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Desde Otras Ciudades

La luz en la Ciudad Lux

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París y su iluminación nocturnaFoto de Internet
L

a ciudad de las luces lo es en el doble sentido de la Iluminación intelectual que inspiró la Revolución Francesa de 1789 y por el hecho de haber establecido un sistema de alumbrado público cuyo diseño es ejemplar en el mundo. Desde las primeras linternas de cera con doble mecha que se instalaron en 1667 en los extremos y al centro de muchas calles de París, hasta la reglamentación actual que evita la contaminación luminosa de los anuncios comerciales y reduce el efecto del alumbrado sobre la fauna volátil y terrestre nocturnas y la vegetación urbana, privilegiando un alumbrado público con base en energías renovables, lámparas solares, paneles fotovoltáicos, faroles híbridos de paneles solares y pequeños sistemas eólicos, en vez de las redes eléctricas adoptadas a finales del siglo XIX con faroles conteniendo los novedosos focos incandescentes de mil vatios.

El alumbrado público parisino obedece a normas que toman en cuenta la altura de los edificios, el ancho de banquetas, el arbolado, pero sobre todo la circulación de peatones, sin descuidar características visuales y técnicas de los postes, focos, cables y accesorios para fijarlos, según criterios fotométricos objetivos, pero también según criterios individuales, sociales y culturales. Por ello sabemos que los franceses, a quienes imitamos a fines del siglo XIX y también en el siglo XXI con el Metro, Metrobús y pistas ciclistas, jamás cometerían absurdos como elevar la altura de los postes a dimensiones increíbles, como si sólo se tratara de dar una imagen de pesebre navideño a los aeronautas y automovilistas que ingresan a la ciudad por las carreteras que rodean el valle de México, ignorando por completo a los peatones que sortean agujeros inesperados o son asaltados al abrigo de la sombra proyectada por los árboles.

Sin duda, los franceses tampoco cortarían la fronda de los árboles para liberar antiestéticos cables dejando los tristes troncos tan desequilibrados que solo quedan de pie por sus cárceles de cemento, como es el caso en un México que imita mal o de forma incompleta lo que ha dado muestras de su pertinencia en el extranjero.

¿Cuándo la ciudad de México se decidirá a dar a sus residentes y transeúntes iluminación adecuada, intelectual y material? ¿Tal vez con el gobierno entrante?

Yuriria Iturriaga