21 de julio de 2012     Número 58

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Vivir en el campo

Nosotros, de la patria en los linderos,
adiós decimos a sus dulces campos,
nosotros de la patria fugitivos…

Virgilio. Bucólicas

Revitalizar la agricultura sin recuperar para el campo a los campesinos es tarea imposible. Y en México los jóvenes rurales se van, se alejan física y espiritualmente de un agro inhóspito y desesperanzado.

La problemática rústica se aborda hoy a partir de renovados paradigmas. La preservación del medioambiente y las prácticas agroecológicas se han vuelto insoslayables, el derecho a la alimentación y la soberanía alimentaria son asuntos centrales, se reivindica el usufructo por parte de las comunidades no sólo de la tierra sino de todos los recursos naturales incluyendo los del subsuelo, los pueblos originarios demandan el autogobierno de sus territorios, se exige el reconocimiento a los ámbitos y soportes de la religiosidad y la cultura tradicionales, las mujeres rurales han roto el silencio y exigen equidad de género… Y nada de esto es renunciable. Sin embargo en la plausible renovación de enfoques, los viejos paradigmas del desarrollo rural integral que incluían, entre otras cosas, el derecho de los campesinos a servicios sociales adecuados y la preocupación por calidad de la vida en el agro, han quedado en un segundo plano.

Sin duda un medioambiente sano, el abasto adecuado de alimentos de calidad, el control de los propios recursos, el autogobierno, el respeto y fomento a la cultura tradicional y los derechos de género son parte insoslayable de la vida buena. Pero hay que tener presente que en el campo las carencias incluyen lo más básico. Así, entre las 11 demandas por las que los indios chiapanecos se alzaron en armas en 1994 estaban techo, salud y educación, y una de las virtudes que hacen de la Cooperativa Tosepan Titataniske una organización emblemática es que se ha preocupado por mejorar los caminos y que atiende problemas de abasto, de salud, de educación, de ahorro y préstamo, de vivienda, de cultura, de acceso a los medios de comunicación

Salvo para los urbanos que se mudan a ámbitos campestres pero conservando la mayor parte de los servicios de que gozan en la ciudad, vivir en el campo es estar en abismal desventaja. Y cuando el agro se deteriora –como hoy sucede en México– puede ser una maldición.

En todos los órdenes históricos de carácter urbano, la ciudad prosperó a costa del campo, y en sociedades industriales, como el capitalismo, la desigualdad se extrema pues además adopta la forma de subordinación y saqueo de las periferias más o menos rústicas por los centros metropolitanos.

*

Publio Virgilio Marón disfrutaba de una modesta vida campesina en la rural Andes, cerca de Mantua, hasta que al fin de una de las guerras intestinas en que se enfrascaba Octavio Augusto, sus tierras fueron entregadas como recompensa a alguno de los soldados del ejército vencedor. El joven Virgilio reclamó, pero, como tantos otros reclamantes, nunca logró que se revirtiera el hecho consumado. Tuvo entonces que migrar a Roma, donde gracias al patrocinio de Mecenas obtuvo reconocimiento por su poesía.

En sus primeras Églogas, escritas a los 28 años y agrupadas bajo el título de Bucólicas, el mantuano documenta el desgarramiento de los campesinos de todos los tiempos y de todos los lugares, a los que empujan a migrar circunstancias adversas. Expulsión del campo originada por expropiaciones territoriales como la que lo obliga a él a dejar Andes, o en apreturas socioeconómicas como las que el poeta también documenta.

Pues lo he de confesar con Galatea
¿cómo emprender en libertarme?
¿o cómo acopiar un peculio?
Mis rediles tantas víctimas dieron,
tanto queso llevé jugoso a la ciudad ingrata,
y volver de ella con la bolsa llena
nunca pude lograr.

Aún no comenzaba la era cristiana y ya los pequeños agricultores denunciaban el intercambio desigual con los centros urbanos y la ingratitud de los citadinos para con los rústicos que los alimentan. Y también hay coraje campesino por la violenta desposesión –no a manos de una minera canadiense o de un agronegocio, sino de un sardo romano– de un patrimonio familiar laboriosamente acrecentado.

