Presenta el Museo de Arte Moderno exposición por su 25 aniversario luctuoso
Incluye medio centenar de obras, informa a La Jornada el curador Daniel Garza Usabiaga
Martes 14 de agosto de 2012, p. 5
Ofrecer una visión más amplia de la obra de Fernando García Ponce (1933-1987) es la finalidad de la exposición montada en el Museo de Arte Moderno (MAM), con motivo del 25 aniversario luctuoso del artista.
Asociado a la pintura abstracta y al desarrollo de esta disciplina en la segunda mitad de la pasada centuria, esta vez la muestra Fernando García Ponce: un impulso constructivo, de medio centenar de obras, propone “ampliar esta perspectiva al unir su profesión de arquitecto con su práctica de collage que es conocida, pero en otras exposiciones no se le había dado tanta visibilidad. Queremos mostrar cómo la pintura mantiene un diálogo con ambos”, expresa el curador Daniel Garza Usabiaga.
Aparte de la obra pictórica y de collage, la exposición abarca planos y perspectivas arquitectónicas, incluso una prueba que hizo de estudiante. García Ponce cursó la carrera de arquitectura de 1952 a 1957 en la Universidad Nacional Autónoma de México; a raíz de un viaje a Europa abandonó sus estudios y se dedicó a la pintura. No obstante, entre 1957 y 1966 construyó varios proyectos en Mérida, su lugar de nacimiento.
Al respecto, Garza Usabiaga explica las contribuciones del expositor: “Un aporte es su trabajo en collage, que transforma su obra a partir de los años 80. Las aportaciones son muchas y en distintas épocas. La de su pintura de los años 70 es lograr una vertiente abstracta que no es complaciente, sino analítica, que se separó mucho del lirismo abstracto, de la pintura decorativa abstracta. Conforme avanzó ésa década, muchos cayeron en una fórmula de pintura abstracta complaciente, decorativa, bajo el sesgo de abstracción lírica”.
Segundo libro sobre el artista
–¿Qué lugar ocupa García Ponce dentro del gran movimiento del abstraccionismo?
–El movimiento de pintura abstracta de finales de los años 50 y 60 es muy complejo y diverso. En los estudios en México se ha tendido a simplificar al crear esta gran categoría que se llama la ruptura
y meter a todos estos artistas con preocupaciones muy distintas y tratarlos de ver como un grupo coherente y unificado. Eso ha reducido mucho el estudio puntual de la obra individual, pues en ningún momento formaron una unión, un sindicato o un colectivo, como hizo Siqueiros en la primera mitad del siglo XX.
Eran más como un grupo de amigos que tenían intereses en común. Allí es muy difícil situar quién es más importante o quién está arriba del otro. Las obras de Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Fernando García Ponce y Lilia Carrillo tenían cosas en común y había un diálogo entre ellos. Es mejor verlo así como una constelación en la que están todas estas personas, que ver quién hizo la mayor aportación.
El curador también se refiere a los recortes de ciertas revistas y publicaciones que probablemente tenía a su alcance, por eso se repiten mucho
en sus collages. A comienzos de los años 80, la práctica del collage “gana prominencia y se podría decir hasta cierto punto que desplaza un poco a la pintura. Empiezan a aparecer collages de gran formato, que ya no son estos estudios preliminares para pintura, sino obras por su propio derecho. Esta parte de la producción es muy importante y no ha sido estudiada a profundidad.
García Ponce se desmarca de los artistas de su generación y se acerca más a la producción de los jóvenes de finales de los años 70 y de 80. Se sitúa como un creador de avanzada.
Carlos García Ponce, hermano de Fernando y Juan, anuncia que en octubre aparecerá un segundo libro sobre el artista alusivo a una etapa diferente a la que recoge el volumen de 1992, con textos de María Luisa Borrás.