omney fue nombrado candidato del Partido Republicano para competir por la Presidencia de Estados Unidos frente a Obama, en noviembre. El tema que domina la campaña electoral es el de la economía. Ésta crece a un ritmo muy lento y no alcanza a recuperarse de la crisis de 2008.
Los asuntos clave son: el elevado nivel del desempleo, la contracción del gasto privado en consumo e inversión, y el desequilibrio fiscal que incide en la contracción del gasto publico y la subida de los impuestos. Esta vez no se debate sobre la guerra, a pesar de que la situación en Irak y Afganistán es bastante frágil y que el entorno internacional es políticamente muy tenso.
Así es que las propuestas de Romney se centran en su experiencia en los negocios, básicamente en la empresa financiera Bain Capital. Mientras tanto, su esposa aparece como parte de un verdadero modelo de la ideología conservadora, dedicada plenamente al cuidado de su extensa familia y a promover la carrera de su esposo. Lo que una mujer debe hacer según esa visión del mundo. Ambos son, pues, estandartes de una América
que defiende los valores tradicionales de la familia y del esfuerzo empresarial.
El argumento de Romney pone a debate la cuestión acerca de lo que se requiere para ser presidente de un país de la relevancia de Estados Unidos, y en un momento de serias dificultades económicas y que son el meollo de la discusión electoral.
La experiencia empresarial que exhibe Romney está avalada por la fortuna que amasó en Bain Capital. El que ese sea el criterio que sostiene su imagen política y su candidatura es ya en sí mismo un asunto revelador acerca de cómo se concibe la sociedad y los valores que se exaltan. Pero de ello no se desprende de modo directo que sean suficientes para superar la situación de crisis y recrear un ambiente de prosperidad general en aquella sociedad. No significa, tampoco, que sea inútil.
Pero, ¿qué hay mas allá? ¿Es el éxito económico medido por la fortuna acumulada la vara para medir la posición de una persona y su familia? ¿Es que el modelo de un muy rico empresario puede reproducirse a lo largo de la sociedad? ¿Es esa una certificación para administrar una sociedad compleja?
Hay algunos antecedentes interesantes. Los asuntos financieros de George Washington, que prácticamente inventó el puesto de presidente en el nuevo país creado apenas en 1776, y que tuvo una plantación y una destilería, eran desastrosos al final de su primer periodo. Lincoln tenía tantos problemas para pagar las cuentas de su tienda en New Salem, que se refería a ellas como su propia deuda nacional
. Truman aún trabajaba para pagar a sus acreedores y estaba corto de dinero mientras ya llevaba largo tiempo como miembro del Senado. Y Franklin D. Roosevelt prácticamente no trabajó hasta entrar en la política.
La habilidad empresarial, entendida como hacer fortuna, no es una premisa suficiente para ser presidente. Pero la relación estrecha entre los negocios y la política existe, por supuesto. En Estados Unidos son innumerables los casos de arreglos entre políticos y grandes empresas y el tránsito muy lucrativo entre un sector y el otro. Eso ocurre en todas partes y, en cada una de ellas, con particularidades que marcan el funcionamiento de la sociedad y el ejercicio del poder. En cada país hay un modo.
Lo relevante es el argumento esgrimido para justificar la aptitud para ejercer el más alto cargo público y lo que ello significa en cuanto a la esencia de la práctica política. Eso es lo que destaca del principal argumento de Romney y lo que parece encender los ánimos de la fracción más radical de su partido.
Por ello, es consistente la nominación del legislador Paul Ryan como vicepresidente en la planilla republicana. Promueve de la reducción a ultranza del déficit fiscal y del activismo estatal en las políticas públicas y esto, cuando los niveles de la desigualdad económica y social son de los más grandes que se registran.
La propuesta republicana da una imagen muy particular de lo que se concibe como el bien común y, sobre todo, de los instrumentos para conseguirlo. El mercado se sitúa en el centro de la concepción de la sociedad, es el medio privilegiado para ordenar las relaciones entre las personas.
Este es uno de los saldos de la crisis. Esta elección ensancha una disputa, pues los principios más conservadores impactan cuestiones esenciales como la atención de la salud, el carácter de la educación, los derechos de las mujeres y lo que atañe a las minorías y los indocumentados, entre muchas otras. No hay un modelo de currículo para ser presidente de un país, pero no es el mismo para ser un alto ejecutivo de una gran corporación.