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Es una revisión crítica desde una perspectiva personal y emocional, dice la directora

La cinta Palabras mágicas... aborda el triunfo, la desviación y el fracaso de la revolución sandinista

Me construí como persona en los principios de los que hablaba el movimiento: Mercedes Moncada

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Fotograma de la película, que se estrenó en Nicaragua en marzo pasado
 
Periódico La Jornada
Viernes 31 de agosto de 2012, p. 8

La crítica, la autocrítica, la congruencia con los principios, el no culto a la personalidad, la amplia participación ciudadana y la democracia en todos los niveles son elementos que debieran ser consustanciales a las izquierdas, se deduce de planteamientos de la cineasta nicaragüense y española Mercedes Moncada, directora de Palabras mágicas (para romper un encantamiento), documental que aborda el triunfo, la desviación y el fracaso de la revolución sandinista de 1979.

En la cinta, que no es histórica aunque aparezca material de archivo y el tema sea histórico, se hace una revisión crítica de ese proceso desde una perspectiva personal y emocional, pero sin distanciarse de los ideales nacionalistas, éticos y de reivindicación social del sandinismo.

Es la más personal de mis películas, destaca Moncada, quien radica en México y al triunfo de la revolución tenía siete años. Eso marcó toda mi vida y la de mi generación, dice la cineasta, quien escribió el guión en primera persona y su voz aparece en off en la cinta.

Palabras mágicas se estrenó en Nicaragua en marzo pasado. Se ha presentado además en los festivales Internacional de Cine de Guadalajara, en los de Toronto y Berlín, y en septiembre lo hará en el de San Sebastián, dijo al final de una exhibición de prensa en Cinemanía, la noche del martes.

Después se buscará su proyección comercial en México, adelanta Moncada, directora de otras películas como La pasión de María Elena (2003), El inmortal (2005) y La sirena y el buzo (2009).

Palabras mágicas... incluye muchas imágenes contemporáneas e históricas, que se intercalan para dejar ver algunos cambios, aunque la mayor parte de las veces pareciera que todo sigue igual: corrupción, demagogia, traición a los principios, pobreza extrema, utilización política y electoral de los sectores populares, y desempleo y desamparo de los jóvenes, muchos acorralados por la drogadicción.

En las secuencias históricas aparecen, por ejemplo, el héroe revolucionario Augusto César Sandino, quien expulsó a los marines estadunidenses en 1933 y fue asesinado en 1934 por órdenes del embajador de ese país.

O imágenes de los jóvenes guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fundado en 1961, de los combates contra las tropas del dictador Anastasio Somoza, del derrocamiento de éste el 19 de julio de 1979, de los procesos posteriores de alfabetización o reparto agrario.

Cada uno era la mejor versión de sí mismo, se plantea en el documental, y nuestro futuro era lo que fuéramos capaces de construir.

También aparecen imágenes del primer periodo presidencial del comandante Daniel Ortega, del movimiento armado contrarrevolucionario (la contra) apoyado por Estados Unidos y de la derrota electoral de Ortega y del sandinismo en 1990 a manos de la derecha y de Violeta Barrios, quienes mantuvieron el poder hasta 2007.

El hombre nuevo tendrá que esperar, se narra, pues primero había que defender la Revolución. Sin embargo, pocos años después, la muerte dejó de ser heroica y fecunda porque la revolución se había desviado. La revolución sólo dejó, se asume, muchos muertos, inútilmente muertos.

Tras reorganizar al fracturado, dividido y debilitado FSLN, en 2007 Ortega ganó las elecciones debido a las alianzas y acuerdos con sectores de la derecha, y regresó al poder, en el cual se ha mantenido después de triunfar de nuevo en las elecciones de 2011.

El hombre nuevo estaba en ruinas, asume la voz en off enmedio de la desolación. Pero en un cartel de hoy, montado en el palacio nacional, se asegura al general de hombres libres: Sandino, estamos cumpliendo.

Gobiernos autoritarios

–Tras ver la película pareciera que los cambios sociales, políticos y hasta culturales son mucho más difíciles de lo imaginado, y que no hay esperanza, o casi no la hay –se plantea a Moncada.

–No creo que no haya esperanza. Lo que sí creo es que el camino de depositar toda nuestra ciudadanía en líderes no es buena idea. Más allá de las tendencias políticas, los gobiernos autoritarios llevan a la poca aplicación de ciudadanía. Creo que es un camino sin final y que sí hay esperanza; soy muy optimista.

En Nicaragua, agrega, la gente se empieza a replantear otras cosas, en un sentido más ciudadano y participativo. “Como yo crecí ahí era: ‘Dirección nacional, ordene’. Y nos construimos en esos términos. Nuestra historia moderna ha sido llena de guerra y vivimos en paz desde hace poco tiempo”.

En la película, comparte, se aborda una quimera. Yo sí me creí el cuento del hombre nuevo, y me siento privilegiada de haber crecido ahí, en muchos sentidos. A pesar de la guerra, fui muy feliz en Nicaragua. Y en esos principios de los que hablaba la revolución, me construí como persona.

Y plantea: “Salí de ese país con mucho recelo hacia el culto a la personalidad. Tenemos que construir ciudadanía, no hay líderes sin una intervención, presión crítica y participación ciudadana. Y eso no pasó en Nicaragua. Claro que la guerra y muchos factores contribuyeron a eso.

No quiero satanizar a los dirigentes de la revolución, pero han tenido muchas oportunidades de resarcir los errores. Creo que la izquierda tiene que reinventarse como izquierda por medio de la crítica y la generosidad.