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Exhibe el Museo de la Ciudad de México una retrospectiva de la pintora surrealista

Dedican exposición al imaginario onírico de Bridget Tichenor

Es la primera que se organiza desde que falleció, hace 22 años

Da cuenta de la producción que realizó en los 37 años que vivió en México

Permanecerá hasta finales de agosto

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En las pinturas de Tichenor se percibe inocencia, en criaturas entre fantásticas y mitológicasFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Domingo 15 de julio de 2012, p. 2

Es imposible resistirse a la provocadora imagen con la que abre el recorrido de la exposición Bridget Tichenor, que el Museo de la Ciudad de México dedica a esa pintora surrealista, la primera que se organiza desde su muerte, hace 22 años.

Se trata de un retrato gigante, en blanco y negro, en el que la singular artista luce un abrigo cuyo capuchón puntiagudo, similar a un sombrero de bruja, cubre su cabeza y realza la enigmática hermosura de su rostro. Una mirada retadora, entre irónica y seductora, la suya, es un anzuelo difícil de esquivar.

Inaugurada a finales de mayo, la retrospectiva da cuenta de manera exclusiva de la producción que Bridget Tichenor realizó durante sus 37 años de estancia en el país, adonde llegó por vez primera en 1947, invitada por su primo Edward James, y se estableció de manera definitiva en 1953.

Son 100 pinturas y 35 dibujos, provenientes de 18 colecciones privadas y del extranjero. Varias de esas piezas son exhibidas por vez primera al público. A ese material, se suma un video, realizado en 1985 por Tufic Makhlouf, en el que la pintora da pormenores de su vida y su obra.

La muestra está distribuida en cinco de las salas del histórico recinto, ubicado en Pino Suárez 30, Centro Histórico, adonde se mantendrá abierta hasta finales de agosto.

La primera sala, además de la mencionada fotografía, presenta una línea del tiempo, en la que se destacan los principales hechos y sucesos ocurridos en el mundo, el arte y la vida de la creadora, entre su año de nacimiento, en 1917, y el de su muerte, en 1990.

Así, el espectador se entera de que Bridget Tichenor nació en París, aunque poco después fue llevada a Londres; que su madre fue colaboradora de Coco Chanel y su padre, comentarista estadunidense de la NBC en la capital inglesa; y que desde muy niña comenzó a dibujar.

De igual manera, que al crecer y concluir sus estudios en arte, siempre estuvo vinculada con el grupo de surrealistas europeos, incluso cuando decidió residir en México, donde mantuvo amistad con Leonora Carrington y Remedios Varo, además de hacerse de la de Mathias Goeritz, Luis Barragán y Kati Horna, Pedro Friedeberg, Cristina Bremer y Lola Álvarez Bravo.

Otro detalle que se consigna en ese apartado es que la pintora vivió en realidad dos temporadas en nuestro país. La primera, entre 1953 y 1982, cuando decide regresar a Roma, tras la muerte de su único hijo. La segunda y definitiva, entre 1984, luego de que fallece el amigo que la invitó a la capital italiana, y hasta el momento de su muerte, en 1990, en su rancho, en Ario de Rosales, Michoacán.

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La mirada de Bridget Tichenor, con influencia renacentista

La segunda sala de la exposición está dedicada a los dibujos de Bridget Tichenor, los cuales destacan por estar hechos de manera automática, algo muy propio del surrealismo.

A partir de una línea o un punto, se desarrollan trazos que generalmente no tienen una orientación ni un tema lógico. Son imágenes muy libres; las hay abstractas, pero también figurativas, con criaturas entre humanas y animales, muy oníricas; en otras, es indiscutible la influencia que tuvo de su mamá, como diseñadora de Coco Chanel.

Mientras la tercera sala está destinada a proyectar el mencionado video sobre la vida y la obra de la artista, en la cuarta es cuando el encanto del imaginario esotérico y surrealista –sub-realista, lo llamaba ella– de esta creadora termina por arrobar al espectador.

Son pinturas en las que se percibe cierto dejo de inocencia, mediante seres con cabeza y a veces hasta cuerpos de huevo, rostros sin definirse, criaturas entre fantásticas y mitológicas, cuyos colores alegres contrastan con los fondos escarpados y sombríos de sus paisajes y cielos.

Para concluir el recorrido, en la quinta habitación se puede apreciar una serie de cuadros en las que se advierte una indiscutible influencia de la pintura renacentista en el trabajo de la creadora.

Sobre todo, eso ocurre con una serie de retratos de personajes que evoca ese periodo artístico, aunque sin nunca perder el toque entre provocador y travieso, crítico del surrealismo.

Un aspecto de gran singularidad en la pintura de Bridget Tichenor radica en la profunda carga sicológica que imprime en los ojos de la mayoría de sus personajes, con miradas tan enigmáticas y retadoras como lo era la suya.

Pese a que gran parte de su estancia en México la pasó aislada en su rancho, la influencia de esta autora en la historia del arte nacional fue profunda tanto por su obra como por sus relaciones intelectuales, según se afirma en la presentación de la muestra.

En general, el núcleo surrealista cosmopolita exiliado en México durante la posguerra fue clave para el estímulo de una nueva generación de artistas que durante la segunda mitad del siglo XX propusieron desde México un arte distinto al de la dominante Escuela Mexicana, se precisa en el documento.

Esta nueva oleada incluyó pintores nacidos en el extranjero como Vlady Kibalchich, Pedro Friedeberg y Alan Glass. Bridget, quien permanece en México el resto de su vida, constituyó un vínculo vital entre los primeros surrealistas y esa nueva generación de artistas rebeldes.