Los 15 mil 537 espectadores que acudieron al estadio parecían a punto del bostezo
El técnico apostó a la renovación, pero los universitarios parecían extraviados y titubeantes
Tercera derrota consecutiva en CU
La afición lanzó gritos de ¡fuera! contra el entrenador
Lunes 17 de septiembre de 2012, p. 2
Mario Carrillo empezó con el pie izquierdo. De todos los escenarios para inaugurar su aventura en el banquillo de Pumas le tocó vivir el peor posible: con una derrota, en un juego desangelado y con una afición impaciente que no le perdona haber portado los colores del América, el peor rival de los universitarios. Los gritos de repudio y los abucheos contra el nuevo técnico acompañaron a Pumas en su tercera caída consecutiva en Ciudad Universitaria, ayer por 0-1 ante San Luis, un equipo que le suele resultar indigesto; casi sin futbol y prácticamente en la única llegada clara consiguieron amargarle el debut al nuevo entrenador.
Carrillo llegó en plan renovador. Con tanta decisión que colocó a algunos jugadores en posiciones que no son habituales, pero la apuesta no funcionó. Los universitarios tampoco parecían entender a qué se jugaba ante San Luis, gran parte del partido los auriazules lucían extraviados, titubeantes a la hora de imaginar hacia dónde salir. Era notorio el esfuerzo que les costaba pisar el terreno rival, demasiados toques a la pelota para lograr avances que casi nunca representaban una verdadera amenaza.
Del otro lado de la cancha, los visitantes no llegaron a buscar un juego dinámico y optaron por el orden de un cuadro muy compacto, sellado para impedir el avance auriazul. Era tan claro que habían llegado a CU con la consigna de no perder, que se notaban temerosos de arriesgarse más allá de la mitad del campo.
Con una combinación de esta naturaleza tardó poco más de 10 minutos para que saliera el primer disparo en dirección de una portería. El universitario Javier Cortés era el responsable de que gran parte del público se despabilara cuando enfiló al arco de Óscar Pérez, en el área le mandó un potente balón, que para fortuna del Conejo pasó por encima del larguero. Luego de esa ráfaga de voltaje, otra vez se perdía el fuelle y la escena volvía a estado de catatonia.
En Pumas los papeles estaban modificados y no conseguían entender el plan colectivo. Martín Bravo, regularmente un inquieto jugador que pelea todas las pelotas, ayer parecía desconcertado, siempre tarde, siempre lejos. Emanuel Villa se movía casi en desamparo cuando conseguía meterse a una zona de peligro no había con quién entenderse, nadie para quitarse la marca, nadie a quien pasarle el balón.
Y además, la excesiva guardia del San Luis, que apenas intuía un arribo de los universitarios se replegaba en una muralla sólida. De modo que los Pumas pocas veces conseguían adelantar terreno. Una acción describió la desesperación de un cuadro que no podía hacer daño: Darío Verón, siempre atento a su posición en la defensa, sólo abandona su puesto cuando las circunstancias se lo exigen; ante la inoperancia del avance salió decidido a llegar al área rival. La acción fue ovacionada por la afición que por fin veía al auriazul en la zona del San Luis.
Aún desenchufados, Velarde había estado a punto de abrir el marcador con un lance de palomita al que le faltó dirección, y un par de veces Villa, sobre todo en una llegada que consiguió despertar a los 15 mil 537 espectadores que acudieron al estadio y que parecían a punto del bostezo. Cortés envió un balón de larga distancia, que el argentino arremetió de cabeza en cara a cara con el Conejo Pérez, pero que se fue desviado, en la que parecía la oportunidad más clara de los auriazules.
La impaciencia empezó a ser notoria. Los gritos de fuera Carrillo empezaron a escucharse, primero aislados, luego cada vez más potentes; en el intermedio despidieron al equipo con un estruendoso abucheo.