Los datos duros
La reconfiguración del medio rural
José Antonio Mendoza Zazueta
• Secretario técnico del Proyecto Conocimiento y Cambio en Pobreza Rural y Desarrollo, capítulo México
• Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural
FOTO: Alba Sud Fotografía |
En las décadas recientes el medio rural se ha modificado de forma importante, y nuevos colectivos sociales, como el de los sin tierra o las mujeres cabezas de hogar, rompen las viejas concepciones que teníamos al mirar este ámbito como un espacio de campesinos pobres cada uno con un pedazo de tierra. La realidad rural se ha hecho cada vez más compleja y desgraciadamente la pobreza rural prevalece y se agudiza.
He aquí varios datos, tomados del trabajo de análisis que ha realizado el Proyecto Conocimiento y Cambio en Pobreza Rural y Desarrollo en México, y que evidencian que los retos de políticas públicas y nuevos paradigmas para el campo no son pequeños:
• Hay un alto número de pobladores rurales sin tierra. De los 3.4 millones de familias rurales beneficiarias de Oportunidades, 61.5 por ciento carece de tierra, y el restante 38.5 que si tiene (propia o en usufructo) sólo cuenta en promedio con 2.9 hectáreas, en su gran mayoría de temporal (dependiente de la lluvia).
• Se agudiza el minifundio. Entre 1990 y 2007 el número de unidades de producción rural se incrementó en 26 por ciento mientras que la superficie involucrada sólo creció en 4.1 por ciento. En promedio los predios de propiedad social bajaron de 9.12 a 7.5 hectáreas en el periodo, pero esta cifra considera tierra en áreas de semidesierto; en realidad las explotaciones agrícolas, productivas, del sector social son menores a dos hectáreas en su gran mayoría. Los propietarios privados también son minifundistas; por lo menos el 70 por ciento tiene predios de dos o menos hectáreas.
• Hay una alta dependencia de subsidios públicos. Los ingresos por concepto de trabajo independiente agrícola y no agrícola en localidades menores a dos mil 500 habitantes representan 17.8 por ciento del total, mientras que las transferencias, publicas en su mayoría, alcanzan el 21.7 por ciento del ingreso. Para el caso de la población del primer decil de ingresos, donde se ubica la mayor parte de la población rural, los porcentajes son 16.5 y 40.3.
• A mayor ruralidad (esto es, a menor cantidad de población por localidad), hay mayor pobreza extrema y mayor dependencia del empleo agrícola y de los programas asistenciales.
• Si bien la transacción formal de tierras –prevista e incluso temida con los cambios al artículo 27 constitucional de 1992– ha sido mínima, de 2.9 por ciento de los 105 millones de hectáreas ejidales y comunales, hay un alto rentismo en las zonas agrícolas comerciales, de alrededor de 50 por ciento.
• Mientras en la segunda década del siglo pasado la participación el empleo agrícola en el total rebasaba el 70 por ciento, en 2010 se redujo a 13.4.
• Hay un número creciente de mujeres titulares de derechos agrarios, un millón 163 mil 753, según el más reciente Censo Ejidal, de las cuales 833 mil 805 son ejidatarias y el resto posesionarias. También crece el número de hogares rurales con jefatura femenina; en estados como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, uno de cada cuatro hogares rurales registra esta condición; allí también se observa promedios de edad menores y tasas de dependencia total (infantil y vejez) mayores que la nacional.
• Se observa un marcado envejecimiento de los titulares de derechos agrarios y productores privados minifundistas, con una edad promedio de 55 años. Un hecho importante es que 40 por ciento de los mayores de 65 años se reportaron como productores activos. En consecuencia, no existe el relevo generacional en la magnitud requerida, lo cual refleja un arraigo explicable en la falta de un sistema de seguridad social que la dé seguridad de vida a los adultos mayores y puedan dejar la tierra en manos jóvenes.
• Hay una tasa de participación de las mujeres en edad de trabajar que va en aumento. En localidades menores a dos mil 500 habitante ya alcanza el 17.7 por ciento, lo cual es todavía mucho menor que en localidades mayores a 100 mil habitantes, donde el indicador asciende al 41.1 pero con una tendencia creciente.
Sustitución de energéticos fósiles por agrocombustibles, un nuevo problema alimentario
FOTO: Margaret Broeren |
Entre los elementos que productores y especialistas del agro señalan como causantes de la volatilidad de los precios agrícolas y de su encarecimiento a partir de 2006-07 está el uso de materias primas para elaborar agrocombustibles, fundamentalmente biodiesel y etanol.
Para México, lo más sensible resulta el uso de maíz para etanol.
De acuerdo con el informe Agrocombustibles: fogoneros del hambre: Cómo las políticas de Estados Unidos para el etanol de maíz aumentan el precio de los alimentos en México, de Action Aid, desde 2000, el volumen de maíz que se utiliza en la producción de etanol en Estados Unidos ha crecido aceleradamente: pasó de representar cinco por ciento del total de la producción a 40 por ciento hoy día. La Unión Americana tendrá este año una cosecha de maíz estimada en 350 millones de toneladas, lo que significa que 140 millones serán para convertirlo en etanol.