¡Cómo! ¡En manos
de un impío soldado estas parcelas
labradas con primor!... ¡Que de esas mieses,
un bárbaro se adueñe!... ¡Ay, eso rinde,
míseros ciudadanos, la discordia!
¡Para esa gente haber sembrado! (…)

Adelante, cabritas, se acabaron
mis cantos para siempre; ya conmigo
nunca más pasareis la flor del trébol
ni el amargo sabroso de los sauces.

A Virgilio después de todo le fue bien en Roma. Pero irse duele y los versos más llegadores de sus Églogas, son los que dedica a los migrantes que se despiden

Tendido al pie de tu aya de ancha sombra,
tú, Títiro, en el leve caramillo
ensayas tus tonadas campesinas.
Nosotros, de la patria en los linderos,
adiós decimos a tus dulces campos,
nosotros de la patria fugitivos
tu, tendido a la sombra, al eco enseñas,
oh Títiro, a que el bosque te repita:
¡Amarilis hermosa!

Hoy los campesinos mexicanos se van a la ciudad, a los campos del noroeste, a Estados Unidos o al remoto Canadá. En los tiempos de Virgilio se iban a África, Escitia –en lo que hoy es Rusia– o Britania.

Lo que es nosotros, de aquí vamos, unos
al África sedienta, otros a Escitia
junto al Oaxes que la greda enturbia,
o hasta el confín del mundo, a los Britanos.
¡Ay! ¿Qué esperanza queda de que un día
vuelva al fin a la patria?... ¿Qué divise
de mi casa el empajado techo,
un reino para mí, y encuentre atónito
unas pocas espigas?

*

Si queremos un agro donde se preserve a la naturaleza, si queremos seguridad y soberanía alimentaria, si queremos mantener vivos los saberes tradicionales y las raíces culturales, si queremos pueblos originarios autogestionando sus territorios… más valdría que fuéramos reduciendo las abismales diferencias entre el campo y la ciudad en lo tocante al acceso a los servicios, pues de otro modo pronto no habrá quien cuide el medio ambiente, cultive la comida, desarrolle la cultura y preserve la indianidad.

Dice el Plan de Ayala para el Siglo XXI, formulado por un centenar de organizaciones campesinas, y firmado en abril de 2012 por Andrés Manuel López Obrador:

Los habitantes del medio rural no somos ciudadanos de segunda y no hay razón para que tengamos caminos, viviendas, escuelas, clínicas, servicios culturales y diversiones de segunda. Es obligación del gobierno utilizar los recursos fiscales que generamos todos los mexicanos en extender y mejorar los servicios destinados a la población rural. Habitar en pueblos pequeños o medianos puede ser mejor que hacinarse en las inhóspitas barriadas periféricas de unas cuantas grandes ciudades, pero no lo es cuando por vivir en el campo no se tiene acceso a la vivienda digna, al agua potable, a la educación de calidad, a las buenas vías de comunicación, a la salud y seguridad social, a la conectividad digital, a la cultura.

Los hombres y mujeres rurales no quieren que se les trate como pobres sino que se les vea como ciudadanos con derechos y como productores, tanto de cosechas agrícolas como de bienes ambientales, sociales y culturales. Pero no se incorporará a los pequeños y medianos cultivadores al desarrollo agropecuario si no hay desarrollo rural integral, si no se procura aquí y ahora mayor bienestar para las familias campesinas. Y esto significa darle prioridad al campo no sólo en el fomento productivo sino, primero y ante todo, en los rubros relacionados con los servicios a la población: agua potable, caminos, comunicaciones, educación, salud, vivienda, cultura…

Sin bienestar rural ya, y sin expectativas creíbles de prosperidad para las familias, los jóvenes rurales seguirán desertando, y la fórmula “soberanía alimentaria con campesinos” se volverá una consigna hueca.