Editorial
Ver día anteriorSábado 4 de agosto de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Educación: soluciones, no paliativos
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a gran expectativa que generó la realización de la Feria de Educación Superior Más Opciones –en donde supuestamente se ofrecerían miles de espacios en instituciones de educación superior para los estudiantes rechazados en el Distrito Federal y el área metropolitana– se transformó en decepción ayer, durante la jornada inaugural del evento realizado en la Biblioteca José Vasconcelos: a las evidentes fallas en la organización y la difusión del evento –que llevó a varios estudiantes a pasar hasta cuatro horas formados afuera del recinto–, se suma el desencanto de muchos de los asistentes al ver que un buen número de las opciones disponibles correspondían a universidades privadas –es decir, a cursos fuera de las posibilidades económicas de la mayoría de las familias–, así como la afirmación, por parte del titular de la SEP, José Ángel Córdova, de que algunos de los institutos tecnológicos metropolitanos –que representan 15 mil de los 50 mil lugares ofrecidos, según informó la propia dependencia– carecen de aulas, laboratorios, talleres y otras instalaciones indispensables para atender a los alumnos.

Tales elementos son un reflejo de la falta de interés y de sensibilidad de las autoridades ante la circunstancia de marginación educativa que padecen decenas de miles de jóvenes en el país, situación que se reitera y agudiza año con año. Desde luego, las fallas en la organización y la información adecuada sobre la feria referida son inaceptables, en la medida en que alimentan la frustración de miles de aspirantes no aceptados en las instituciones de educación superior; pero incluso si esas deficiencias no hubiesen estado presentes y si la oferta educativa en el evento hubiera estado integrada por alternativas reales, es claro que ésta no alcanzaría a cubrir la demanda de los solicitantes que –en palabras del propio titular de la SEP– asciende a 100 mil estudiantes, el doble de los puestos ofrecidos.

En tal circunstancia, resultan improcedentes los señalamientos formulados por el funcionario federal de que aquellos estudiantes que no logren colocarse en ninguna de las opciones disponibles tendrán que buscar otra oportunidad el próximo año, como si el enorme déficit de sitios en instituciones de educación superior fuera a desaparecer para entonces, y como si fuera posible contener por mucho tiempo el amplio descontento social causado por la negación de opciones educativas a un número creciente de jóvenes. Es urgente, por el contrario, atender las causas profundas de este fenómeno: revertir las restricciones presupuestarias que enfrentan los ciclos de educación superior a cargo del Estado y la enseñanza pública en general, y reactivar la siempre postergada creación de nuevas instituciones universitarias, pues la solución real a la demanda de enseñanza en la zona metropolitana y en el país pasa necesariamente por la ampliación de la oferta de plazas disponibles y la correspondiente creación de nuevas instituciones de educación superior.

Por lo demás, las autoridades educativas harían bien en replantearse la pertinencia de los procesos actuales de selección y asignación de lugares en ese tipo de instituciones, que actualmente se basan en exámenes únicos y estandarizados, y que funcionan como instrumentos de exclusión educativa más que de evaluación de conocimientos. Si las propias autoridades educativas reconocen que sólo una tercera parte de los estudiantes consideran sus preferencias vocacionales en la selección de una carrera profesional –lo que reduce considerablemente la tasa de admisión en las opciones más demandadas–, cabe preguntarse si ese fenómeno es atribuible a los muchachos o a las deficiencias existentes en las políticas de identificación y orientación adecuada de tales preferencias.

La falta de opciones suficientes y de calidad no es un problema que se atiende con paliativos. Si las autoridades no dedican sus esfuerzos a resolverlo de raíz, difícilmente podrá evitarse que cada vez más jóvenes se vean obligados, ante la escasez de perspectivas de vida, a buscar un futuro en la economía informal, en el mejor de los casos, o en las filas de la delincuencia, en el peor, y se estará asegurando, a mediano y largo plazos, la derrota del país ante la descomposición social.