l mundo no sólo enfrenta el reto de una crisis global que gana fuerzas cada día, con su secuela de desempleo y su promesa de estancamiento a largo plazo. También se le opone un proceso de deterioro ambiental sin paralelo. Extinción masiva de especies, erosión de suelos y cambio climático son ejemplos de esta degradación ambiental provocada por la actividad humana.
Cualquier persona esperaría que las causas profundas de estos problemas serían abordadas con rigor en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable (mejor conocida como Río+20). La conferencia depende de todo el sistema de Naciones Unidas, pero la voz cantante la lleva el Programa de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA) a través de su propuesta de crear una economía verde
.
La noción de economía verde ha sido objeto de una fuerte polémica desde que surgió esta iniciativa del PNUMA. Se le ha definido como una economía en la que hay crecimiento con equidad social, bajas emisiones de carbono y mayor eficiencia en el uso de los recursos naturales. Según el PNUMA, si se invierte una suma equivalente al 2% del PIB mundial en diez sectores de la economía, se puede asegurar la transición a una economía verde.
Aquí comienzan los problemas. En los documentos oficiales del PNUMA para la conferencia de Río+20 no se encuentra un capítulo que haga referencia a la crisis que hoy azota la economía mundial. No se analizan sus orígenes o su naturaleza, y tampoco se consideran los efectos de las políticas macroeconómicas con las que se ha buscado hacerle frente. Tal pareciera que nada de esto tiene implicaciones para los esfuerzos en alcanzar la dichosa economía verde
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Esta no es una omisión inocente. Al ignorar la crisis, que es en esencia un fenómeno macroeconómico, se evade de manera conveniente la discusión sobre las contradicciones internas del modelo neoliberal. Así se eluden temas como la caída en el poder adquisitivo de los salarios, el endeudamiento de los hogares, la expansión y opacidad del sector financiero. Con esto se guarda en un cajón el tema de la inestabilidad de las economías capitalistas.
Lo único que queda es una serie de sectores aislados en donde los problemas pueden ser cómodamente tratados como fallas de mercado
. Aquí entra la economía ambiental de corte neoclásico al rescate. Su mensaje es sencillo: lo que se necesita es colocar un precio a todo lo que llamamos medio ambiente y crear nuevos mercados (como el de bonos de carbono).
Y ¿la reducción de la pobreza en la economía verde? La realidad es que no hay ningún mecanismo en la concepción del PNUMA sobre la economía verde que permita pensar en esta reducción de la pobreza. No se analiza el tema de los salarios. Qué raro, ¿verdad? Lo único que dicen los documentos de este organismo es que si se invierte en el capital natural
que es el soporte de la agricultura, las pesquerías y los bosques, los pobres que dependen de estos sectores se verán beneficiados. Ésta es, desde luego, una afirmación aventurada. Si se hace abstracción de la estructura económica en estos sectores es difícil sostener la idea de que nuevas inversiones tendrán, por sí solas, el efecto deseado.
¿De dónde vendrán las inversiones para la transición a la economía verde? El PNUMA responde: del sector financiero. Poco importa que el mundo de los bancos de inversión, de las casas de bolsa, de los vehículos de inversión estructurada
y de las empresas calificadoras haya sido el epicentro de la crisis global. Tampoco es relevante el que los mercados financieros sean esencialmente inestables y volátiles. Para el PNUMA lo que interesa es mantener a la política económica subordinada a los dictados del capital financiero.
Un defecto clave de la iniciativa del PNUMA se relaciona con el modelo matemático utilizado para simular la transición a la economía verde
. Es ya una práctica común en este tipo de aventuras utilizar modelos matemáticos que supuestamente proporcionan números duros
para justificar un proyecto y vestirlo de un manto de rigor analítico. En este caso son muchas las limitaciones del modelo utilizado, pero una salta a la vista: no se necesita ser experto para observar que en dicho modelo no hay lugar para el sector financiero. Esto es sorprendente para cualquier observador, pero los economistas están acostumbrados a este tipo de aberraciones.
Aquí la contradicción del PNUMA es chocante. Por una parte no tiene empacho en afirmar que las inversiones para alcanzar la economía verde
provendrán del sector financiero. Por la otra, el modelo matemático para imprimir rigor
y sustentar sus afirmaciones, no puede incorporar al sector financiero. Caray, como dijo Marcelo en el Hamlet, algo está podrido en Dinamarca.
Con su iniciativa de la economía verde
los funcionarios responsables del PNUMA han defraudado a los pueblos del mundo. En la conferencia de Río sobre desarrollo sustentable no es la salvación del mundo la prioridad. Lo que se busca es rescatar al modelo neoliberal.