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Los del Iztaccíhuatl, Citlaltépetl o Pico de Orizaba, únicos en el mundo en la latitud 20º norte

Preocupa extinción de glaciares del Popocatépetl por sus efectos

Contribuyen a la recarga de los mantos acuíferos, señala Hugo Delgado, de la UNAM y miembro de la AMC

Las condiciones no son adecuadas para revertir el proceso, lamenta

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Ahora las formaciones de esas masas de hielo son por arriba de los 5 mil metros sobre el nivel del mar. En la imagen, el Izta y el PopoFoto Fabrizio León Diez
 
Periódico La Jornada
Miércoles 8 de agosto de 2012, p. a15

Con las cumbres cubiertas de hielos, las tres montañas más altas del país, todas volcanes, sobresalen en el paisaje del Valle de México, Puebla y Veracruz. Sin embargo, en las décadas pasadas el hielo se ha ido derritiendo y desde hace más de 10 años los glaciares en el Popocatépetl dejaron de existir.

Los científicos que vigilan la actividad del volcán han sido testigos del retroceso de los glaciares, hasta tener que declararlos extintos a finales de 2000. Aún hay nevadas estacionales y remanentes de hielo que visten de blanco la cima, pero la pérdida de los glaciares preocupa a los expertos por los efectos que puede provocar.

Los glaciares se alimentan de la nieve que, a bajas temperaturas, se acumula y forma una masa de hielo que se desliza por la pendiente de la montaña. Cuando el hielo se derrite, además de la evidente disminución en extensión se pueden percibir otros cambios en el ecosistema.

A determinada altitud encontrábamos ciertas flores, como las lupitas, que ahora invaden zonas más elevadas y, por ejemplo, en el Paso de Cortés ahora hay moscas, describe el doctor Hugo Delgado Granados, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC).

Entre los factores que han provocado esos cambios están la variación de las condiciones climáticas locales y globales, la influencia de las zonas urbanas y la actividad volcánica. Las altitudes a las que las condiciones adecuadas de precipitación sólida y bajas temperaturas permiten la formación de glaciares son cada vez mayores a los 5 mil metros sobre el nivel del mar.

A esas alturas, los científicos estudian los glaciares de manera directa. Usan instrumentos especializados (como radares y GPS) que permiten medir extensión, grosor y volumen; perforan el hielo para obtener muestras o colocar marcas para reconocer la precipitación sólida, e instalan estaciones meteorológicas para obtener datos sobre las condiciones climáticas de la zona y sus variaciones.

Sin embargo, el riesgo de estudio aumenta cuando los volcanes entran en una fase de actividad, como la que se inició en el Popocatépetl en 1994, porque incrementa el flujo de calor y hay caída de material caliente y ceniza, lo que ayuda a acelerar la extinción de los glaciares.

Con métodos de percepción remota, fotografías aéreas y satelitales comparadas se puede medir el área del glaciar y hacer algunas estimaciones sobre el volumen.

Según Delgado Granados, investigador del departamento de Vulcanología del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), muchas veces los grandes glaciares pueden perder espesor, pero su retroceso no es evidente hasta que disminuyen en extensión. Como se advirtió en Groenlandia en semanas pasadas, se está perdiendo el hielo en área y volumen en el mundo.

Fase de fusión

El ciclo normal de los glaciares incluye una fase de ablación o fusión en la que parte del hielo se derrite y, aunque pierde masa, ayuda a la recarga de los mantos acuíferos.

Los estudios señalan que del lado de Puebla el agua que proviene de los glaciares del Popocatépetl y del Iztaccíhuatl no es mayor al cinco por ciento; sin embargo, en los valles muy poblados cualquier cantidad puede ser significativa. Los glaciares intervienen en el ciclo hidrológico de la zona.

Delgado Granados dice que hay un lado positivo, pues junto a los glaciares desaparece o al menos disminuye uno de los riesgos volcánicos que más preocupaba a las autoridades, esto es, los lahares, flujos de lodo que se forman cuando cae material incandescente que funde el hielo y arrastra escombros en un torrente que puede afectar a las poblaciones cercanas. Aunque hay remanente de hielo en el lado norte del volcán, al extinguirse los glaciares prácticamente se reduce a cero esa posibilidad.

Desafortunadamente, en los volcanes mexicanos las condiciones ya no son adecuadas para que se vuelvan a formar glaciares ni hay manera de detener su extinción. Las nevadas estacionales que los cubren de blanco pueden confundirnos, pero el hielo ya no se acumula ni permanece en la superficie, aun en lo más alto.

Hoy, los glaciares en el Iztaccíhuatl y el Citlaltépetl o Pico de Orizaba también presentan un notorio retroceso hacia su desaparición. Aunque de tamaño pequeño (comparados con otros glaciares), son importantes por ser los únicos en México y los únicos en todo el mundo que se encuentran en la latitud 20º norte.

Los glaciares son testigos y evidencia de los cambios en el clima local y global. Las zonas industriales y urbanas provocan variaciones en el régimen de temperaturas y precipitaciones. Los científicos se han dado cuenta de que la desaparición de esas masas de hielo es consecuencia de una combinación de factores.

En todo el mundo, los glaciares muestran una tendencia generalizada a retroceder. Incluso los que ocupan grandes extensiones están desapareciendo como parte de un proceso natural, pero acelerado por los cambios provocados por la actividad humana.