En Bálsamo para el alma, exposición de cinco técnicas: óleo, bronce a la cera perdida, serigrafía, fotografía y láser sobre aluminio, que será inaugurada el viernes 10 en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), el artista René Jiménez (Oaxaca, 1957) mostrará por qué no encaja dentro de la plástica oaxaqueña, algo que le parece fantástico.

“Estamos muy metalizados, muy influenciados por llegar a ser de renombre o famosos, y acumular dinero. Pero, en cualquier actividad del ser humano uno tiene que estar abierto a la experimentación y explorar –tal vez no con nuevas técnicas–, para que el trabajo involucre de tal manera al espectador que se genere en él un impacto visual”.

Egresado de la Escuela de Diseño y Artesanías, en la que estudió diseño gráfico, Jiménez expresa que para él “la pintura es meramente un grafismo, también una simbología, en la que puedes impregnar un sello muy personal que con el tiempo te encauza en un estilo, en el argumento de que el conocimiento que has acarreado lo vas a aterrizar allí.

“Independientemente de eso, es obvio que con la literatura que logras acercarte, con la visita a museos y galerías se enriquece ese acervo.

El objetivo es que llegues a crear, si no inventar un estilo, una forma de trabajo muy personal que te diferencie de los demás artistas oaxaqueños. Que no sea una repetición o imitación.

Convertirse en alquimista

Aunque René Jiménez ha explorado temas como los toros y los insectos, Bálsamo para el alma, que reúne unas 25 obras, gira alrededor de la mujer universal. La obra, de hecho, se desprende del tronco de un árbol: “Hago una comparación entre lo que es la naturaleza con el cuerpo de una mujer. Por eso, no vislumbro rostro ni la totalidad del cuerpo.

Simbiosis, madera y bronce a la cera perdida, obra de René Jiménez incluida en su muestra Bálsamo para el alma montada en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, fundado por el artista Francisco Toledo

Fueron a tumbar un árbol frente a mi casa y, desde un segundo piso, observé un tronco que, en la parte central, sólo quedó un fragmento de la corteza y que representaba el genital de la mujer y el vello púbico. Y si lo giras es exactamente lo mismo. Retomé esa pieza como modelo y de allí se desprende toda la obra.

Hay quienes encajan la obra de Jiménez dentro de lo figurativo con tendencia a lo abstracto: “De hecho, cuando una abstracción está bien sustentada en lo pictórico y tiene un lenguaje, hay que tener un principio para llegar a ese fin. En el óleo Su tranquilidad evoca sensualidad ese aserto se concreta. Como el tema es alusivo a la mujer, trato de capturar todo lo que me sea posible y que pueda aterrizarlo en un solo plano.

“Somos parte de ese erotismo, de esa sensualidad, de esa fusión de dos cuerpos. A mí nada me espanta. He logrado aterrizar en mi mente que somos seres humanos y que vivimos en este mundo tan loco en el que hay de todo. Pero, sí hay imágenes que, incluso, a mí como creador visual me atrapan y digo, ¡eso es increíble! Evidentemente tienes que meterte en la naturaleza.

Las imágenes fotográficas fueron capturadas en la ciudad de Oaxaca, así como en la sierra Gorda de Querétaro, donde hay una zona de cactáceas.

En el catálogo de la exposición Bálsamo para el alma, Édgar Saavedra escribe que René Jiménez se ha dado a la tarea de convertirse en un alquimista que investiga y prueba hasta lograr la mejor fórmula.

El artista agradece que Francisco Toledo se acerca a mi espacio y durante horas se convierte en un espectador de mi trabajo, por lo que no necesito un curador.