Los activos privados de Gil Zuarth, Max Cortázar, Hildebrando, De la Sota y Germán Martínez
n el centro de esta columneta ha venido apareciendo copia fiel de las comunicaciones intercambiadas con el Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE), el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Secretaría de Gobernación sobre la trascendencia o no que para los ciudadanos tenía la información sobre el pasado proceso comicial. En esta ocasión he solicitado que se enmarque síntesis de la respuesta que me dirigió la Secretaría de Gobernación, y en la que inculpa directamente al Consejo General del IFE, de la incuria que evitó el encadenamiento de las emisoras de radio y tv para que el debate entre los candidatos estuviera al alcance de los ciudadanos en todos los confines del país. Considero que los señores consejeros, que no tienen la obligación de leer La Jornada, sí tienen el derecho de conocer esa (absurda e injusta, pienso yo), inculpación, razón que me lleva a repetir exclusivamente el meollo (juro que así se dice), del asunto y enviarles copia fidedigna del libelo de marras.
Señores consejeros: a su ilustrado y justo criterio corresponde decidir los términos de la respuesta a esta imputación. Yo, que carezco de tales prendas, no me atrevo a sugerencia alguna, si acaso, como exclamó con dulzura la madre superiora, interrumpiendo brevemente sus rezos, digo: ¡Carajo! Con 10 mil demonios y, por las barbas del Maléfico, no se vale, que la ignorancia oficial y bien remunerada de los funcionarios de Gobernación quede impune: ¡Por la honra de ese Consejo General, azótenlos! (jurídicamente, por supuesto). Desmiéntalos y háganles ver que, de arriba (Poiré), a abajo (todos los demás), son una parvada de ignorantes o, como se dijo la semana anterior, un hato de cobrones sin causa (como los rebeldes de antaño).
En medio de un gran chubasco, me apersoné a votar, como cada tres años, en Calero 87. Cuatro excepcionales sanangelinas se hacían cargo de la elección federal. Llevaban más de seis horas de arduo trabajo y sin embargo, aunque cansadas lucían esplendentes. Un make up impecable. Las uñas perfectamente arregladas, sus atuendos para esa tarde coñacquera elegantes y discretos. Fueron tan gentiles y acomedidas que me atreví a solicitarles que, como no había terminado de razonar mi voto, me permitieran sentarme a su vera para fundamentar mi trascendente decisión. Digo esto con 30 años menos, y la mirada de consideración que me dirigieron ese domingo, hubiera sido un sonoro bofetón: ventajas y dolencias de la triste falta de peligrosidad. Siempre saludo a los representantes de los partidos marginales de izquierda (es un decir). Se ubican en las esquinas, detrás de las columnas y miran, o con las dolientes y resignadas caras de Dolores del Río y Columba Domínguez, o con las amenazantes, agresivas, plenas de profundo rencor social de Miguel Inclán o Noé Murayama. Al salir, una joven me intercepta: hola Carlos, soy ¿……? Christlieb. La abracé con mi cariño de siempre para esta familia histórica y pensé: mientras haya Christliebs en este planeta, siempre habrá casillas blindadas para Acción Nacional.
Ya salía, cuando descubro que en la mampara para la votación federal, una voz femenina le daba instrucciones a otra persona de cómo emitir su voto. Con la edad (desde que cumplí 12 años), soy cada día más proclive a la pronta indignación. Me regreso furioso y pego mi cabeza a la manta que ocultaba a los votantes. La furia y el clima me provocaron un ruidoso ataque de tos que obligó, a quienes estaban adentro, a descorrer la cortina. Quedé frente a una bella (pero bella) y muy joven señora quien, cuando voy a reclamarle su proceder, me dice: Cuanto lo siento señor, lo he estado entreteniendo, por favor le ruego que me disculpe, es que le estaba enseñando a mi hijita cómo se vota
. Apenas pude balbucear unas torpes disculpas. Achaqué lo acontecido a mi costumbre de ingerir los antibióticos dentro del Martini, y salí huyendo. Subí al auto y comencé a pensar en lo que en esta casa/casilla recién acababa de suceder, y lo que había acontecido desde mitad del siglo pasado. Les platico:
En los tempranos 50, un jovencito, chofer de un camión de pasajeros recorría incansable las torturantes carreteras de la época. Un día decidió pernoctar en Ozumba. Dolido del batallar con las palancas de velocidades, fue a la botica a pedir un analgésico y allí conoció a María Eugenia, la joven que le brindó a ese joven, llamado Carlos, salud y felicidad. Se ennoviaron de inmediato y aunque el noviazgo apenas duró tres años, ya entrados en gastos, decidieron casarse. El matrimonio superó los 58. Todas las tardes, durante más de medio siglo, se encaminaban a la iglesia de Tlacopac para oír misa juntos, igual que la familia de Mauricio Gómez Morín, de don Antonio Vélez Palomar y su entrañable Lupita (los apellidos les dirán de la prosapia albiazul que representan). Como ellos, muchos más (pero cada día menos): creyentes, devotos, practicantes, cristianos como los quería San Agustín: de los que viven como piensan. ¿Por qué no habré encontrado estas calidades humanas en los gabinetes de los pasados 12 años?
