Se supera el reto de organizar un encuentro independiente
Por primera vez esto no fue un monólogo: estudiantes
Se trató de un ejercicio de imaginación para los internautas
Miércoles 20 de junio de 2012, p. 3
La imagen de una silla vacía, la del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, que eludió el primer debate de una elección presidencial en la historia mexicana con organización ciudadana, de jóvenes para más señas, quedó como un ejercicio de imaginación para los miles de seguidores que de golpe se encontraron fuera de la supercarretera cibernética para escuchar la discusión por radio, como en los viejos tiempos. Días de radio que justo estos chavos, los protagonistas de hoy, ni conocieron.
La silla no se vio, pero el efecto se sintió. Lejos de perder interés por la ausencia del contendiente puntero
en la carrera a Los Pinos, que vio en este debate una amenaza de emboscada en su contra, la expectativa por presenciar este debate sin antecedentes creció. Sin preguntas pactadas de antemano, sin el dominio del poder televisivo, sin costos exorbitantes, sin los protagonistas de siempre. Y a la mera hora, tal fue la afluencia de internautas intentando bajar la señal
del debate que las redes colapsaron en los primeros minutos, abrumadas por los más de 100 mil hits, sólo en Youtube.
En las redes sociales retumbaba la ira y la frustración. Al paso de los minutos la transmisión se hizo más fluida y dos horas después, a las 10 en punto, el movimiento universitario que hoy cumplió un mes y un día de existencia culminaba el sui géneris ejercicio de democracia ciudadana con el reconocimiento y agradecimiento de los tres candidatos que sí supieron aprovechar el espacio y el momento: Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri de la Torre.
Rescatable la última frase de López Obrador, dirigida al movimiento #YoSoy132: Gracias por lo que han hecho por despertar la conciencia de los ciudadanos
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–Hace algunas semanas nadie pensaba que pudiera tener lugar algo así– se pantea a Adrián Torres, estudiante de relaciones internacionales del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
–Claro, nadie creía. Pero nosotros sí. Es como con la selección de futbol. Cuando eres chico siempre crees que puede ganar, aunque los mayores, porque están desencantados, ya no crean. Nosotros estamos chicos, electoralmente hablando. Son nuestros primeros comicios.
Google vs televisoras
El círculo íntimo de Enrique Peña Nieto jugó a las expectativas hasta el último minuto. En su oficina de campaña mantuvieron los contactos telefónicos y los guiños toda la mañana, incluso después de que el candidato del PRI anunció, alrededor de las dos de la tarde, en un mitin en Ciudad Obregón, que había enviado una carta al movimiento #YoSoy132 con su no definitivo.
Pero a la casa de piedra que alberga a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), frente a los viveros de Coyoacán, la carta llegó de manos de un propio, en medio de un aguacero, pasadas las cuatro de la tarde. Peña Nieto prefería pagar el costo político de su silla vacía y no salir de su zona de confort, lejos de la lluvia, de los cuestionarios consensuados en las universidades; bien resguardado de los chiflones que soplan fuerte desde las zonas del pensamiento crítico.
Al mismo tiempo, al parecer los corporativos televisivos, que la víspera descartaron una transmisión en vivo del debate, empezaron a hacer otros cálculos y hacia mediodía sus unidades móviles hicieron su aparición en el estacionamiento de la comisión: primero la del Instituto Mexicano de la Radio, luego la de Milenio Televisión, finalmente la de Televisa. Incluso la directora del Canal del Congreso, Leticia Salas, se comunicaba con los voceros de la comisión para avisar que su fly away llegaría de un momento a otro.
Entonces empezaba otra negociación en una pista paralela. Los jóvenes, que habían solicitado la apertura de los canales públicos y privados, organizaron, ante la inicial negativa de las televisoras, que no quisieron arriesgar sus fichas en un debate sin Peña Nieto, vías alternas de difusión mediante las plataformas que son su hábitat en la Internet y acordaron la transmisión con la plataforma Google.
Cuando las televisoras se decidieron abrir, era demasiado tarde. Google exigió el cumplimiento del acuerdo de exclusividad. Los jóvenes respondieron a las cadenas comerciales y públicas que no podrían permitirles de última hora bajar la señal directa del set. Golpe duro para los arrogantes logos de la televisión. Las unidades de transmisión en vivo se retiraron.
Y la supercarretera cibernética se tornó tetrracería
El colmo: en la mismísima sede anfitriona, la CDHDF, a pocos metros del escenario dispuesto para el debate, el auditorio Digna Ochoa, nada se veía. Todo estaba dispuesto en la sala de prensa Amado Avendaño: unas pocas computadoras, mesa con galletitas y café, una pantalla. Empezó la cuenta regresiva y a las ocho de la noche en punto se vio por unos segundos el set: blanco y negro, con sillones y mesas bajas cubiertas de papeles, sin frías distancias entre los competidores, los logotipos de sencillo diseño juvenil en el fondo. Y la imagen se congeló. La supercarretera de Internet se convirtió en vereda de terracería.
Pronto fue evidente que el ancho de banda de los sistemas de la CDHDF no podría sostener la gran carga demandada. Guerra de nervios.
Transcurría ya, a tropezones técnicos, la primera etapa del debate, quizá la más interesante en términos de participación interuniversitaria: ya el moderador, Genaro Lozano, maestro del ITAM, sorteaba las preguntas y remitía el uso de la palabra a jóvenes instalados en sitios lejanos: un laboratorio del doctorado de filosofía de las ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, un cubículo de la Ibero, una aula en la Facultad de Ciencias Políticas, otra en el Instituto Politécnico Nacional, en Zacatenco.
Al final, el reto fue superado. Y en la conferencia de prensa con que el movimiento rubricó su hazaña, sus voceros pudieron decir: Por primera vez esto no fue un monólogo
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