Las cifras se comparan con alrededor de 950 millones de producción estimada de maíz para todo el mundo este año y 21 millones de toneladas de México.
El documento señala que la cantidad de etanol de maíz que se usa hoy en día es de 13 mil 800 millones de galones (o sea 53 mil 302 millones de litros), que representan casi nueve veces lo registrado en 2000. A partir de 2004 es cuando se observa el mayor incremento en el uso del grano “y coincide temporalmente con las alzas recientes de los precios de los alimentos”.
El hecho es que los agrocombustibles utilizan como materia prima maíz, caña de azúcar, soya y otras oleaginosas como la canola y la jatropha, fundamentalmente, pero los efectos en los precios del maíz son los que más han incidido en la carestía alimentaria, a tal grado que el informe de Action Aid considera que la tendencia creciente del uso del grano para elaborar agrocombustibles representa serios riesgos para México, porque es nuestro principal alimentos básico –convertido en tortilla– en términos de inflación y hambre.
Y el panorama es adverso, pues el potencial de aumento de uso de agrocombustibles como sustitutos de carburantes fósiles es muy amplio. De acuerdo con el reporte “La producción de agrocombustibles y el aumento de los precios de los alimentos”, de Jordi Rosell y Lourdes Vidalomiu, de la Universidad Autónoma de Barcelona, en 2007 se produjeron en todo el mundo cerca de 72 mil 500 millones de litros de biocarburantes líquidos, lo que supuso unos 30 millones de toneladas equivalentes de petróleo, apenas un 0.7 por ciento del consumo global de petróleo y un 0.3 por ciento del consumo mundial de energía.
“Las materias primas para producir estos biocarburantes fueron en su casi totalidad productos agrícolas: en el año 2007, 268 millones de toneladas de caña de azúcar (equivalentes a 38.5 millones de toneladas de azúcar), 80 millones de toneladas de cereales y 13 millones de toneladas de aceites vegetales se destinaron a la producción de biocombustibles líquidos”.
Según el informe de Action Aid -elaborado por Thimothy Wise y Marie Brill y presentado en mayo pasado–, la expansión del etanol en Estados Unidos, el principal país productor, ha sido estimulada por diversas políticas gubernamentales, entre ellas un arancel protector, medidas de desgravación fiscal y una meta obligatoria o mandato de consumo. El arancel ya no está vigente pero protegía de la competencia extranjera a la industria nacional del etanol, gravando con un impuesto de 0.54 dólares por galón al etanol importado de países no pertenecientes al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), como el brasileño, que se produce con caña de azúcar.
El etanol fue también beneficiario de medidas de desgravación fiscal considerables que prevalecieron por más de 30 años; con ellas los industriales del etanol obtenían créditos fiscales. Y hoy día “la industria está respaldada por el Estándar de Combustibles Renovables (RFS, sus siglas en inglés) que se instauró originalmente en 2005 y se sextuplicó en 2007. El RFS de 2007 exige un volumen cada vez mayor de consumo de agrocombustibles por año, con la meta de llegar a 36 mil millones de galones en 2022, de los cuales al menos 15 mil millones podrían producirse a partir de almidón de maíz”.
Se supone, dice, que los galones restantes deberán completarse con los llamados agrocombustibles “avanzados” (que dejan al margen los productos agrícolas), incluyendo 16 mil millones de galones de agrocombustibles de celulosa, pero al ritmo lento en que se está desarrollando esta industria, es poco probable que Estados Unidos pueda cumplir con ese mandato para 2022.
Otra política estadounidense importante relacionada con el etanol es el “tope de mezcla” o cuánto etanol se puede mezclar legalmente en un galón de gasolina. Aunque ese tope está actualmente fijado en 10 por ciento, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) aprobó recientemente una petición para subirlo a 15 y ya comenzó a levantar un registro de productores, lo que hace posible pensar que comience a aplicarse en algunos lugares desde mediados de 2012.
El documento de Action Aid dice que muchos investigadores han procurado hacer estimaciones del impacto de la expansión de los agrocombustibles en los aumentos recientes de los precios de los alimentos, y algunos analizaron específicamente la expansión del etanol de maíz en Estados Unidos.
FOTO: Sam Beebe |
“Un informe publicado recientemente por la Academia Nacional de Ciencias sintetiza las conclusiones de once estudios que examinaron la escalada de precios de los alimentos en 2007, concluyendo que los precios de las materias primas aumentaron entre el 20 y el 40 por ciento, como consecuencia de la expansión de los agrocombustibles a nivel internacional.
En cuanto al impacto sobre el precio del maíz, un estudio de 2009 atribuyó 22 puntos porcentuales del aumento de los precios registrado entre 2006 y 2009 a la expansión del etanol en Estados Unidos, dice y advierte que “las proyecciones indican que los agrocombustibles seguirán expandiéndose a nivel mundial, y que los precios de los alimentos se mantendrán altos. Una de las proyecciones, por ejemplo, sugiere que las tendencias del etanol de maíz presionarán el precio del maíz a un alza adicional hasta del 12 por ciento para el 2017, mientras otra estima que si la expansión de los agrocombustibles se mantiene, el precio de exportación del maíz será 18 por ciento más alto en 2020 que lo que sería sin la demanda agregada de agrocombustibles” (LER). |
|
|