ste primero de julio, cuando los miembros de algún pueblo indígena de México que acudan a elegir al próximo presidente de la República, para renovar el Poder Legislativo, o para algún otro cargo en los poderes locales, lo harán conscientes de que durante sus campañas ninguno de los candidatos a esos cargos profundizó en propuestas que atiendan las demandas y aspiraciones de nuestros pueblos. La candidata del Partido Acción Nacional los ignoró completamente; el del Partido Revolucionario Institucional se refirió a ellos prometiendo seguir proporcionándoles asistencialismo –es decir, menos de los mismo–, mientras el del Movimiento Progresista por un lado fijó postura en favor de sus reclamos, al mismo tiempo que se pronunciaba por continuar con algunos megaproyectos contra los que éstos luchan, porque violan sus derechos y atentan contra su futuro.
Muchos son los ciudadanos que se preguntan por qué tendrían que pronunciarse los candidatos por los pueblos indígenas y hay varias formas de responder a esta interrogante. Una de ellas es que los pueblos indígenas existen y tienen derechos reconocidos, que hasta ahora el Estado no ha respetado, por lo que vale la pena saber qué piensan los próximos funcionarios. Oficialmente en México existen 62 pueblos indígenas y sus integrantes representan al menos 10 por ciento de la población mexicana, un porcentaje nada despreciable en términos de votos –que es lo que a los candidatos, y a los partidos que los postulan, les interesa–, pero sobre todo porque estos pueblos son en gran medida los dueños de una parte importante del territorio nacional, y de los recursos naturales en ellos existentes, y cada uno de ellos tiene su propia cultura, a través de la cual forja su propia forma de ver el país y su futuro, el del país y el de ellos.
Justo por no atender esta situación, en la actualidad diversos pueblos indígenas luchan contra el Estado y empresas de diverso tipo, que con su actuar violentan sus derechos. Entres las luchas que más sobresalen se cuentan las que enfrenta a las empresas mineras, las que buscan privatizar el agua, los bosques y la tierra, las que no les permiten pescar en los mares adyacentes a sus asentamientos para obtener sus alimentos, o las que invaden sus territorios para aprovechar la fuerza eólica y producir energía que a ellos no los beneficia en nada. Se trata de proyectos cuyo denominador común es el despojo del patrimonio de los pueblos indígenas. Pero no son los únicos. Junto a ellos existen otras luchas que buscan construir gobiernos y sistemas de seguridad propios ante la incapacidad del Estado para brindarla. En síntesis, mientras los partidos pelean por hacerse del poder, los pueblos luchan por su autonomía.
En las actuales circunstancias políticas del país las elecciones por cargos públicos y la lucha por la autonomía son dos caminos con rumbo distinto, que difícilmente tienen punto de encuentro, porque la estructura actual del Estado, de la cual las elecciones renovarán a los funcionarios y representantes populares, impide el ejercicio pleno de los derechos por los que luchan los pueblos indígenas. Muchos no entienden esta situación, por eso se sorprenden de que los pueblos no tengan un pronunciamiento expreso sobre las elecciones, y más específicamente, que no se inclinen a favor de un candidato en particular; pero los pueblos que luchan por sus derechos saben que cualquiera que gane ellos tendrán que seguir luchando por sus derechos. Tampoco es lo mismo que gane cualquiera, pero para decidir sobre eso no ven necesario tomar postura pública.
Por eso lo más seguro es que este domingo, al emitir su voto, los ciudadanos que forman parte de los pueblos indígenas emitan votos diferenciados. Muchos votarán por el candidato del Movimiento Progresista para la Presidencia de la República, pero esos mismos electores seguramente votarán en contra de algunos candidatos a diputados de esa misma coalición política, pues en varios casos son los que se oponen a sus luchas. Otros seguramente no votarán, decepcionados de las maneras en que se eligieron los candidatos, su falta de propuestas o su desinterés por sus luchas. Finalmente, no faltarán quienes lancen encendidas proclamas a la clase política exigiendo, en nombre de los pueblos indígenas, espacios dentro de la burocracia estatal. Allá ellos y quienes los escuchen. Porque los pueblos indígenas van por otros rumbos.