Hace unos días, una hija transportó a Maru a la Del Valle. Dado que era el tiempo del Ángelus de mediodía, decidieron poner un cd destinado a rezar el rosario. Al llegar les faltaban unas cuantas aves marías que terminaron ya estacionadas. Cuando la hija ayudaba a Maru a salir, ésta se desvaneció. Murió en ese instante de un derrame cerebral.
Jamás he dado un pésame con mayor facilidad. Reconozco, sin saber si hice bien o mal, que mis palabras fueron más una felicitación que una condolencia. Eres un suertudo, tocayo –dije– durante 60 años has gozado de compañía, solidaridad, amor y de éste, cinco hijos. ¿Podías haber deseado algo mejor para ella? Se fue sin llantos, dolencias ni desvelos. Con la expresión de su fe en los labios y una paz interior que sólo dan la conciencia limpia y una permanente costumbre de querer, sin ver a quien.
Carlos no quiso solicitar el cambio de la casilla: los vecinos saben que cada tres años Maru y yo los atendíamos con gusto
, me dijo. Lo entendí: no se trata de borrar la vida sino de recrearla, de revivirla, es decir, vivirla varias veces. Había dejado de llover, pero yo seguía sin ver con claridad. ¡Carajo, por que no hay limpiadores para los ojos!
El honor primero que la efímera gloria. La Organización de las Naciones Unidas decidió otorgar al gobierno mexicano un premio por su Programa de Estancias Infantiles (¿Era Ripley un simple descreído o un sicópata?). Dicen que con gran altivez y señorío, Juan Francisco Molinar Horcasitas declinó el honor de recibir el galardón en nombre del gobierno de la República, pues se enteró que se trataba tan sólo de un segundo lugar mundial.
Fuego Hermano.- Relata Roberto González Amador: Hacienda informa que la deuda pública nacional, en los seis años calderonianos, ha crecido en 152 por ciento. (A cambio, los activos privados de Gil Zuarth, Max Cortázar, Hildebrando, De la Sota, Germán Martínez y la Fundación Mouriño: Deshagamos la América,
se han acrecentado, de manera inversamente proporcional, al agotamiento del sexenio del empleo y el bien común). Esto significa que la deuda per cápita de cada mexicano pasó de 18 mil 958 pesos a 44 mil 404 en seis años. A cambio de lo cual, al viernes anterior al proceso electoral, la Bolsa Mexicana de Valores avanzó 1.42 por ciento, para alcanzar un nuevo máximo histórico. Este último dato, tan importante para la mayoría nacional, salvó al secretario Meade Kuribreña, de la ira del secretario Ferrari, quien ya había amenazado con impedir a todo boquiflojo ciudadano hablar mal de la jauja nacional. Ser atropellado a finales (o a principios de sexenio), aterra a cualquiera, así sea por un Ferrari 2012.
Dúrame Quadri, dúrame. En verdad me da miedo que se me acabe. Dos menciones del día primero que no puedo guardar. Dicen las crónicas que Quadri llegó a votar en shorts y que toda la familia (menos el hijo diputado, que creo fue vestido de abejorro del Panal), llevaba la cabeza dentro de bolsas de PanMex. Votó en la casilla ubicada en Cerro del Hombre, aunque insistía en que a él le correspondía la que estaba en Cerro del Boy Scout. Esa noche, antes de que el IFE dijera palabra, Quadri declaró: Superamos nuestras expectativas: el cuarto lugar, una gran victoria
. Imposible dejar de recordar al campeón argentino que verdaderamente masacrado, yacía postrado y aventando dientes por todos lados, contestarle al insidioso corresponsal de La Jornada. ¿Que cómo me fue durante estos dos rounds en el Quadri/látero? De maravilla che, de maravilla, un segundo lugar no está nada mal para no ser de los peleadores
de antes.