Sábado 1º de septiembre de 2012, p. a16
La historia circular en el jardín: la cámara desenfoca adrede hermosos tulipanes. La profundidad de campo se centra en el rostro sonriente que aparece tras de ellos: George Harrison-melena-bigote-barba, mientras una voz en off susurra, acariciante: anda, ve, eres libre, vuela, anda ve a un lugar hermoso, nosotros estaremos bien. Entonces muere George.
El círculo se abre.
Vemos al bebé, a los padres, a los abuelos, al niño-al adolescente-al joven que asombra a los demás con su espectacular peinado-abundante cabellera echada atrás pero se detiene en el cielo de su crisma como un nido de aves, qué digo nido de aves, interviene en entrevista el viejo Paul rememorando la ocasión en que conoció a su amigo George Adolescente: era asombroso, su cabellera no era otra cosa que ¡un chingón turbante! ¡A fucking turbant!
Era, desde entonces, el callado.
Lo que sigue son escenas de una vida interior. Tres horas y media que se van como la vida, como el agua en la que flota el joven George, en la portada del devedé, 209 minutos al final de los cuales uno exclama: ¡claro!, en los créditos, hasta lo último, aparece la justa leyenda: Living in a material world, a picture of Martin Scorsese
.
Porque es eso, un retrato (picture), una película (picture), una fotografía (picture), una obra de arte, el nuevo trabajo de Martin Scorsese, un maestro sabio que sin estridencias ni falsos rubores ni tremendismo alguno, se adentra en el alma de un músico/persona/espíritu libre: George Harrison.
Muchos, sin verlo aún, han denominado a esta obra un documental
cuando en realidad eleva ese género a la categoría de las bellas artes porque, sin faltar a ninguna regla de oro de los convencionalismos que definen a un documental, traza en realidad un círculo virtuoso y muestra de cuerpo y alma enteros al objeto de su análisis/homenaje/revaluación/rescate.
Todos esos logros notorios en el filme –que circula en devedé y a partir del 25 de noviembre estará en línea en la web– obedecen al genio de uno de los grandes maestros de la cinematografía actual y a que su amor por la música va más allá de la melomanía: sabe escuchar música porque sabe que la música habla también de las personas.
Y es entonces la persona George Harrison la que se nos devela en plenitud. Y para el efecto habla él de sí mismo y hablan de él sus amigos (un intenso Paul McCartney, un lloroso Ringo Starr, sus cómplices Monthy Pyton, su viuda Olivia, su amado hijo Dhani, su ex esposa Pattie Boyd y otros conmovidos dolientes) en el conocido formato choro-rolita-choro-rolita-imágenes de archivo-rolita-choro, propio del formato documental
.
Va más alla del mero documental el maese Scorsese porque hiende en la dramaturgia. Por ejemplo, Eric Clapton se presenta a sí mismo como Lancelot en la historia de Camelot que vivieron en su primer romance Pattie y George y en la que él cumplió su papel en la historia y entonces Pattie le cuenta ahora a la cámara el complemento: en primera persona, cómo convivieron, se enamoraron, ella escogió a George en el momento climático, cuando Eric era, según confiesa ahora a Scorsese, un lobo estepario
, un potro salvaje, un tipo de aspecto terrible y luego dulcificado por la sonrisa y presencia angelical de Pattie, quien se dice ruborizada pero emocionada de despertar en alguien tanta pasión y que escriba la más popular de las canciones de amor
(Layla) y luego escuchamos Isn‘t it a pity como respuesta de Harrison y esa historia de todos conocida (¿Te has enamorado alguna vez de la mujer de tu mejor amigo y te has sentido tan pinche de tal vergüenza y pecado? Seguiría cantando Clapton) y lo que vemos en pantalla nos conmueve más que alimentar el morbo, que es lo que vende, pero a Scorsese no le interesa vender, le interesan las personas y vemos entonces a todos los participantes en este filme magistral, los vivos y los muertos, mostrarse al mundo tal y como son y eso, señoras y señores, es el arte: el reflejo de lo humano, el retrato, película, fotografía (picture) del alma que habita en el mundo material.
He ahí el gran acierto del maestro Martin: el proceso de interiorización que logró para su persona George Harrison cuando conoció a Maharashi y con él a Rabi Shankar y con ellos la filosofía heredada de Sidharta Gautama, pero que no es budismo sino su derivación y cultivo en la India, no solamente modificó el contenido de la música y las letras de The Beatles, sino a todos a quienes rodeaban a Harrison, la mayoría de ellos sin entender que no hay conflicto entre el desarrollar una vida espiritual sin retirarse del mundo: ser budista, por ejemplo, sin raparse ni ponerse túnica, procurar la evolución espiritual sin conflicto con el mundo material.
Obra maestra: Living in the material world. Circular: los tulipanes flotan al final.
Texto: Pablo Espinosa