La más antigua del mundo
tenco.
¿Es la ganadería de toros bravos más antigua del mundo, ya que fue fundada en 1552, treinta y un años después de consumada la conquista de México?
Muchos somos los que opinamos así.
Se podrá argumentar que algunas vacadas españolas nacieron con anterioridad, pero en la península resulta costumbre que al cambiar de manos cambien también de nombre y, por lo mismo, se diluyan en el tiempo tales antecedentes.
Fue en el siglo XVI.
Don Luis de Velasco fue el primer virrey de la Nueva España y en el año 1552 autorizó al licenciado Juan Gutiérrez Altamirano, primo hermano de Hernán Cortés, formar la hacienda de Atenco, llamada así en el idioma azteca y que significa junto al río
.
Y no fue eso todo.
Don Juan fue inseparable compañero de don Hernán durante las luchas, los fracasos y triunfos y al alcanzarlo fue ampliamente recompensado por su pariente con la totalidad del pueblo de Calimaya y otras estancias y, a poco, se importaron, de las Antillas, borregos, caballos y, poco más tarde, 12 pares de toros y vacas, que, según se afirma, además de servir de pie de simiente para los festejos taurinos que comenzaban a calar muy hondo
entre los mexicanos, eran una especie de guardia selecta
, ya que dada la enorme extensión de aquellas tierras, los lugareños tenían por costumbre cruzar por dónde mejor les parecía y, si la ocasión era propicia, picarse
algunos frutos de las siembras y uno que otro animalito, obviamente no bravo.
Así que hubo que incrementar el número de vigilantes
y se procedió a la importación de España de la misma simiente navarra, por gestiones de algunos otros favoritos del conquistador y del representante del rey y que pastaban ya por la región.
Y así, desde entonces, el amiguismo.
Los estupendos pastos de aquella zona y las aguas del río y la laguna de Lerma, permitieron que aquellas reses pronto se multiplicaran y se acentuara la estupenda crianza de aquellos primeros animales casi todos de pelaje castaño, el cual se fue diluyendo con los posteriores cruces.
* * *
Y vino la venta.
Gutiérrez Altamirano vendió la totalidad de Atenco a la familia Cervantes, descendientes de los condes de Santiago y barones de Calimaya, quienes mediante rigurosas selecciones mejoraron las condiciones del ganado bravo.
Y, en 1878, tuvo lugar un hecho que sería trascendental en la historia del campo bravo mexicano.
En dicho año don Rafael Barbabosa Arzate adquirió la hacienda y sus llenos de don Ignacio Cervantes Ayestarán, sobrino del último conde de Santiago, pensando en engrandecer la ganadería brava, mas grande fue su sorpresa al darse cuenta del abandono en que se encontraba el ganado y mucho del cual había sido vendido a precio de carne, debido a la prohibición de celebrar festejos taurinos en el Distrito Federal, lo que se afirmaba sería definitivo.
Y, a poco, don Rafael dejó este mundo pero antes de partir nombró como herederos de Atenco a sus hijos Aurelio, Herlinda, Juan, Antonio, Concepción, Rafael y Manuel Barbabosa Saldaña, quienes formaron la sociedad Rafael Barbabosa Sucesores, quedando como gerente don Rafael y, tras su deceso, quedaron al frente doña Herlinda y sus hermanos Juan y Manuel.
Cuando nadie lo creía posible, sorpresivamente se derogó la prohibición para los festejos taurinos y ante lo poco que quedaba del ganado original, se importaron nuevos toros y vacas de España que dieron excelente resultado al ser cruzado con el que había quedado en Atenco y tan así las cosas que en La Habana se lidiaron dos toros de la ganadería y que fueron lidiados por el matador español Juan Jiménez El Ecijano.
Cómo en algunos casos suele suceder, en 1949 finalizó la sociedad de los hermanos Barbabosa quedando Atenco en manos de don Manuel que mucho luchó por su ganadería hasta 1958, año de su sentida muerte, habiendo legado a sus hijos Luis Ignacio y Javier y quienes, por angas o por mangas, la vendieron a don Juan Pérez de la Fuente, un próspero hombre de negocios, a quien lo único que importaba era que perdurara y no se perdiera el inmortal nombre de Atenco, sólo que habiendo fallecido intestado, los problemas no se hicieron esperar y parece ser que no se han podido poner en claro las cosas.
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Hará más o menos un año, un acaudalado banquero se interesó en adquirir de los terrenos de Atenco, pero no se pudo llegar a un arreglo y a consulta que nos hiciera el presunto comprador si sería conveniente destinar el deteriorado casco a casa club, brevemente le mencionamos la historia de Atenco y le sugerimos que ojalá y pudiera habilitarlo como museo taurino, dedicado a la historia de la fiesta brava en el estado de México.
Pero... no hubo tal.
* * *
Y algo más.
En Atenco, nació, en 1858, Ponciano Díaz Salinas, el bigotón gran charro-torero mexicano, el primero en recibir la alternativa en España y que en casi todo México alcanzara una inmensa popularidad y al que los públicos animaban con el famoso grito de ¡Ora, Ponciano!
De su vida, hasta una película se filmó y llegó a ser constructor y empresario de una plaza de toros, totalmente de madera, la llamada de Bucareli, en los terrenos que hoy día ocupan las conocidas casas de El Buen Tono y de quien algún día habremos de referirnos.
Por lo grande y llorado que fue.