Es cuna de crustáceos, cuya pesca es la actividad principal de la región
Alberga varias especies de flora y fauna en peligro de extinción
Lunes 9 de julio de 2012, p. 3
Boca de Camichín, Nay. El río San Pedro desemboca aquí, donde la combinación perfecta del agua dulce con la salada del mar da vida a unas 92 mil hectáreas de manglares y lagunas de marismas nacionales, una de las más ricas cunas de crustáceos del país, fuente de empleo para los pobladores. Esta reserva de la biosfera concentra 20 por ciento de los humedales que aún existen en el país.
No hay actividad que no tenga que ver con el ostión y el camarón. Antes de llegar, todavía en la carretera, hay puestos donde se venden, ya sea listos para guisar o para comer. En las palapas en la playa de la laguna los elaboran en empanadas, tacos, tostadas, a la plancha. En las casas, antes de agua, lo que los anfitriones ofrecen a las visitas son estos alimentos.
El ostión se cultiva desde hace 30 años en balsas flotantes; hay 500 en esta laguna y cada una produce seis toneladas al año. Aunque no es una técnica avanzada, la cooperativa de 200 socios es la mayor productora del Pacífico mexicano, explica Marcos Moreno, dedicado a esta actividad.
Cuando empieza la temporada de lluvias se da un balance entre el flujo de agua dulce y marina. Comienza la producción de las semillas de ostión y hay otros crustáceos que se empiezan a reproducir. Hay muchas especies basadas en la mezcla de agua dulce y salada. Si hacen la presa Las Cruces, que retendría el agua en la parte alta, desequilibrará la laguna
, señala.
La navegación por los canales de marismas, que reciben el aporte de 10 ríos y en total cuentan con 133 mil hectáreas, no sólo conduce a la isla de Mexcaltitán. Es también un avistamiento de aves como el loro corona lila y de especies en riesgo de extinción, como la iguana negra y el jaguar, que deambulan por la selva baja. La lancha serpentea entre la vegetación de cuatro variedades de mangle (botoncillo, rojo, blanco y negro), catalogadas como especies amenazadas por la norma ambiental 059.
Esta vegetación, que desde 2007 está protegida por la Ley de Vida Silvestre, proporciona servicios ambientales y producción pesquera con valor aproximado de 37 mil dólares al año por hectárea, reportaron los científicos Exequiel Ezcurra y Octavio Aburto en 2008.
Ahora en marismas –que también tiene la categoría internacional de protección Ramsar–, el manglar está en riesgo porque la construcción de una presa romperá el régimen hidrológico del río San Pedro, que desemboca en ellas, evitará el paso de sedimentos que nutren la tierra y el agua y desaparecerán especies, advierte Manuel Blanco, biólogo de la Universidad Autónoma de Nayarit.
Las lagunas de la reserva perderán el equilibrio que da vida a ese sistema y con la ausencia de manglares dejarán de producirse especies como el camarón, señala. Del país ya desapareció entre 35 y 65 por ciento de manglar, según diferentes estimaciones, y quedan 770 mil hectáreas, reportan datos de la Comisión Nacional para el Uso y Conocimiento de la Biodiversidad.
La Venecia mexicana
Desde Boca de Camichín, a 45 minutos de viaje en lancha, en medio de la reserva, está la isla del antiguo pueblo de Mexcaltitán. Hay teorías que afirman que los mexicas salieron de este lugar para fundar Tenochtitlán. La Secretaría de Turismo le dio en 2001 denominación de pueblo mágico, pero hace tres años se la retiró, argumentando que no se llevaron a cabo las obras de limpieza y ordenamiento, explica Víctor Zavala, habitante de la isla.
Tuvo esa categoría porque es un sitio singular: en la región se le conoce como la Venecia mexicana. Durante la temporada de lluvias se inundan las callejuelas de la ínsula, de 400 metros de ancho por 350 de largo. En estos días de estiaje esas mismas calles lucen sucias. Las casas están descoloridas, la pintura se cae de las paredes, tienen abiertas sus puertas de madera y las ventanas son tendederos de ropa. En el centro de la plaza está el museo El Origen. También la iglesia y al lado de ésta, un billar. Los hombres están reunidos allí; hay veda de camarón.
La vida de los mil 800 habitantes está basada en las lagunas y canales. El 29 de julio se hace una ceremonia para bendecir el agua, para que el ciclo productivo sea bueno para los pescadores
, relata Zavala, mientras camina por los callejones. Afuera de las casas hay letreros que anuncian la venta, desde tamales de camarón y cocteles hasta paté.
La experiencia de lo que han dejado grandes obras gubernamentales es lo que alerta a los pobladores. Muchos de los males actuales, de pérdida de manglares, contaminación del agua y suelo, se deben al canal de Cuautla, que se abrió en la década de los 70 para conectar el mar a la laguna Agua Brava; su apertura fue de 40 metros de ancho, ahora es de 2 kilómetros. Esto limitó la circulación de los cuerpos de agua y provocó la salinización de tierras de cultivo, explican.
Otro caso es la presa Aguamilpa, construida sobre el río Santiago, en el municipio de Tepic. José Francisco López tiene cinco hectáreas en Villa Juárez, donde sembraba diversas variedades de chile. Las tierras están a un lado del cauce; ahora son improductivas, se salinizaron. La mayoría de los que viven en esa zona están en la misma situación. Ahora tenemos que trabajar para otras gentes. Yo me volví comerciante, tengo una ramadita en la playa Los Corchos, y un puestecito de tacos
.