El poeta presentó ayer su más reciente libro
Lunes 11 de junio de 2012, p. a11
Prosa y verso contribuyen al intento de nombrar la luz o de agudizar sus perfiles dramáticos en su eléctrico encuentro con la sombra. Todo para que nuestro hermano y semejante vea, así comenzó el poeta chiapaneco Efraín Bartolomé, la presentación de su más reciente libro Cantando el triunfo de las cosas terrestres, que se realizó ayer en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
El autor explicó que tras visitar en el año 2000 la inaccesible reserva de la biosfera El Triunfo, en las alturas de la Sierra Madre de Chiapas, uno de los últimos territorios sagrados del planeta, decidió escribir el libro doble que en el anverso publica la poesía y, por el reverso, la prosa.
En su intervención, el poeta y ensayista Juan Domingo Argüelles señaló que la historia de Bartolomé es la de un pasado respetuoso por la naturaleza ante un presente irresponsable en relación con esa misma naturaleza. Es la historia del respetuoso pretérito hacia el entorno frente a la destrucción invasiva o la amenaza siempre latente de un hoy, de un ahora antipoético que ha perdido el sentido, el valor y la simple noción de lo sagrado.
Sostuvo que el volumen del poeta chiapaneco habla del pasado y el porvenir, pero también nos inquieta mostrándonos el presente en un recorrido por una región ignota de la naturaleza chiapaneca –la reserva natural de El Triunfo– que sobrevive heroica en su fragilidad: amenazada por lo que se denomina el progreso
y por lo que muchas veces es sólo una destrucción sin posibilidad de retorno. Ojalá que este libro conmueva conciencias y ayude a proteger esa hermosa reserva natural
, añadió.
Para el ingeniero Alejandro Figueroa, editor del libro publicado por la Universidad de Ciencia y Tecnología Descartes, de Chiapas, el volumen dejará huella en el espíritu, como suele hacerlo la pluma de Efraín Bartolomé, un poeta que nombra con lenguaje culto e impecable, lo que mira con los ojos del alma
.
En el acto también participaron el poeta Homero Aridjis, el biólogo Ignacio March y el escritor Héctor Cortés Mandujano, quien describió al libro en cuestión como un objeto de palabras grandes y una caminata en el monte para llegar al lugar donde anida el milagro.