i no quieren ver que no vean. Si no quieren escuchar que no escuchen. Pero es evidente, radicalmente evidente, que la población de México se manifiesta y clama a gritos que son tres básicamente tres sus problemas principales: 1) no hay empleo suficiente y de calidad para los casi 50 millones de personas que conforman la fuerza laboral de este país; 2) no hay educación completa y de mayor calidad para los niños y jóvenes de este país, en el que casi 60 millones de personas (la mitad) tiene menos de 26 años; 3) no hay condiciones de vida seguras para los cerca de 115 millones de habitantes que ocupan 30 millones de viviendas particulares habitadas en México. ¿Realmente cree usted que lo importante es que si no hay medicinas en la seguridad social que le den un vale para que las adquiera? ¿O que lo fundamental es que le den computadoras a los niños de quinto y sexto de primaria para que accedan a Internet e ingresen al mundo global del conocimiento? ¿O que lo prioritario es que le bajen a la población el precio de la gasolina y de la electricidad? ¿O, finalmente y para sólo dar un ejemplo más, cree que una de las demandas fundamentales de la población es que le otorguen crédito para que genere su propio empleo? ¡Por Dios! Y no es que no sea importante cada uno de estos aspectos de nuestra vida cotidiana. No. Pero hay prioridades a atender. Y se desprenden de diagnósticos afinados, muy afinados. ¿Dónde están los asesores de los candidatos? ¿Dónde está la sensibilidad política de partidos políticos? No hay persona a la que se le pregunte cuáles son los tres problemas más importantes y urgentes de México que no responda trabajo remunerado, educación de calidad y seguridad auténtica. ¡Haga la prueba usted mismo! Pregúntese por los tres problemas más sentidos, importantes, delicados que tiene. ¿Acaso la reforma energética? ¿O la producción de alimentos? ¿Incluso, la cultura y la recreación? ¡Y conste que menciono aspectos que tienen –vaya que la tienen– importancia cardinal! La retahíla interminable de supuestos compromisos firmados del candidato del PRI no hace sino demostrar su incapacidad para realizar un diagnóstico preciso de la situación nacional y establecer no sólo prioridades, sino señalar condiciones de posibilidad –riesgos y oportunidades gustan decir hoy– para cumplirlas. Igual se firma el compromiso
de un tramo de carretera en una entidad federativa, que el respeto
a los derechos de los trabajadores en la supuesta reforma laboral a impulsar. Para este señor todos son supuestos compromisos a cumplir. ¿De veras? Asimismo, el discurso tantas veces hueco de la candidata del PAN –sin duda abandonada a su suerte por el gobierno actual– muestra también su incapacidad para vertebrar y ordenar la infinitud de problemas que aquejan a la población y señalar lineamientos claros de estrategia y líneas inequívocas de política. Y qué decir –pese a mis incuestionables coincidencias con la coalición de izquierda– de las enormes dificultades para presentar y diagnosticar la problemática de nuestro país, poniendo a la par, por ejemplo, las cuestionable y contradictorias medidas de bajar el precio de los combustibles y la electricidad, con la necesidad de hacer cinco refinerías, sin presentar –en ningún caso– la racional de ambas medidas. Voy a votar por la coalición de izquierda. Espero su triunfo. Pero en ese caso –o en algún otro alternativo– insistiré en señalar que lo urgente y lo importante en este país es generar empleos bien remunerados, proporcionar educación de calidad, y resolver la angustia de la inseguridad. No digo nada nuevo. Pero junto con muchas personas creo que a esto –precisamente a esto– hay que dedicar prioritaria, que no únicamente, las fuerzas, el pensamiento, la pasión ciudadana. Sí a eso, antes que nada. Y en ese ejercicio –ciudadano ante todo– ir estableciendo las prioridades de gobierno y orientaciones primordiales del quehacer social y gubernamental. Las elecciones no resuelven. Menos aún con ese cariz mediático aberrante que las caracteriza hoy. Son un ejercicio fundamental. No menos, sin duda, Pero no más. Si algo ha aclarado la vital, fresca y envolvente revuelta juvenil del #YoSoy132 es eso. Ni más ni menos. Tres preguntas son, entonces, esenciales: 1) ¿Cómo generar empleos bien remunerados? 2) ¿Cómo acceder a una educación de calidad? 3) ¿Cómo lograr una seguridad plena para toda la población en todos los lugares de México y en todos los momentos del día? Es cierto –lo dicen muchos mexicanos– atender el primer problema es, sin duda, sentar bases para resolver los otros. También es cierto que con más educación habrá mejor empleo, y que con mejor empleo más seguridad. Pero cada uno de estos tres delicadísimos asuntos de nuestra vida social exige atención específica. Y no es cierto, por favor, que se tendrá más empleo y mejor remunerado con la reforma laboral (ataque a contratos colectivos, a sindicatos y a derecho de huelga) y con la reforma energética (privatización). Y que con más pruebas escritas y generales (Enlace) se logrará mejor educación. O que la seguridad en lo fundamental requiere más y mejores policías. ¡No, desde luego que no! Es preciso superar esos axiomas mediáticos que hasta el cansancio y como loros repiten muchos personeros del gobierno, el candidato del PRI y la candidata del PAN. Las visiones estatalistas y autoritarias implícitas en estas tesis –en ambas– deben ser derrotadas en el debate social. Un primer paso es derrotarlas en las urnas el próximo domingo. Pero como lo muestran muchas experiencias actuales no es el único, ni siquiera el más importante. De veras.
S