comunicación y de múltiples organismos internacionales.