El escritor ingresó a la AML con el discurso Elogio de la impureza
pese y gracias a las academias: Ignacio Padilla
Domingo 30 de septiembre de 2012, p. 4
Hoy la lengua española está viva a pesar y gracias a las academias
; desde hace unos diez años éstas reconocen ya que el idioma de Cervantes tanto fluye cuanto admite la ambigüedad, negando los absolutos; tanto se renueva cuanto abraza y modera lo relativo, en un mundo multipolar que está obligado a admitir la convivencia necesaria de lo múltiple
, reflexionó el impuro contador de historias
Ignacio Padilla en su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua (AML), titulado Elogio de la impureza.
La sesión pública solemne para el ingreso formal de este chamaco irreverente de apenas 43 años
–como lo llamó el escritor y periodista Vicente Leñero al responder el discurso– se llevó a cabo el jueves en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en una noche en la que Padilla invocó y siguió la huella a los fantasmas del autor de El Quijote, de la antigua Universidad de Salamanca y, de algún modo, de la otrora ortodoxa y hegemónica Real Academia Española. Y en la que Padilla y Leñero también invocaron, parafrasearon en sus discursos, el inicio de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, la primera gran novela mexicana de exportación
, como dijo el segundo.
La lengua que nace de la consagración de Cervantes en esta versión reanimada de la academia es una lengua moderna, diríase que es casi un contralenguaje que pone en su justo sitio a quienes aprietan desde abajo el tubo del dentífrico de la lengua, una lengua que reconoce la síntesis de lo real y de lo ideal
, planteó Padilla, integrante de la llamada Generación del crack, autor de libros como El diablo y Cervantes, y quien ingresó a la AML como académico correspondiente en Querétaro.
Se trata, agregó el narrador, ensayista y catedrático, de “una lengua orgullosamente hermanada con el humor –realidad ésta, advirtió en otro momento, que falta por reivindicar–, una lengua manchada por cuyos contrastes pueden unirse al fin las palabras y los hombres”. Y tras reivindicar el antes criticado verbo ningunear
y reconocer que ahora cuenta con pleno reconocimiento, Padilla planteó: De un tiempo acá los insectos hemos entrado al fin en las aulas de los entomólogos, como el español ha demostrado ser ante todo una lengua americana. Sólo queda al humor vencer en su quijotesca gesta contra la corrección política y la obsesión por la pureza. Pero ya veremos
. Y abundó: “Hoy nadie puede negar que los escritores de América Latina insuflaron en nuestra lengua la vida que se había negado a tener: una vida impura y cambiante como la realidad a la que esa misma lengua nombra. Fue en esta década cuando nuestro llorado Carlos Fuentes registró que, así como todos somos hijos de Pedro Páramo, todos somos también habitantes del Territorio de la Mancha. Desde California hasta Patagonia, somos los manchados, los impuros, los mezclados.”