Las encuestas como proyectiles
a ofensiva de las encuestas. La campaña de Peña Nieto está orientada por una visión mediática que se basa en la certeza de que la gente es fácilmente manipulable. La piedra de toque ha sido hacernos creer que Peña va muy arriba en las encuestas y que su triunfo es inevitable. Sus estrategas suponen que millones se desilusionarán y no irán a votar; con los sufragios que compren podrían ganar la elección. Ellos y nosotros sabemos que si la votación es abundante, es decir, mayor de 60 por ciento, el triunfo de AMLO será indudable. Mientras, AMLO confía en la capacidad de movilizar a los votantes y en defender los votos en todas las casillas. Hay indicios firmes de que el movimiento ha logrado garantizar el ciento por ciento de representantes de casilla. Algo nunca visto en México que puede ser factor decisivo en la contienda.
El efecto de las encuestas propagandísticas es desanimar a los militantes, disuadir a los votantes y deprimir a los cuadros. Van acompañadas de una campaña de promoción intensiva, promocionales y opiniones de comunicadores
que forman parte de un programa de inducción política. Todos repiten que Peña está arriba y que es inalcansable. Ocultan que 50 por ciento de los encuestados se negó a contestar o dijo que no estaba decidido. Es evidente que hay un inmenso voto oculto al que no se refieren las encuestas ni los opinadores.
Pero las encuestas no son confiables. No lo han sido. Si examinan los sondeos de tres años recientes verán que el PRI ha seguido la misma táctica en Oaxaca, Guerrero, Sinaloa y Puebla. Como en el caso de Peña, las encuestas señalaban como puntero al candidato priísta meses antes de las elecciones con 20 por ciento de ventaja o más, y el día de elección se demuestra el infundio: el líder de las preferencias no lo era y gana su adversario. Para poner el ejemplo de Puebla. Tengo en las manos copia de los periódicos de junio de 2010: la víspera de las elecciones a gobernador varias encuestadoras, entre otras la fantasmal Indicadores SC, coincidían con Mitofsky: López Zavala tenía una preferencia de 45 por ciento y Moreno Valle de 33. La noche de la elección (¡oh sorpresa!) se anunció que Moreno ganaba con 13 puntos de diferencia.
¡Un error de más de 12 puntos! En cualquier país hubiera sido un desastre para las encuestadoras, pero Mitofsky tiene el apoyo de los medios y la pifia se diluyó sin consecuencias. Hemos pedido a los cuadros y activistas de Morena que recuerden que las encuestas son propaganda política, no sondeos veraces, una versión pagada que se intenta imponer al público, y que el triunfo de AMLO no depende de fantasías sino de hechos rotundos: el voto masivo y bien defendido el primero de julio.