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Reservas de granos,
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FOTO: Archivo de Proyectos |
Crear reservas estratégicas de alimentos, con una gestión compartida del Estado y de organizaciones campesinas e incluso con una administración compartida por diversos países, es la fórmula que han expuesto diversas agrupaciones campesinas , expertos e instituciones nacionales e internacionales a fin de estabilizar los precios agrícolas y acotar la especulación.
Desde 2007, año enmarcado por el alza inusitada de los precios globales de los alimentos, organizaciones como la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) y El Barzón han expresado el planteamiento de crear reservas de granos que pudieran ser utilizadas en momentos de escasez temporal y no acudir de forma desesperada a la importación, pues el efecto que esto último tiene es de mayor presión a los mercados internacionales e impulso alcista a las cotizaciones, tal como ocurrió a principios de 2007 cuando el gobierno federal anunció que México importaría maíz “de cualquier lugar del mundo” para garantizar el abasto nacional.
Dado que nuestro país es, además de Sudáfrica, el único país que usa el maíz para consumo humano directo, tal anuncio inmediatamente elevó los precios de por sí en situación de “pico” en esos momentos.
De acuerdo con Blanca Rubio, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, “la soberanía de una nación depende de su capacidad de producir alimentos y de sus reservas alimentarias. La función de éstas –con volúmenes equivalentes a la demanda de tres, cuatro o incluso seis meses– es garantizar que los precios no se eleven y mantenerlos en niveles acordes con el poder adquisitivo de las familias del campo y de la ciudad, así como asegurar que el país no va a entrar en crisis alimentaria en tiempos largos en caso de que ocurran situaciones de baja productividad o producción por causas climáticas”.
Esa es la estrategia que tradicionalmente siguen los campesinos para garantizar el abasto familiar; cuando tienen cosecha, primero guardan, de los alimentos principales –maíz, frijol, calabaza, etcétera–, lo que les asegura su propia alimentación para todo el año, y luego venden los excedentes. De esa forma no quedan a expensas de la oferta foránea.
La académica considera que las reservas alimentarias son una medida indispensable para enfrentar la volatilidad de precios y la incertidumbre generada por el uso de cultivos para producir agrocombustibles, pero es necesario crear infraestructura de almacenamiento, porque hoy quienes tienen bodegas son las trasnacionales, incluidas las instalaciones estratégicas, como las del puerto de Veracruz, en manos de Cargill; el gobierno no cuenta con bodegas.
Además las reservas deberían ser complementadas por otras políticas públicas: un esquema de precios mínimos garantizados, o precios objetivo, para los productores, que tomen como referencia los precios internacionales, así como mecanismos que administren la oferta/demanda y por tanto regulen las importaciones y exportaciones, y la creación de un observatorio de los precios para estudiar y entender el impacto de la especulación y para promover alianzas de los agentes de las cadenas agroalimentarias, según Rubio.
La ANEC y El Barzón han argumentado en un sentido similar. La creación de reservas funcionaría como un regulador de precios, fuente de abasto para la población ante posibles crisis de desabasto y mecanismo para evitar el chantaje común de agroindustrias que, en momentos de escasez, demandan subsidios para importar y luego presionan a los productores para que les vendan sus cosechas a precios castigados.
Víctor Suárez, director ejecutivo de la ANEC, ha reiterado en múltiples ocasiones la urgencia de establecer un sistema de reservas, que sirva para enfrentar emergencias como la ocurrida en 2011 cuando la producción de maíz y frijol se desplomó casi a la mitad a causa de sequías y heladas. Las reservas son fundamentales para evitar el encarecimiento, el cual pega primero paradójicamente a los campesinos y para evitar incluso el desabasto desde el exterior, pues según Suárez, los propios inventarios internacionales son escasos.
El informe Grain reserves and the food price crisis, publicado por el Institute for Agriculture and Trade Policy (IATP), que recopila análisis escritos sobre el tema desde 2008 hasta 2012, señala en su introducción que “Bajos o inciertos niveles de reservas son una precondición para que la volatilidad ocurra. Reservas transparentes y contabilizadas son una poderosa herramienta contra tal volatilidad”.
Los textos recopilados en el informe detallan la importancia de las reservas en un mundo con hambre, considerando que más de mil millones de personas en el planeta, esto es una de cada siete personas, tienen un consumo deficiente de alimentos; asimismo mencionan los esfuerzos públicos ante el Congreso de Estados Unidos para generar reservas estratégicas; uno de los textos habla de cómo las reservas pueden evitar los intempestivos aumentos de los precios en los mercados internacionales, y otro más propone la creación de reservas internacionales implicando aportaciones de varios países, incluidos los desarrollados y algunos en transición, incluido México, al tiempo que funciona un sistema paralelo de “inventarios virtuales” (LER).
