a salida de Andrés Manuel López Obrador de las filas del sol azteca y la inminente conversión de Morena en partido político han sacudido las aguas de la izquierda electoral en México.
López Obrador alcanzó en los comicios presidenciales de 2012 la votación absoluta más alta que haya obtenido jamás la izquierda: 15 millones 896 mil 999 sufragios, equivalentes a 31.59 por ciento. La cifra supera en casi 2 millones 400 mil votos a los obtenidos por los diputados de mayoría relativa del Movimiento Progresista. El candidato es mucho más popular que los partidos que lo postularon.
Sin embargo, la indudable capacidad de convocatoria y movilización del tabasqueño no tuvo un instrumento organizativo eficaz el día de las elecciones. Su estructura electoral resultó ineficaz. Los millones de afiliados formalmente a Morena no cuidaron las casillas. A pesar de que el Movimiento Progresista aseguró que tendría representantes en 95 por ciento de los centros de votación, en el mejor de los casos cubrieron apenas los alcanzados en los comicios de 2006.
La decisión del ex candidato presidencial afecta al conjunto de las fuerzas progresistas del país, pero de manera muy especial a Izquierda Democrática Nacional (IDN), conducida por los profesores, ex sindicalistas y líderes de damnificados urbanos, René Bejarano y Dolores Padierna, principal beneficiaria electoral del despliegue del lopezobradorismo dentro del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Bejarano remontó el enorme desprestigio que le provocó la difusión en la televisión del video en el que el empresario argentino Carlos Ahumada le entregaba fajos de billetes. Absuelto del delito de lavado de dinero formó en noviembre de 2008 el Movimiento Nacional por la Esperanza. A su manera, se mantuvo fiel a López Obrador, pagando un alto costo personal por ello. No fue en vano. Su corriente capitalizó el descontento con Nueva Izquierda y se presentó como el instrumento para que, quienes simpatizaban con el tabasqueño, hicieran política dentro del sol azteca.
En sentido estricto, el PRD no es un partido político sino un frente electoral de varias corrientes. La verdadera disciplina y lealtad de sus militantes es con la tribu a la que pertenecen y con la que pueden llegar a ocupar un cargo político, no con las siglas del instituto político. Los militantes provenientes de las filas de IDN que ocupan puestos de representación popular o tienen trabajo gracias a la fracción, deben cotizar religiosamente a la corriente y no al partido. Le llaman el diezmo. Los recursos económicos que manejan son significativos.
Aunque IDN declara estar en favor de la transformación social, su práctica política y su ejercicio de gobierno reproducen los vicios clientelares, corporativos, asistenciales y facciosos tan caros a clase política de todos los signos. Se diferencia de otras corrientes de centroizquierda en su capacidad de trabajo, eficacia y disciplina, así como en el respeto a los compromisos que negocian. Mientras otras fuerzas dentro del partido hablan, ellos chambean.
Los bejaranistas han construido un aparato electoral eficaz, al punto de convertirse en la principal fuerza de izquierda en la ciudad de México. Personajes que se escindieron de sus filas, como Martí Bartes y Alejandra Barrales, no pudieron consolidar expresiones nacionales estables dentro del partido. En el camino, muchas otras tribus dentro del partido han colapsado.
A pesar de ello, el aislamiento de Bejarano de la intelectualidad, del mundo de la cultura y de los medios de comunicación es enorme. En ese mundo, su reputación es, por decir lo menos, dudosa. Los intelectuales que apoyan a AMLO desconfían del profesor. Su corriente no se destaca por impulsar el debate de ideas.
IDN fue la corriente dentro del PRD que más creció durante las pasadas elecciones. Obtuvo 36 diputaciones y seis senadores, además de seis delegaciones y 15 asambleistas en la ciudad de México. Buen número de estas posiciones fueron ganadas por mayoría en los distritos electorales. Ellos son la primera fuerza electoral dentro de la izquierda en la cuarta circunspección, donde el progresismo tiene más presencia.
Eficaz en la maniobra política tradicional, el profesor ha logrado –así sea momentáneamente– que Alternativa Democrática Nacional (ADN), que obtuvo 16 diputados, deshaga su alianza con los chuchos y pacte con él.
Nueva Izquierda, la hasta ahora corriente hegemónica dentro del PRD, es una estrella declinante. Aunque consiguió 32 diputaciones federales, cinco senadurías y una gubernatura, muchas de estas posiciones fueron obtenidas ocupando los espacios plurinominales. Su control del partido no proviene de su competitividad electoral, sino de sus relaciones con el poder y el control del aparato burocrático. Su desprestigio es muy grande.
IDN es, muy probablemente, la fuerza emergente dentro del PRD con mayor capacidad de crecimiento en el corto plazo. Fuera de la ciudad de México mucha gente se ha incorporado a sus filas porque ve en ella un vehículo eficaz para ocupar puestos de representación popular. Con pragmatismo, la corriente los ha aceptado sin consideraciones ideológicas o políticas. Es común que dentro de una misma entidad, dirigentes partidarios enfrentados entre sí participen dentro de la corriente.
Sin embargo, el crecimiento de IDN tiene pies de barro. Su proyecto es esquizofrénico. Ya no podrá seguirse presentando como el representante informal de López Obrador dentro del PRD, y parece no tener gasolina propia suficiente para caminar en solitario. Bejarano no acompañó al tabasqueño en su salida del partido. Para refrendar su registro como partido político en 2015, Morena irá a las elecciones intermedias en solitario, es decir, se enfrentará a los otros partidos progresistas, y a IDN en particular. Está por verse si IDN será capaz de sobrevivir con éxito al cisma.