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El académico Víctor Moreno lanza una guía práctica para la creación de lectores competentes

La lectura no cotiza en la bolsa de la vida, por eso falla su fomento

Hay una confusión de términos que causa sistemas deficientes en el desarrollo del interés por los libros

La familia no es factor decisivo, apunta el crítico y profesor navarro

 
Periódico La Jornada
Lunes 15 de octubre de 2012, p. 8

Mientras la falta de lectura no sea considerada como problema social fracasarán todas las propuestas, las campañas y las historias que se apunten al respecto, advierte Víctor Moreno, autor de Cómo hacer lectores competentes. Guía práctica: reflexiones y propuestas.

Este volumen (Ediciones Alejandría/Pamiela Argitaletxea) es resultado de cuatro décadas de trabajo en materia de promoción de la lectura. Se empieza a escribir acerca de la lectura con veintipocos años, se intuyen caminos, itinerarios, teorías, pero como el territorio de la lectura es de arenas movedizas, los conceptos, las reflexiones y los pensamientos sobre el tema nunca son definitivos, por tanto, llega un momento en que se decide establecer criterios de reflexión, que tampoco son dogmáticos ni cerrados, son siempre puertas abiertas para que otros compañeros de la profesión, en este caso profesorado, discurra por los mismos caminos o por lo menos trate de orientarse en este mundo complejo: el mundo de la lectura.

Un mundo en el que, de entrada se confunden los conceptos hacer lectores, hacerse lector y hacer lectores competentes, destaca Moreno (nacido en Navarra), crítico y profesor de literatura en Pamplona, entre cuya obra se encuentran los títulos No es para tanto: divagaciones sobre la lectura, La manía de leer y Lectura, libros y animación lectora.

Expresiones poco concretas

“Creo –dice Moreno en entrevista– que los sistemas educativos, tanto de España como de México, tienen muchas deficiencias con relación al desarrollo de lo que podríamos llamar lectores competentes, por esa confusión terminológica. En España, al menos desde 1970 y hasta los años 90, se pretendía hacer lectores, pero era una expresión tan baja, tan poco conceptualmente concreta, que era muy difícil saber si realmente estabas haciendo lectores o qué estabas haciendo; se hacían muchos juegos con relación a los libros, y lo que se producía era una propensión positiva hacia éstos, hacia la cultura que se transmite por la letra impresa, lo cual estaba muy bien, pero en realidad, como todo el bagaje que se utilizaba eran juegos en la animación lectora, lo que hacían los niños era pasársela bien, y cuando llegaba el momento de leer, los niños querían seguir jugando.”

Al promover el concepto hacer lectores en realidad “tampoco sabíamos qué tipo de lector estábamos haciendo. Aquí también hay una confusión muy grande, porque no existe un lector universal y homogéneo: existen lectores particulares. Se aplica el concepto de lector dentro del sistema educativo. Existen lectores de muchas clases: críticos, creativos, literarios, para pasar el rato, intertextuales –diría Borges, probablemente–... no se sabía exactamente”.

En tercer lugar está el concepto hacerse lector, que ya son palabras mayores, porque pertenece al reducto de la interioridad, al ámbito de la libertad, la gente se hace lectora porque quiere, y si uno no quiere hacerse lector, que no se haga y no pasa absolutamente nada. Es una decisión personal. Pero claro, para hacerse lector desde ese punto de vista se necesita ser un competente lector. Para tocar el piano se tiene que saber tocarlo. Para leer es necesario saber leer; eso quiere decir que la responsabilidad del sistema educativo es enseñar a leer, y no es responsable de los niños que no quieren leer sabiendo leer. Hay mucha gente, la gente adulta, gente mayor, que sabe leer, pero no es lectora. El sistema educativo es responsable de hacer lectores competentes.

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Quizás llegará el momento en que se evidenciará que algo en el ADN nos inclina a ser lectores, señaló Moreno en entrevistaFoto María Meléndrez Parada

–¿Y las variables familia e Internet?

–Es un elemento importante, pero no es decisivo. Se considera que la lectura se da por contagio: porque tienes padres que leen o porque en casa hay una biblioteca estupenda, pero no necesariamente sucede así. No se ha estudiado todavía con profundidad, pero quizás llegará el momento en que se evidenciará que algo en el ADN nos inclina a ser lectores o escritores.

La familia puede ayudar a orientar al niño a que mire con otros ojos lo que está con letra impresa. Doy más importancia a que la familia cuente a los hijos lo que han hecho durante el día, que cuenten relatos de la vida, que al hecho de leer. Los libros no llevan a los libros.

Internet, agrega, “es un punto neurálgico; los jóvenes pueden caer en la tentación de pensar que por manejar la red, por chatear más, van a leer mejor. Es todo lo contrario, cuanto más se chatea menos se lee. La lectura es una actividad lenta. Leer es leerse por dentro. En Internet no sucede así: es un espacio que te lleva hacia los otros, fundamentalmente, las redes sociales: Twitter, Facebook... dejaríamos de lado los blogs –que son otra historia. Son redes y lo dice la palabra: en una red te puedes enmarañar. Las redes sociales son producto de la prisa, del comentario banal, del que se hace en el momento a veces sin pensar; tanto la escritura como la lectura son procesos lentos, que exigen rigor y exactitud en el uso de las palabras, del vocabulario, de las imágenes.

Las redes sociales e Internet pueden servir desde un punto de vista creativo de la escritura, siempre y cuando se programe y se invierta en eso. Hoy día, tal como está Internet, no es posible. Los gobiernos invierten en computadoras, pero no en programas.

Planes con papagayos famosos

Los planes de lectura fracasan porque las instituciones simbólicas de una sociedad no trabajan por la lectura. Se limitan a elegir a cuatro papagayos, seguramente muy famosos, que aparecen con un libro, que ni siquiera leen, y creen que con eso ya solucionan el problema.

Además, el sistema educativo siempre va detrás de la sociedad, subraya: “Lo que la escuela hace la sociedad lo deshace. Por eso es raro que buenos programas, incluso con una teoría de la lectura bien formada, lleguen a aumentar el nivel de lectores de una sociedad. Los hará más competentes lectores, pero no habrá más lectores. El nivel no aumentará de forma mecánica y automática. Hay mucha gente que aun siendo competentes lectores no lo son, porque los valores de la misma sociedad no pasan por los que desarrolla la lectura.

“Para leer, se tiene que estar en silencio, solo; se debe apartar de los demás, no tener prisa, considerar que lo que se hace es productivo. Esos son valores que están en la lectura y que la sociedad destroza cada dos por tres.

Se fracasa, porque la lectura no es un valor que cotice en la bolsa de la vida. Si pagaran por ser lector no habría ningún problema.