Sábado 21 de julio de 2012, p. a16
Desde el primer acorde entramos, de súbito, a una atmósfera agradable, un ambiente placentero. Un retorno al útero a través del misterio de la música. Lo que suena es el estilo y la idea: la música clásica brasileña, término que resulta si alargamos la figura retórica que inauguró mi maestro José Agustín cuando nombró a la cultura rock como la nueva música clásica
.
La música clásica brasileña no es la de Héitor Villa-Lobos, esa sería música de concierto; además de que en la época del clasicismo no había siquiera compositores brasileños.
La música clásica brasileña es la de Antonio Carlos Jobim, Vinicius de Morães, Maria Bethania, Gal Costa, Gilberto Gil, Milton Nascimento, Elis Regina, Caetano Veloso y toda esa pléyade de maestros que edificaron el mundo a partir de una insignia mágica que mueve al planeta entero: samba.
Samba hay, por supuesto en la música de uno de esos maestros fundadores: Francisco Buarque de Holanda, mejor conocido como Chico Buarque.
La buena noticia es que el nuevo disco de este señor de apenas 68 años de edad, Chico Buarque, ya llegó a México. Se titula simplemente Chico y es grande, grandioso, cordial y lleno de gracia, preñado de juegos de palabras (Era Aurora/ Nao, era Aurélia/ Ou era Ariela/ Nao me lembro agora), prosodia magistral, melodías insospechadas y todo aquello que da ventura, emblema y nombre a la música de Chico Buarque.
Pero no sólo samba, que es la savia: también hay silbidos, vals, blues, acentos y quiebros bahianos. Y por supuesto la poesía y el humor irónico de Chico Buarque: Querido diário: Hoje pensei em ter religiao/ De alguma ovelha, tal vez, fazer sacrificio/ Por uma estátua ter adoracão/ Amar uma mulher sem orificio (Querido Diario: hoy decidí ser religioso/ de alguna oveja, tal vez, hacer sacrificio/ adorar una estatua/ amar a una mujer sin orificio”.
La música: tan sencilla y plena como toda la de Chico Buarque, inundada del inusitado colorido de un arcoiris que se contempla a través de una pantalla en blanco y negro: todos los colores están ahí, pero no ostentan ningún brillo hasta que el oído completa el prodigio hasta entonces escondido.
Frugalidad espartana: la música de Chico Buarque parece parca pero es pantagruélica. Su secreto es la coherencia, la verosimilitud, la lógica y sobre todo la honestidad. Virtudes todas de un gran dramaturgo.
El propio Buarque lo ha definido así: soy un compositor que canta
. Con cierto pudor confiesa a Regina Zappa para una biografía publicada por Gedisa Editorial: ahora sólo compongo conmigo mismo. Hago una melodía, está lista y a veces no aparece ninguna idea para la letra. Cuando empecé, normalmente venía todo al mismo tiempo. Nunca escribí primero una letra y después le coloqué la música. Lo que puede ocurrir es que aparezca un tipo de música con un formato que vuelve, una célula que se repite varias veces. Entonces, puedo estar caminando por la playa y hacer otros versos con aquella métrica. O terminar una letra mientras camino. Basta con estar con la música en la cabeza. Nunca he escrito una nota de solfeo. Nunca he escrito un poema, no sé escribir música
.
La tentación ha hecho incurrir en error a muchos: poeta lírico
o bien: músico de oído
. Pasu. El que un músico no lea partituras ni escriba solfas no limita su genio. Chico Buarque es un ejemplo de tal potencia desarrollada en una discografía exquisita. Crítica social, lucha contra la dictadura. Protesta y belleza.
Y poesía, como la que remata Querido Diario, la primera de las 10 piezas que conforman Chico, álbum grande: Hoy al final conocí un amor/ y era el amor una oscura trama/ que ni con una flor descifro./ Pero si ella llora, me inflama el deseo./ Hoy el enemigo me vino a espiar, feliz./ Montó guardia allá en la curva del río/ trajo unos palos/ uno que me puede quebrar:/ pero yo no me quiebro porque soy blando
.
Tanto que decir de Chico Buarque, escritor también de novelas prodigiosas, y ya se acabó el espacio. Sólo quedan 700 caracteres para decir que también llegó a México la puesta en disco de un concierto que ofrecieron en 2004, en el Carnegie Hall (¿Carne y Frijol?, jeje) dos hermanos, dos colosos de similar estatura de Chico, que es grande, Buarque: su carnal Caetano Veloso y el grandioso cabeza parlante David Byrne.
Arman este disco lleno de gozo, garra y caricia, temas clásicos que identifican a los dos, armados tan sólo de guitarra acústica. Armados caballeros de fina estampa, noble música, corazón vagabundo que guarda un mundo en él.
¡Larga vida a la música clásica brasileña!