A diferencia de situaciones previas de aumentos en los precios de los alimentos, lo nuevo hoy es la financiarización, esto es que tales precios son utilizados en forma especulativa en beneficio del capital financiero.
La crisis alimentaria actual está vinculada a una crisis capitalista global y tal financiarización es una derivación; por tanto, la estabilidad de los alimentos sólo podrá conseguirse cuando surja un nuevo modelo de desarrollo mundial “y que esta etapa de caos haya terminado”, afirmó Blanca Rubio, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Al participar en el Seminario Internacional Nuevos Paradigmas y Políticas Públicas para la Agricultura y Sistemas Alimentarios Globales, Blanca Rubio, explicó que desde los años 70s del siglo pasado hay un sobrante de capital que no tiene dónde invertirse y por tanto se ha trasladado a la actividad especulativa. La sobreproducción de mercancías que existe –porque la gran masa de proletarios no tiene capacidad adquisitiva– encontró a fines del siglo pasado una aparente solución en el endeudamiento, sobre todo en Estados Unidos; “se crearon créditos para sectores que en realidad no podían pagar”.
Así es como se generó un endeudamiento a nivel mundial y por ello las inversiones dejaron de tajo de ser productivas para irse a la esfera especulativa.
“Ello ha propiciado la situación actual perversa”, dijo y comentó que hasta hace algunos años el modelo de desarrollo neoliberal funcionó basado en mecanismos compensatorios: la población no tenía suficiente capacidad para adquirir mercancías y se le endeudó, pero también hubo mecanismos que mantenían sometidos y a la baja a los precios de los alimentos, para equilibrar la economía.
Estas convenciones “estallaron” con el endeudamiento hipotecario de 2008; la insolvencia sobrevino en el llamado credit crunch, y en virtud de que los bancos entraron en quiebra y dejaron de prestan dinero a las empresas productivas, la crisis financiera se transformó en productiva (algo que se observó muy bien en la industria automotriz). Vino entonces el declive de las ganancias financieras y se cerró la válvula de escape que había permitido durante 20 años mantener el modelo neoliberal muy artificialmente.
La académica continuó su explicación: cuando en 2008 declinaron las ganancias especulativas en el sector hipotecario, esos fondos se refugiaron en las materias primas agrícolas, porque la demanda de alimentos nunca cae, e igual pasa con los energéticos.
La incertidumbre e ideas de que el petróleo no va a alcanzar y de que habrá escasez de alimentos a causa del cambio climático, genera condiciones atractivas para los bonos especulativos. De allí el efecto de alza en los precios. Hay gráficas que muestran claramente cómo hubo un declive en los fondos hipotecarios en 2008 y al mismo tiempo un repunte en los precios agrícolas. En 2009 se revalorizó el euro y los fondos especulativos salieron de los alimentos para irse a las bolsas europeas. En 2010 y 2011 se dio un declive del dólar y los fondos regresaron a los mercados agrícolas a buscar refugio. En 2012 se observa una caída de los precios por el fortalecimiento del dólar. Elementos tales como caída de cosechas (por ejemplo por la reciente sequía en Kazajistán) y la restricción de exportaciones en algunos países son elementos que propician la llegada de los fondos especulativos a los mercados agrícolas y ello genera los picos de precios.
Blanca Rubio comentó que se llegó a pensar que el alza en los precios agrícolas sería benéfica para los productores, pero se han elevado también los precios de los insumos, como combustibles y fertilizantes –ligados al comportamiento del petróleo–. “Incluso hay picos de aumentos de los precios reales en 1978 y 1980 a los que hoy no se llega“–. Entonces son las grandes trasnacionales, integradas en las cadenas productivas y comerciales, las que han sacado provecho de la situación. “Ni en Estados Unidos los productores se han podido beneficiar; bueno, sólo lo ha logrado una elite”.
En términos políticos, dijo, a Estados Unidos le ha convenido la crisis alimentaria, pues así le pega a sus rivales, como los países petroleros que son dependientes de los alimentos.
Los alimentos, afirmó, han vuelto a ser utilizados como arma de guerra; son estratégicos para la lucha por la hegemonía. Algunos países de América Latina entienden esto y trabajan fortaleciendo su producción interna, pero los países neoliberales, como México, no; siguen impulsando políticas aperturistas y de entrada a productos baratos.
En este marco, la nueva relación de la industria y la agricultura –dada porque ésta genera una renta– propicia una nueva etapa: se acabó el fin compensatorio de las materias primas para apuntalar la acumulación. No veremos más precios bajos.
