El escritor fue galardonado con el Premio Tusquets de Novela por Años lentos
Desde su infancia donostiarra, propone una imagen puramente humana
de qué significaba ser un obrero, un ama de casa o un joven durante la dictadura franquista, dice a La Jornada
Viernes 22 de junio de 2012, p. 4
En Años lentos, el trabajo literario más reciente de Fernando Aramburu (San Sebastián,1959), distinguido con el séptimo Premio Tusquets de Novela, el escritor abre el baúl de sus recuerdos para evocar el barrio donde se crió y la época en la que transcurrió su infancia.
El libro cuenta la vida de un niño de ocho años que se va a vivir con sus tíos a San Sebastián, a finales de los años 60. Allí, el chico es testigo de cómo transcurren los días en la familia y en el barrio. Su tío Vicente, de carácter débil, pasa el tiempo entre la fábrica y la taberna, mientras su tía Maripuy, mujer de fuerte personalidad, aunque sometida a las convenciones sociales y religiosas de la época, es quien gobierna al clan.
Se trata de un infante que convive también con su prima adolescente Mari Nieves, quien queda embarazada a los 16 años, y con su primo Julen, joven noble e ingenuo, adoctrinado por el cura de la parroquia, quien acaba por incorporarlo a la entonces incipiente organización vasca ETA.
Jóvenes contestatarios
Fernando Aramburu, quien desde 1985 reside en la ciudad de Hannover, Alemania, es considerado uno de los narradores más relevantes de su generación.
De acuerdo con el crítico literario Ricardo Senabre, el autor retrocede a su infancia donostiarra, “a un ámbito en el que se fraguan los primeros movimientos independentistas, los primeros atentados y la represión policial subsiguiente; al germen, en suma, de la sociedad vasca reflejada en los cuentos de Los peces de la amargura (2006). Y lo hace con una obra compleja por sus múltiples implicaciones, pero técnicamente resuelta con una ejemplar y nítida simplicidad”.
En Años lentos –libro que hace unos días presentó el autor en el Ateneo Español, en la ciudad de México– se entretejen los recuerdos del navarro Txiki Mendioroz, los cuales hace llegar mediante una larga carta a un escritor quien desea hacer una novela, que para el caso es el propio Fernando Aramburu. Dichos recuerdos se alternan con los apuntes literarios del autor, como parte de la historia.
“Lo que hago –explica Fernando Aramburu– es recurrir a la ficción. Asigno a los personajes las vivencias que he tenido; lo que me permite no ser completamente fiel, como postula el autor de los apuntes que aparece en la novela.
Esto es, sí surge la posibilidad de mejorar la página, Aramburu (en la novela) no dudaría un segundo en traicionar su memoria o la verdad.
Lo que ocurre en el fondo, continúa el autor de Fuegos con limón, “es que el niño informante de la novela, también soy yo; contiene mi perspectiva personal. Entonces, al entretejer apuntes con mi nombre, establezco un diálogo entre el posible niño que fui y el escritor adulto que ahora soy.
“Construyo una paradoja: el personaje inventado escribe defendiendo la verdad, fiel a sus recuerdos. Mientras el escritor –que lleva mi nombre y escribe igual que yo cuando escribo mis textos privados–, lo hace desde la defensa de la literatura, de la imaginación. Él sacrificaría la verdad en cualquier momento, a cambio de una buena página.”
Técnicamente, ese es el juego literario que Aramburu propone. Entrego al lector una novela sin hacer. Le doy los materiales para una futura novela, que éste podrá construir en la cabeza
.
Años lentos es una historia que tiene como contexto a la dictadura franquista, la cual se vuelve más represiva cuando es consciente de que empieza a resquebrajarse lo cual coincide con la decrepitud física del dictador, lo que provoca que se haga visible una oposición popular contra la dictadura, protagonizada entonces por jóvenes que no vivieron la guerra civil
.
No se cuenta la vida de nadie en particular, pero he introducido vivencias que están en mi memoria de cuando era niño. La idea fue contar unas cuantas vidas privadas para directa o indirectamente ofrecer una imagen de aquella época, pero no de carácter histórico, sino puramente humano, que permita a los lectores tener una idea de qué significaba en esos años ser obrero, ama de casa, un joven o una joven.