al vez la elección de Enrique Peña Nieto sea legal. Pero eso no la convierte en éticamente aceptable, porque fue un proceso saturado de inmoralidades que aprovechan los huecos que las leyes dejan a los expertos en las viejas políticas corporativistas.
Entre los grupos emergentes inconformes con los resultados electorales está un pequeño, pero muy activo, colectivo en formación: el de los evangélicos que señalan el vicio de origen, los dados cargados del establishment a favor de Peña Nieto. Reproducimos a continuación un comunicado que ellos y ellas nos hicieron llegar.
“Quienes suscribimos este documento, jóvenes, adultos, mujeres y hombres de diversas ideologías políticas, pero con una fe en común, la cristiana evangélica, nos manifestamos y confesamos: Manifestamos que es responsabilidad cristiana y civil tomar una postura en torno a los pasados procesos electorales caracterizados por la corrupción y la mentira. Manifestamos que nuestra participación pública como cristianos evangélicos en la movilización social es una congruencia ética. Confesamos que Jesucristo, nuestro modelo de fe, advirtió que ‘lo dicho en secreto y a puerta cerrada, será gritado en las azoteas de las casas’ (Lucas 12:3) pues siempre valoró la verdad por encima del engaño (Juan 3:21).
“Nuestra conciencia evangélica nos lleva a rechazar las interpretaciones de pasajes bíblicos que hablan de una ideología de sometimiento irrestricto al poder (por ejemplo, 1ª Pedro 2:17). Manifestamos que los representantes populares merecen respeto en tanto seres humanos, pero eso no excluye la oposición cívica. Por ende, rechazamos que Dios haya colocado autoridades intocables. De este modo, es nuestro deber denunciar actos de injusticia por parte de la autoridad civil, como el mismo apóstol Pablo lo mostró (Romanos 12.2 y Hechos 16:37).
“Confesamos que el reino de Dios no solapa el statu quo de corrupción, ni [la manipulación] del aparato de poder para beneficios políticos y/o eclesiásticos, por lo que defendemos la separación de la Iglesia y el Estado para evitar la simulación que [instauró] por primera vez el emperador Constantino. Rechazamos la creencia en valores eternos que deban ser defendidos por el Estado, y cualquier justificación de ‘guerra justa’.
“Confesamos que nuestra acción está dirigida por el ministerio de reconciliación mostrado por Jesús y que la participación democrática es una de las vías de su manifestación como fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23).
“Creemos que la apatía social sólo reproduce las injusticias, pues la enseñanza de Jesús fue participar activamente en beneficio de los oprimidos.
“Cierto es que Jesús enseñó a ‘dar al césar lo que es del césar’, por lo que reconocemos la legitimidad de las instituciones y de sus disposiciones fiscales con el objetivo de ser administradas en beneficio del bien común. Empero, creemos que en el Antiguo Testamento se enseña que Dios quita y pone reyes mediante los instrumentos humanos, y para nuestra época estos se traducen en gestión democrática.
“Creemos que la democracia no se reduce al voto como forma de participación, sino que incluye también la oposición como forma de acción social, negociación y posibles acuerdos entre los poderes y los ciudadanos en vías del bien común.
“Quienes suscribimos este documento practicamos la vida espiritual de ayuno y oración, pero creemos que la santidad va ligada a la justicia. Confesamos que es necesario denunciar la injustica, el engaño y el fraude.
“Confesamos que es justo y congruente con nuestra fe reclamar ante un proceso electoral que ha sido acaparado por unos cuantos, ensuciado por el lucro, el mal conteo del sufragio y el derroche económico por obtener el poder. Nuestra participación en las calles junto con diversas organizaciones ciudadanas es una muestra de cómo podemos ser sal y luz de la tierra (Mateo 5:13).
“Retomamos la voz profética de Amós quien, como en estos días, era testigo de los abusos de poder y la corrupción, y nos sumamos a sus denuncias de trueque de dádivas por poder ‘pues venden al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias’ (Amós 2:6-7).
“El testimonio de las Escrituras nos llama. El centro de nuestra fe, Jesús, nos alienta. Por ello, manifestamos lo siguiente: 1. Apoyamos los movimientos ciudadanos en pro de la justicia, la paz, la transparencia y la equidad en los procesos electorales. 2. Invitamos a los cristianos de distintas confesiones a salir de los templos hacia las calles y las plazas para alzar la voz y sumarse al movimiento, fuerte como el Espíritu. 3. Nos asumimos como parte de una Iglesia profética que anuncia, denuncia y participa en los esfuerzos humanos para construir la justicia y la paz por encima de ideologías. 4. Rechazamos toda forma de violencia fáctica y mediática, pues Jesús mostró el camino de la paz. (Mateo 5:9). 5. Confesamos que Dios merece toda honra y ésta se le brinda en acciones por la paz y la justicia. 6. Respetamos a la autoridad política y civil, pero asumimos el derecho de impugnarla cuando solapan la injusticia y el engaño. 7. No solaparemos las acciones de autoridades que utilicen la mentira, la corrupción y la violencia. 8. En esta movilización damos testimonio de nuestra fe como agentes de cambio, como lo fue el Jesús de la fe que confesamos. 9. Creemos que para sanar nuestra tierra es necesaria la reconciliación que nos ha trasmitido el testimonio de las Escrituras (2 Cor. 5:18-19). 10. Creemos que el reino de Dios es posible, actuando en consecuencia: para que el kairós de Dios se manifieste, debemos estar prestos a incidir en nuestro kronos.
“En esta coyuntura, confesamos que el mismo caminante que anduvo con los discípulos rumbo a Emaús nos acompaña hoy rumbo a un nuevo caminar. Juntos, le pedimos: ‘quédate con nosotros, porque ya es tarde. Se está haciendo de noche’ (Lucas 24.29).”