a trágica explosión en la refinería de Amuay en Venezuela ha creado una conmoción nacional que está siendo manipulada descaradamente por el imperialismo y la derecha con fines electoreros y subversivos. Haciendo las veces de peritos investigadores, fiscales y jueces, sus voceros se han empleado a fondo en la telaraña mediática para crear la percepción de que su origen está en la negligencia e incapacidad del gobierno del presidente Hugo Chávez. Recién conocida la noticia, Henrique Capriles Radomsky, uno de los líderes golpistas de 2002 y candidato de Washington a la presidencia, culpó a la autoridad y emitió su dictamen técnico: las cosas no se hacen bien
. Insinuó que también tenía responsabilidad en las inundaciones producidas por el huracán Isaac y el desplome de un puente. Por cierto, todo indica que el mantenimiento no tiene nada que ver con lo ocurrido y a juzgar por el mal disimulado regocijo de la derecha después de decenas de muertos y heridos hay derecho a sospechar que si no se trató de un sabotaje, algo así estaba buscando a escala de la sicología social para lanzar una ofensiva contrarrevolucionaria.
No debe olvidarse su ADN antidemocrático y falta de escrúpulos. En 2002, sin importarle el doloroso costo humano y económico que ocasionaría, puso en práctica una descomunal escalada subversiva: paro patronal, golpe de Estado y paro petrolero. Derrotada por el pueblo y los militares patriotas, no demoró en volver a las andadas aprovechando el clima único de libertades políticas instaurado por la revolución bolivariana. Qué lejos del hostigamiento y represión a los opositores de los gobiernos anteriores proclamados por Washington ejemplo continental de democracia. Vendrían las marchas clasemedieras y luego de los niños bien, unidos a actos de violencia en las calles –las guarimbas– por grupos previamente entrenados. Todo dentro de un proyecto de guerra de cuarta generación. Son diversos los trucos que ha utilizado la oposición incluyendo la declaración reiterada de que ha sido víctima de fraude en los procesos electorales más observados del planeta, y por eso mismo llegó al extremo de no presentar candidatos a diputados en 2005, que le costó quedarse cinco años fuera del Legislativo.
En estos trajines, el imperialismo y la contrarrevolución por él dirigida siempre han utilizado como instrumento principal el aparato de guerra sicológica local (casi todos los medios privados) e internacional, en el que destacan los diarios de la Sociedad Interamericana de Prensa, los consorcios televisivos de América Latina, Estados Unidos y algunos de los más importantes de Europa. El linchamiento de Chávez por esa jauría ha sido constante, aunque arreció a principios de este año al acercarse las elecciones y se redobló desde que se vio la considerable ventaja que llevaba en la intención de voto. Pero ha experimentado una intensificación desde que se produjo la explosión en Amuay y ofidios mediáticos como el Grupo Prisa y CNN vierten veneno sin límite.
Las encuestas dan a Chávez como amplio ganador en las elecciones a celebrarse en cinco semanas (7/10). Su propia reacción enérgica, inmediata y solidaria y de sus colaboradores ante el suceso de Amuay confirma la razón de ese apoyo. Pero voces respetadas como las del veterano periodista y ex presidente José Vicente Rangel, han revelado que existe un plan subversivo para crear descontento en el seno de la fuerza armada, desconocer el resultado electoral alegando fraude y acto seguido movilizar a la calle grupos de choque encargados de provocar enfrentamientos violentos y derramamiento de sangre. En Venezuela existe todavía una franja importante de población creyente de las bocinas oligárquicas e intoxicada, además, por los viejos y nuevos prejuicios anticomunistas y racistas y la fascinación por el Miamiam way of life, ya insostenible debido a la magna crisis económica pero vivo en su imaginario. No extrañaría que la contrarrevolución intentara usarla de nuevo como carne de cañón.
En todo caso, existen evidencias de que está en marcha la creación desde ahora de un escenario poselectoral propiciatorio de la contienda civil, el caos y la intervención yanqui. Para controlar la mayor reserva de petróleo conocida del planeta y destruir el sostenido proceso de unidad e integración de América Latina y el Caribe, el imperialismo no tiene otra opción que derrocar a Chávez. De ahí la importancia excepcional del 7/10. Ojo pelao
, diría un venezolano.
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