“Estamos en la transición hacia un nuevo modelo de desarrollo, porque el actual está agotado. La producción de alimentos asume un nuevo rol” y por tanto los países deben tomar medidas tales como la regulación de las importaciones, la creación de reservas (para evitar especulación y escasez) y el control de las trasnacionales. Venezuela cerró la empresa Polar porque estaba especulando con el arroz en 2008 y le puso restricciones a Minsa por la especulación que hacía con el maíz. En México, con la crisis del maíz y la tortilla de 2007 las corporaciones especularon hasta que se cansaron, dijo (LER).
Uno de los problemas principales que afecta la economía campesina y la estabilidad de la producción radica en la volatilidad excesiva de las cotizaciones internacionales de las materias primas agrícolas, las cuales son referencia para los precios que reciben los productores de México y demás países, afirmó Pedro Torres, presidente del Frente Democrático Campesino de Chihuahua (FDCCh), como parte de las conclusiones obtenidas en el Seminario Internacional Nuevos Paradigmas y Políticas Públicas para la Agricultura y Sistemas Alimentarios Globales, realizado en la Ciudad de México en junio pasado. “Los productores salen perdiendo porque no ha habido una regulación de precios de acuerdo con el costo que se tiene para producir un producto y con el precio que debe haber para el productor y el consumidor (…) Se debe prohibir que las materias primas sean objeto de especulación, así como impulsar los precios internos”, dijo Torres y detalló lo injusto que resulta que los precios estandarizados globalmente soslayen las grandes diferencias en el poder económico de cada país y en las actividades de los campesinos e indígenas respecto de la agricultura industrializada; “la cotización del maíz de la bolsa de Chicago es la misma para la agricultura de los países ricos y para las comunidades indígenas”. En el seminario –organizado por la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), el Institute for Agriculture and Policy Trade Policy (IATP) y la fundación Heinrich Böll Stiftung– se discutió la viabilidad de que el mundo regule las lonjas internacionales, dado que en la década reciente, y cada vez más, se están interrelacionando las operaciones comerciales de alimentos, energía e instrumentos financieros. Y es eso precisamente lo que causa la intensa volatilidad de los precios. “Gran parte de la tarea de regulación (global) es desvincular estos mercados que se han juntado, desvincularlos para no tener tanto contagio, pues ese es el nuevo problema que tenemos, y la tarea está en los países ricos en gran parte, pues los mercados financieros están ubicados allí”, dijo Timothy Wise, director de Investigación y Políticas del Instituto de Desarrollo Global y del Medio Ambiente (GDAE) de la Universidad de Tufts. Steve Suppan, analista de IATP, con sede en Minneapolis, Minnesota, consideró que el reto es grande. “En el contexto político de Estados Unidos acabar con la práctica comercial (que vincula los tres mercados) es muy difícil porque toca cuestiones constitucionales”. Y las instituciones internacionales tienen límites. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) tiene restringido su mandato a sólo mirar los precios agrícolas para su análisis, “y no reconoce que los mercados han cambiado por el hecho de que los instrumentos financieros vienen en paquete: contratos para productos básicos, donde se liga a los energéticos y los agrícolas, con estos últimos siendo los más chiquitos y por tanto los más vulnerables a los precios del petróleo y derivados”. Por su parte, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), si bien ha analizado siempre los precios de las materias primas y lo ha hecho de manera intensa y crítica, enfrenta obstáculos: los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea hicieron una gran lucha haca un mes para acabar con el mandato que tiene al respecto la institución, dijo Suppan. En un reporte de junio de 2011, denominado “Formación de precios en mercados financiarizados de productos básicos: El papel de la información”, la UNCTAD señala que la financiarización de los mercados de productos básicos afecta de manera significativa los precios de los alimentos básicos. Detalla cómo los inversionistas financieros participan en los mercados de productos básicos tomando en cuenta modelos matemáticos y no las realidades de la oferta y la demanda, y esto “puede causar daños en la economía real, donde los precios de los alimentos inciden en la salud y el bienestar de la población, en especial de los países menos ricos”. Señala que en 2007-08 se formaron “burbujas de precios” (alzas significativas) en el petróleo y el maíz, y desde entonces los ”gestores de fondos de cobertura“ han intensificado su acción en los mercados: siguen una estrategia de negociación que puede construir y deshacer posiciones (en las lonjas) muy rápidamente, y lo hacen de forma masiva, en manada. Ha habido una estrecha correlación entre las variaciones de precios y los cambios de posición de esos actores desde el año 2009, afirma la UNCTAD. |