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Su vida se ha debatido entre el temor a perder y el miedo a la muerte

Lance Armstrong, competidor entre el éxito ciclista y el escándalo
 
Periódico La Jornada
Sábado 25 de agosto de 2012, p. a13

Washington/Berlín, 24 de agosto. Lance Armstrong es un hombre que considera que la vida es una competencia permanente, en la que cuentan los éxitos. Ahora, el ex ciclista estadunidense, quien según sus propias palabras sólo le teme a las derrotas, se encuentra ante los escombros de una larga y exitosa carrera.

De todas las historias recientes dentro del deporte de alto rendimiento, la de Armstrong siempre fue la más increíble. Que un pedalista se enferme de cáncer, incluso con metástasis en el cerebro y en los pulmones, que luego se recupere y a continuación gane siete Tours de Francia, no sería ni siquiera verosímil para una novela.

Y ahora que el ex pedalista de 40 años anunció que ya no se defenderá de las acusaciones de dopaje, muchos se preguntan si su exitosa vida de superhéroe no está basada en una ficción.

El texano Armstrong es un deportista que fascina a millones de personas. El libro sobre su vida se convirtió en un bestseller. Todos querían saber cómo vivía y qué lo motivaba a seguir adelante. Sin embargo, nunca mostró su alma. Su autobiografía es una serie de historias de éxitos.

Y si en el camino algo fallaba, como su soñado matrimonio con la corredora de larga distancia Kristin Richard, simplemente comentó: Nos hemos distanciado.

En Europa nunca llegó a ser un héroe muy popular. Sé que polarizo, que hay diversas opiniones sobre mí. Algunas personas simplemente no me quieren, dijo.

Pero en un punto los fanáticos y los críticos coinciden: el rasgo que domina el carácter del ex deportista es su obsesión por el éxito. El dolor es temporal, el abandono es para siempre, señalaba casi como un credo.

En varias ocasiones dijo que temía al fracaso y hay que creerle. Este miedo se vio claramente reflejado cuando en 1996 se le diagnosticó cáncer testicular en una etapa avanzada.

Me pronosticaron una supervivencia inferior a 40 por ciento, lo citó un diario médico. Sin embargo, eligió una quimioterapia que menos daños causara a sus pulmones para seguir compitiendo. El temor a perder fue más grande que el miedo a la muerte.

Muchos aún recuerdan la famosa escena del Tour 2003 cuando Armstrong se accidenta y su rival, el alemán Jan Ullrich, lo espera en un gesto muy justo. El estadunidense lo pasa y finalmente termina ganando la carrera. Un tiempo después aseguró que había hecho lo mismo por el germano dos años antes.

Su fuerte deseo de éxito puede remontarse a la niñez. A los dos años su padre abandonó a la familia y sufrió reiterados golpes de su padrastro. Comenzó a refugiarse en el ciclismo. Sólo cuando pedaleo lo suficiente el camino me saca de mi miseria, recordaba sobre un pensamiento de su niñez.

Cuando comenzó a tener los primeros éxitos deportivos sintió reconocimento por primera vez en su vida.

Armstrong enfrenta ahora una suspensión de por vida y la pérdida de sus títulos. Lo que quedaría ya no sería el ciclista más exitoso del Tour de todos los tiempos, sino el mayor escándalo en la historia del ciclismo.

Un hombre para quien el éxito significa todo y que incluso tenía intenciones de ingresar en la política y ser gobernador, apenas podrá superar esta derrota.

Suena casi desesperado cuando Armstrong insiste en que nadie podrá cambiar nada en sus triunfos en la carrera francesa, y mucho menos Travis Tygart, jefe de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA). Armstrong se ve como una víctima de un caza de brujas.

¿Podrá ser que él realmente esté cansado y sólo quiera convertirse en un ciudadano normal? Ya una vez, en 2005 en su primer retiro, había declarado que a partir de ahora iba a beber vino, comer mucho, no tocar una bicicleta e ir a la piscina con sus hijos.

En aquel momento nadie le creyó, porque si realmente pudiera hacerlo, no sería Lance Armstrong.